Capitulo 13.

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29 de Diciembre 2024.
Narra Bianca.

Era el cumpleaños de mi papá así que estábamos en el campo con las tías y sus respectivos maridos y mis primos. Gio corría y jugaba con mis sobrinos, Catalina y Ciro. Estábamos expectante al asado y mi tía Lore se acercó a mi, le había dicho que quería hablar al respecto de algo con ella, más que nada al respecto de cómo hablar con Gio; obviamente tenía una idea de lo que estábamos pasando.
Ella era mi madrina, como mi segunda mamá, estaba viviendo en Venezuela por el trabajo de mi tío, su marido; y volvió recién este año. Ella tuvo una hija, Belem, y era la madrina de Gio, que también me dio mucha mano con él cuando era bebé pero Belu era una joven de veinte años cuando nació el gordo y mi primer prima hermana mujer, así que me ayudaba como podía.

—¿Como estás, batita? —mi madrina me decía Batita o Tati o Tatita.

—Un poco ansiosa, nerviosa, no se, tengo una bola en la boca del estomago que no se como sacar. —ella agarro mi mano y me pasó un vaso con levite de pomelo que tome con gusto. El calor no ayudaba y la boca se me ponía pastosa en dos palabras. Suspire ante su mirada atenta.— Ya hablamos con Guido al respecto. —puso cara de sorprendida y se sentó al lado mío para prestarme más atención.— Esta todo más que bien, pudimos hablar muy bien, está súper cambiado y eso me sorprendió para bien.

—Ay, Tati, no sabes lo aliviada y feliz que me pone eso. Más por vos y también por Gio. ¿Se van a ver?

—Eso es justamente lo que quiero hablar con vos. Y es que en un momento de mucha emoción le dije que pasaría año nuevo en su casa y la verdad es que no se porque se lo propuse, porque no puedo pasar lejos de él su cumpleaños ni las fiestas.

—Bueno, calculo que no van a tener problemas con que vos estés también.

—¿No quedó muy desubicada?

—Bianca, es tu hijo, lo criaste sola por casi seis años, aparte es su cumpleaños. El los va a querer a los dos ahí. Avísale. Decile sin vueltas las cosas. Tu papá siempre sabe decir: cuentas claras...

—... mantienen la amistad. Bueno. Ahora le mando. Gracias, tía. —la abrace y ella acaricio mi espalda con ambas manos como siempre que me abrazaba.

Me separé y me aparte un poco. Esto lo tenía que hacer por llamada. Marque el número de Guido y espere mientras me envolvía mejor en mi poncho debido al fresco del campo. Sonó cinco veces hasta que atendió.

—Bianca, ¿está todo bien? —preguntó con preocupación.

No hablábamos desde que nos vimos la última vez. Era evidente que se iba a preocupar.

—Hola, Guido. Si, si, está todo bien. —pasaron los nenes corriendo cerca y Gio gritó un mami que Guido seguro escuchó, aparte el teléfono y hablé con mi hijo.— Gordito, vayan a jugar a otro lado que mami tiene que hablar.

—¿Quien es mamá? —me pregunto agitado. Se estaba escondiendo de sus primos en mis piernas. Trague sonoramente.

—Es... es tu papá. —abrió la boca con sorpresa y me tiró del poncho para que me agache. Dios, sentía que el corazón se me iba a salir y las extremidades dejaron de funcionarme tanto así que caí sobre mis rodillas. Gio me saco el teléfono de la mano, no tenía fuerzas ni para evitar aquella acción de mi hijo.

—¿Papá? —dijo con una emoción muy notoria en su voz y mis ojos se llenaron de lágrimas. Como pude puse el altavoz.— Papá, ¿sos vos?

—Guido... estás en altavoz, tranquilo. —dije en voz calmada pero me salió como un suspiro.

—Eh... ¿Gio? Hola, si... soy yo... soy papá. —contestó y enseguida me di cuenta de que estaba sonriendo y llorando a la vez. Mire a Gio que se emocionó también. Sus ojitos brillaban con una intensidad que nunca vi en la vida salvo cuando vio su batería. Suspire y mis lágrimas se hicieron presente en mi rostro.

—¡Papá, hola! —repitió mi hijo en un grito de emoción y me abrazo largándose a llorar. Acaricié su pelo y escuché del otro lado como Guido se reía y sorbía su nariz. Dios. Que acabo de hacer.

—Tranquilo, hijo... vas a hacer que papá se preocupe. —le dije a él y asintió para limpiarse con mi poncho a lo que yo me reí por lo bajo.— Respira... decile a papi lo que siempre le quisiste decir. Siempre lo hablamos... —sonrió de nuevo y su boquita temblaba haciendo un puchero.

—Hola, papi... soy Gio, te quiero mucho. Ya te quiero conocer. Viajaste mucho tiempo. Pero mamá me dijo que volviste y que me queres ver yo también, yo también te quiero ver. Te quiero, papi, te quiero mucho. —escuché como Guido soltaba un gemido de llanto, estaba luchando por mantenerse, lo podía sentir.

—Hola, mi loco, papi también te quiere... te quiere muchísimo y te extraño un montón. Aunque no nos conozcamos papá te ama con todo su corazón. Ya nos vamos a ver. Tranquilo, mi amor. Te amo. Papá te ama muchísimo. Desde siempre. —contestó entre sollozos que trataba de calmar. Se trababa con las palabras y se reía entre medio nervioso.

—Bueno, mi amor. Anda con el abuelo, mami tiene que hablar con tu papá un segundo, ¿está bien? —asintió y se fue no sin antes agarrar de nuevo el teléfono para gritar.

—Te quiero, papi. ¡Voy a conocer a mi papá! —le grito a sus primos y se pusieron a saltar para correr lejos de nuevo.

Saque el altavoz.—Guido, perdón. Me quise alejar pero estaban jug... —me interrumpió.

—No, eu... tranquila. No sabes lo feliz que me acabas de hacer. Muchas gracias. —estaba notablemente conmocionado. Solté un suspiro de alivio.

—Fue muy espontáneo, era algo que siempre te quiso decir. Me hubiera gustado que fuese en persona por primera vez... —escuché de fondo la voz de una chica que le consultaba si estaba bien. ¿Había escuchado todo?— ¿estás con alguien más?

—Si, a mi también me hubiera gustado que sea en persona... pero fue hermoso igual. —ignoró por completo mi pregunta y me tensé. Esa mujer sabía de la existencia de mi hijo.

—Guido... te acabo de hacer una pregunta.

 te acabo de hacer una pregunta

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Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora