Memorias | Guido Sardelli

Epílogo.

La risita que Guido intentaba acallar se oía por todo el laboratorio ante la mirada amenazante de Bianca.

—No te rías, malo, no es gracioso.

—¿Tan malo es? —preguntó con una gran sonrisa.

—Es un asco, estoy sufriendo más que la primera vez que hice esto.

Si había algo que Bianca odiaba de todos los estudios de un embarazo eran los exámenes de glucosa. Un jarabe puro, muy dulce, que te daban estando en ayunas por doce horas, te lo daban en dos vasitos tipo shot y tenías que tolerarlo por dos horas sin vomitar. Pudo sobornar a la chica que le hacía el estudio y le dejo tomarse un poquito de agua después del primer "shot" pero ya el segundo se lo tenía que aguantar.

—Siento que voy a vomitar. —dijo en un suspiro y haciendo que la sonrisa de Guido se borre.

—Tranquila, hermosa... todo va a estar bien. —miró su reloj.— faltan quince minutos, nada más que eso... —empezó a hacer mimos en su cintura.— Respira conmigo, no te concentres en las náuseas. —dijo suavemente haciendo que la castaña lo mire para seguirlo en la respiración.

—Cuando me miras así y pones tu boca de esa forma lo único que quiero es encerrarnos en aquel baño y hacer más bebés.

La risa de Guido volvió a retumbar por toda la sala llamando la atención de varios presentes y también causando una risita vaga en su mujer.

Las veinte semanas llegaban con muchas noticias. El bebé iba muy bien, y a pesar de los temores de la madre nada parecía indicar algún estado de alerta. Era un embarazo soñado, después de todo lo pasado. Sus antojos eran cumplidos, estaba acompañada, rodeada de mucho amor, de personas muy atentas y esa misma tarde se iban a enterar del sexo.
Debido a la insistencia de Lulens por hacerles una torta que revele el sexo cedieron ante ese "evento" medio yankee para apoyar el emprendimiento de su concuñada.

[...]

—Mamá, se movió. —decía Gio mientras sonreía con mucha ternura. Iba a ser un hermano mayor increíble.

Lejos de los celos, Gio estaba muy emocionado y contento por la llegada de un nuevo miembro a la familia.

Estaba más alto, muy inteligente y activo. Practicaba casi a diario con Guido en la batería, y también se empezó a interesar por los teclados y guitarras. Su pelo había crecido y las ondas se hacían notar en sus puntas, tal y como su papá. Le atemorizaba como el tiempo iba pasando despiadadamente y eso se dejaba ver y se hacían notar en su hijo más grande; había aprendido mucho, era una pequeña esponja que absorbía todo lo que veía y gracias al cielo y al destino la mayoría de ellas era buena. No iba a negar que tenía sus episodios de berrinches, sus quejas, sus enojos y, muchas veces, sus malos humores. Era como tener un pequeño adolescente, pero estaba prendiendo a manejar sus emociones y ella lo apoyaba en ello cómo podía; además de todo eso tampoco quería que él se sienta "desplazado" por la llegada de un nuevo bebé, algo que se había encargado de charlar con ambas familias ya que Gio era un nene muy perceptivo, se daba cuenta de absolutamente todo, era súper emocional y comprensivo; así que iba a cuidar ese lado tan puro, inocente y desinteresado como su tesoro más grande. Estaba viviendo una infancia más que decente y feliz, más ahora con la reunión de ambas familias.

Ver a su papá convivir con Guido, luego de una charla larga y tendida mientras ambos caminaban por el campo; le llenaba el corazón de una alegria incalculable y más que valiosa. Sabía que su papá cargaba con un gran enojo para con Guido después de todo; pero al verla feliz, reluciente y rodeada de felicidad Juan Carlos pudo comprender que ella estaba bien, que su hija pertenecía ahí... y también tuvo la gran oportunidad y el inmenso placer de conocer a este nuevo Guido, más adulto, responsable, interesado, razonable; lo escuchó, acepto sus más sinceras disculpas, oyó el otro lado de la campana, se regocijo un poco al saber que su hija no era la única que había sentido dolor, para que mentir, medio le alegraba aquello, pero comprendía el dolor de padre a padre.