Capítulo 27.

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28 de Enero 2025.
Narra Guido.

—¿Estás seguro que te queres quedar? —le pregunté a Gio quien se estaba quedando dormido junto a Galo en la cama.

—Si, papi, ya le pregunté a la tía Luli y a mamá... —me respondió medio dormido y bese su frente.

—Está bien, mi vida. Descansa, papi está cerquita por si me necesitas o queres irte ¿está bien? —solo lo vi sonreírme y cerrar sus ojos. Los arrope y me fui dejando el velador de estrellas que usaba mi sobrino para dormir encendido. Arrime la puerta y baje.— Gio se queda, me dijo que hablo con ustedes. —dije uniéndome a la charla para robarle la botella de corona a Bianca y tomármela toda de una.

—Neneee... era mía esa, hijo de puta.

—Eeh, más respeto con la Alicia. —la señale ganándome un golpe en el hombro.

—Seh... yo opino que se tienen que ir a un telo o en su defecto a la casa de Guido a garchar de una vez. —tiró Patricio en voz alta fingiendo tener una charla con Gastón que se reía sin poder disimularlo.

—¿Por qué no cierran un poquito el culo ustedes dos? —les dijo la morocha tirándole la tapita de la birra a Cuti en la cabeza.

—Uuh ésta wacha violenta me canso. —se dio vuelta rápido para empezar a perseguir a Bianca por toda la casa mientras se moría de risa.— Veni para acá, enana del demonio... —la agarro saltando el sillón del living donde Bianca se hizo chiquita de la risa y la subió a su hombro.— ahora vas a ver vos lo que es bueno...

—No, Gaston Faustino... ni se te ocurra, hijo de puta

—Noo, con Alicia nooo —dijo Pato mientras se reía desde la puerta y hacía que Bianca se ponga más colorada de lo que ya estaba.— ya fue, tírala... total mojarse se iba a mojar igual con Guido. —me miro a mi esta vez y ahora el que corría era mi hermano del medio para que yo no lo tire a él al agua.

[...]

Ya eran las tres y las charlas estaban tomando un tinte algo melancólico y metafórico. Bianca y Patricio debatían algo sobre los números angeles, o algo así, y de qué símbolo los identificaba más y yo escuchaba atentamente. Ambos estaban algo mojados porque terminaron en la pileta, pero el clima era lindo así que tenían una toalla colgada en sus hombros sin temblar. En un momento me aparte, ya estaba un poco aturdido por todo lo que estaba pasando. Si miraba hacia atrás, realmente, todo había sido una total y completa locura. Era un sinfín de emociones, de momentos lindos y malos. Si alguien llegaba a preguntarme como habían sido estos últimos dos meses la verdad es que no sabría cómo explicarlo ni ponerlo en palabras sencillas. Los sentimientos me abatían por completo al ver que Bianca, la mujer que siempre ame, estaba riéndose con mis hermanos como si el tiempo no hubiese pasado y cuánto agradecía ese tiempo igualmente porque gracias a eso yo pude aprender a apreciar estas cosas. Con todo lo que pasó creo que la vida me estaba diciendo que no, que definitivamente no era ese el camino... que mi camino era este, sea como sea, tenía que estar con mi familia. Con mi hijo y con la mamá de mi hijo. Preservar su seguridad, cuidarlos y protegerlos con mi vida si eso llegaba a ser necesario. Los suspiros se me escapaban y no podía evitar emocionarme con todo eso. Últimamente la paternidad me había pegado muy fuerte y había ablandado algo en mi corazón que suponía ser piedra.
Volví a la ronda, sentándome al lado de Bianca, aturdido por los recuerdos y las emociones, sin prestar atención a lo que estaban hablando, solo me sentí rodeado de un calor que hacía tiempo no percibía en mi ser cuando sentí que apoyó su cabeza en mi hombro y se abrazaba a mi brazo. Deje que mi mano se apoye en su rodilla, propinando algunas caricias con mi pulgar, descargando por allí todo lo que quería gritarle en la cara, todas esas palabras que tenía atoradas en mi pecho, en mi corazón... ese corazón que latía y latía sin cesar su ritmo cuando la sentía cerquita, aquel que se había detenido en el momento que se alejó de mi, aquel que volvió a su órbita en el instante que los vi a los dos por primera vez... este corazón, mi corazón, les pertenecía total y completamente a ellos dos.

[...]

Estábamos volviendo de la casa de Gastón, Bianca había tomado demasiado y me había ofrecido a llevarla a su casa y yo me volvería en taxi o uber, pero no quería que maneje así. Estaba dormida al lado mío, la había abrochado al cinturón con sumo cuidado e incline el asiento para asegurar su comodidad.
Verla dormir tan tranquila me dejaba una paz absoluta, saber que estaba bien y estaba acá conmigo para poder confirmarlo me ponía demasiado feliz. Al llegar a su casa la desperté.

—Bian... llegamos a tu casa. —le susurre acariciando su hombro con cuidado y frunció sus cejas.

—No quiero que te vayas, veni conmigo, Guido.

Me tomo por sorpresa. Pestañeé varias veces creyendo que había escuchado mal, como si eso volviera a reproducir sus palabras en mi cabeza, pero no.

—No me quiero separar más de vos.

No sabía si acreditar aquello a su embriaguez, o a qué aún estaba dormida. No lo sabía con claridad, no quería hacer algo que la incomode. Por supuesto que quería estar con ella, por supuesto que quería quedarme al lado suyo toda la noche, toda la vida si era posible.

—No estoy borracha, estoy hablando enserio.

Cuando centre mi mirada en su cara pude notar que me estaba mirando, con una emoción considerable en sus ojos que amenazaban con soltar algunas lágrimas.

—No estoy borracha. Siento que... siento que te necesito, siento que sos mi lugar seguro, Guido... no quiero que te alejes nunca más de mi. —concluyó mientras se sentaba quedando frente a mí y yo no sabía que decir, estaba ¿asustado?— Por favor, quédate conmigo. —y me abrazo, me abrazo con una suavidad increíble, como si fuera algo que se pudiera a desmoronar si lo tocaban con algo de fuerza, para después comenzar a acariciar mi espalda.

¿Yo? Seguía sin reaccionar.

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Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora