Capítulo 12.

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09 de Diciembre 2024
Narra Guido.

El abrazo que nos dimos fue como si todo lo que había vivido, todo lo que había sufrido, hubiera quedado en el pasado; enterrado más allá del magma del interior de la tierra. Llore como hacía mucho no lloraba. Ver a mi hijo, verlo de bebé, escuchar su risita, su voz... fue... más mágico de lo que había imaginado o soñado alguna vez. Bianca estaba igual que yo, ambos llorábamos como unos nenes. Cuando nos separamos nos vimos y nos reímos. Era hermosa hasta cuando se reía con la cara llena de lágrimas.

—Creo que nos va a hacer bien lavarnos la cara y salir al balcón a tomar un poco de aire. —me dijo con la voz entrecortada y yo asentí.

Nos levantamos y la seguí al baño, seguí buscando con mi mirada algo que pertenezca a mi hijo pero no hubo nada que lo haga parecer. Por lo visto había escondido muy bien las cosas. Nos refrescamos un poco la cara y volvimos al living para salir al balcón.

—Capaz te incomode la pregunta pero ¿escondiste las cosas de Gio por algo en particular? —vi cómo apretó un poco su mandíbula.

—Si, fue totalmente premeditado, más que nada para que podamos centrarnos en lo que vinimos a hacer acá, para lo que nos reunimos. Y si veías todas sus fotos y sus cosas no creo que te hayas podido concentrar como lo hiciste. Espero que no te molesta.

—No, me pareció muy raro, pero ahora que me lo explicas puedo entender tu punto y tenes razón, no me iba a poder concentrar en nada más que ver sus cosas. —reí algo avergonzado.

—¿Queres ver su cuarto? —asentí sin dudarlo un segundo y la empecé a seguir mientras caminaba hacia la puerta que nunca abrimos desde que la conozco, era el otro cuarto. Ella, en su momento, lo usaba para guardar algunas cosas que le sobraban.

Me miro unos segundos y después la abrió dejándome ver un cuarto blanco, con una pared en azul y varias constelaciones pintadas encima simulando un cielo, el suelo que antes era alfombra ahora era de piso flotante, tenía una cajonera blanca con los cajones que iban de un gris más oscuro a uno más clarito, había dos cuadros que llamaron mi atención.

—Jodeme que le gusta Gustavo Cerati. —la mire y asintió con una gran sonrisa.— Tiene buen gusto. —dije observando el cuadro que era la portada de "Bocanada" y el otro del disco "Canción animal". Mire algunas fotos que tenía ahí. Una con Bianca y otra solito sonriendo con el pelo largo tapándole los ojos.— Es muy parecida a una foto que tengo en la casa de mi mamá.

—Si... la vio el otro día que fue y me dijo Ali que pensó que era el. —ambos nos reímos un poco. Era verdad, mientras más lo veía más parecido le encontraba a mi.

—Salvo por los ojos... —le explique y me miro atenta.— tiene tus ojos grandes y pestañas largas. Tiene mi mentón dividido pero cuando se ríe tiene tus hoyuelos. —le dije sonriendo levemente y ella asintió convencida de lo que le explicaba.

—Si, asi es. Algo tenía que sacar a mí después de llevarlo cuarenta semanas en la panza, pequeño ingrato. —dijo riéndose y mirando la foto al lado mío.— Es hermoso, y muy inquieto. En el acto de jardín casi tira los mástiles con las banderas por no quedarse quieto. Deci que estaban bien agarrados sino chau. —le sonreí con algo de nostalgia.

—Como cuando tire la decoración de un evento apoyándome en la columna...

—Tal cual, así mismo. Así que saco eso también de vos. Y esta belleza... —señaló atrás mío, por un momento creí que me iba a señalar a mi.— la eligió el... le gusto el color me dijo.

Era una batería bastante amateur pero completa y hermosa. Del tamaño justo para un infante. Color bordo con purpurinas tornasoladas y borde cromados con detalles en negro.

Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora