Capitulo 29.

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29 de Enero 2025
Narra Guido.

Me desperté primero debido a unos ruidos que había en la calle, me había olvidado lo ruidoso que era la zona donde vivía Bianca... donde vivía Bianca... ESTOY CON BIANCA. Me separé de mi agarre con cuidado para observarla, no fue un sueño... era tangible, era real, muy real... De todos estos años en los que soñé con este momento me había quedado totalmente embelesado, intentaba recordar que había pasado en la madrugada y no podía creerlo todavía. No caía en que había estado con ella. Aquellas inseguridades que sostenían mi persona se habían apaciguado, ella me quería, me quería tal y como yo a ella y no sabía si con más o con la misma intensidad. Es que para mí Bianca no era de este plano, era algo así como una diosa imposible de llegar, imposible de persuadir, imposible de tocar... Bianca era mi santa, me arrodillaba siempre ante su ser, pongo en ella toda mi fe, mi futuro y todo mi querer, mi sacramento fue en su cama bautizándome en sus aguas, volví a nacer, podía entender todas esas locuras que me imaginé porque era capaz de todo por ella.
Me volví a enredar en su cintura, como si mi vida dependiera de ello, como si allí se encontrara mi último y único aliento. Mi nariz se hundió en su pelo buscando olfatear aquel olor que tantas veces fantaseé con sentir, embriagándome de su ser, de su esencia... quería más, muchísimo más y lo quería para toda la vida. La sentí removerse entre mis brazos con una pereza increíble, se dio vuelta para esconderse, ahora ella, en mi cuello, acariciando la punta de su nariz con mi piel sensible, haciendo que me estremezca de solo sentir sus manos recorrer con una suavidad increíble mi espalda y mis costillas, no me había percatado de que todavía seguíamos desnudos en la cama, esa cama que tanto había extrañado... sus cortinas rojas ya no estaban y eran reemplazadas por unas blancas, la pared que antes era negra ahora estaba de un color caqui... todo era más moderno y maduro, al igual que los ocupantes de la cama. Yo no tenía ganas de ver a nadie más al amanecer que no sea ella y sus rulos hermosos, no quería sentir otra piel después de recordar en este estadio lo que era la suavidad de esta porcelana que componía su epidermis. No quería ser besado por otros labios que no sean los suyos, no quería nada más... no me hacía falta nada ni nadie más. La quería a ella, siempre. Quería ser quien la rodee todas las noches con mi cuerpo, quería entregarle todo este amor acumulado, quería ser asfixiante e intenso como nunca en la vida me imaginé que iba a querer ser. Quería amarla, amarla bien, amarla como tenía que ser, amarla hasta el hartazgo. La miraba y solo pensaba en cosas lindas, la miraba y no podía creer que sea real, la miraba, la sentía, y las ganas de llorar me ahogaban; la miraba y podía jurar que no había visto ser más hermoso y luminoso en mi vida, y la verdad es que había visto mucha gente así... pero nadie como ella, jamás, ni en mil vidas más podría hallar alguien capaz de hacer que mi interior se incendie de esta manera. La miraba y en mi cabeza empezaba a sonar "Perdido en Ti" de Spinetta... ella era eso, la perdición, mi perdición. He invertido tiempo, tiempo valioso, pensando en ella, gastando algo que sé que no va a volver tal y como lo era el paso de los segundos, de los minutos, de las horas, meses y años; todo ese tiempo lo había invertido en contar gotas, en contar cuánto era que la amaba, y sin embargo me seguía perdiendo una y otra vez... sin llegar a ningún número en si porque la realidad era que mi amor por Bianca era incalculable. Si no era capaz de ponerlo en palabras muchísimo menos podría llegar a ponerle algún tipo de número o valor... no existía infinito que se asemeje a este sentir tan profundo por la mujer que yacía al lado mío, con su pelo desparramado entre mi brazo y la almohada, con su respiración chocando contra mi piel, con la suavidad de su tacto haciendo que la dureza de mi ser se vuelva agua entre sus dedos... solo ella era capaz de hacer eso, solo ella era capaz de lograr que me ablande a tal punto, me tenía a sus pies y no me intimidaba ni me avergonzaba admitirlo porque el mundo entero sabía que Bianca era mi punto débil, Bianca era mi motor y mi vida entera pendía de sus manos, de sus labios, de su existencia y su bienestar. Le otorgaba la potestad de hacer conmigo lo que quisiera y todo lo que se le ocurriera me iba a venir bien.
La rodee mejor en un abrazo cálido, un abrazo cargado de emociones y sentimientos. Suspiro soltando un sonido suave que me estremeció aún más.

Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora