Capítulo 09.

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04 de Diciembre 2024
Narra Bianca.

El fin de semana pasó, y estaba en el trabajo después de dejar a Gio en su escuela. No entendía, ni voy a entender, como hacen que los chiquitos sigan yendo a la escuela por tanto tiempo y con tanto calor. Gracias a dios, Gio era un nene bastante aplicado. Bah, creo que es algo que le inculque, el ritual era sentarnos a merendar, poner musiquita de fondo y hacer juntos los deberes. Sabía escribir su nombre y el mío, estaba aprendiendo el de sus abuelos. Hace poco descubrió que los abuelos son los papás de sus papás y de ahí surgió su duda de saber quien era su progenitor.
Estaba terminando de liquidar unos sueldos cuando vino Pablo.

—Boluda, ¿te enteraste? —me pregunto sorprendido. Esto era lo bueno de ser amiga del gerente general, tenías noticias frescas siempre.

—Bancame un segundo que envío esto y te escucho. —termine mi trabajo en cinco minutos en los que tuve la mirada impaciente de mí amigo encima.

—Dale, Bianca.

—Para, no ves que si yo me equivoco en un número me rajan. Dale, ahora soy toda tuya.

—Bueno... lo echaron a Nicolás. —me quede estupefacta en mi asiento.— No se que mensaje le mando a Martín, después voy a averiguar mejor porque ahora estaba algo enojado y ocupado, pero lo rajaron.

Suspire notablemente afectada.— Yo no te conté pero... cuando me estaba yendo de tu cumpleaños me siguió...

—Si, se había ido hacía cinco minutos antes de que salgas vos, ¿no me digas que te espero?

—Si, me arrastro hasta la esquina, boludo... me empezó a manosear y querer besar. —la cara de Pablo era un espectáculo.— Estábamos ahí pero... apareció mi "Ángel guardián" —mordí la piel de mi labio y Pablo me hizo señas con las manos para que siga contando con mucha insistencia.— Guido —se tapo la boca con las manos.— Si, me salvo, no se si lo agarro del cuello y le pego porque yo me quede en el piso, destruida. Lo que pasó después fue más sorprendente también.

Le conté todo a mi amigo mientras nos íbamos a almorzar al comedor del edificio.

—¿Y le vas a mandar? —se unió Virginia, a quien le tuve que contar todo desde el principio.

—No se, amiga, es que entre mil veces a WhatsApp abriendo su contacto para una nueva conversación y nada... tipo empiezo a transpirar las manos, me empiezan a temblar las piernas y por ahí cuando veo que se pone en línea salgo rajando. Como si él tuviera mi número, ni siquiera me aparece su foto. —Suspiré y deje mi sanguche a la mitad, había perdido el apetito.— Me desespera no saber cuándo ni cómo.

—¿Gio no se iba este fin de semana con tu papá al campo? —asentí.— Bueno, ahí está. El nene no va a estar y van a poder charlar tranquilos y si surge algo más... —levanto sus cejas de forma sugerente y yo me negué con cara de asco.

—No, amigo, ni loca. No puedo. Me da miedo mandarle un mensaje y vos pensas que me quiero acostar con el. Son muchísimas las cosas que tenemos que charlar y nada agradables. Lo que me asusta también es el desenlace. No quiero discutir pero los dos tenemos muchos fundamentos para hacerlo. Y eso me pone muy tensa.

—Sacando de lado el chiste boludo de Pablo, lo del fin de semana te viene bien. Tenes sesión con Gabi hoy a la tarde y lo podes charlar mejor con ella hoy; seguro va a estar de acuerdo con que lo charles este fin de semana y no pierdas más tiempo.

—No se, también se viene su cumpleaños, es mañana, así que puede ser que esté ocupado el fin de semana. —me resignaba.

—Bueno, pero si hace algo seguro es a la noche. Podes invitarlo al mediodía, cuando Gio se vaya a la mañana temprano le decís que vaya. Estoy seguro de que no lo va a pensar mucho y va a ir. Por lo que me dijiste tiene muchas ansias de saber todo. —me pellizque el labio, siempre que me ponía nerviosa me la agarraba con mis labios.— Basta de lastimarte así, boluda, te sale sangre. Calmate. —me pasó una servilleta.

—Bueno, a ver saca el teléfono. —me exigió Virginia.— Dale. —saque el celular con desconfianza.— Dale, Bianca. No te vamos a matar y Guido tampoco lo va a hacer.

—Pero no me dijiste que espere a Gabriela hace cinco segundos.

—Para ver qué vas a decir y cómo. Pero verlo tiene que ser ahora. El destino te lo está diciendo. A ver ¿quien iba a pensar que te iba a salvar del degenerado de Nicolás? Era muy improbable que pase todo eso y por algo se está dando así.

—Bueno, a ver. ¿Que le pongo?

—Lo normal, decile que este fin de semana Gio se va y pueden charlar tranquilos en tu casa. Listo.

—Ay si, que fácil decirlo, hijo de puta. —me burlé y entré a WhatsApp.

Las manos de nuevo me empezaron a transpirar y el corazón me latía a mil por segundo. Dale, Bianca, no puede ser tan difícil, pensé y lo vi que se puso en línea. Solté el teléfono.

—Bianca, dale, amiga. —Virginia agarro el teléfono con cuidado y lo puso en frente mío de nuevo. Me acaricio la espalda aplicando algo de calor en la zona y Pablo apretó mi hombro.

—Dale, amiga, vos podes. Por Gio.

Y ahí estuvo mi motor, el motivo por el que hacía todo últimamente. Mi hijo. Nuestro hijo.
Teclee el mensaje y antes de enviarlo deje que mis amigos lo chequeen y ambos me dieron el okey para enviarlo. Como si ese botón fuera a desencadenar la tercera guerra mundial lo apreté.

Guido.

Hola, Guido. Soy Bianca. El fin de semana Gio no está en casa así que podrías venir al mediodía a charlar a la misma dirección de siempre. En caso de que no te acuerdes me avisas y te la paso. Espero que estés bien. Nos vemos. 12:33

Memorias | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora