Minho, al igual que su menor, se metió a su supuesta habitación.
Se dirigió a la cama y antes de acostarse en ella se permitió admirar la ordenada habitación de su dongsaeng. La cortina violeta pastel a juego con las colchas y las almohadas, el televisor, armario, algunas fotos que tenía pegadas a esta, un tocador masculino, una guitarra, se fijó en el aire acondicionado y rió al ver que tenía varias pegatinas aleatorias de dibujos hechas a mano (eso sí o sí tenía que ser obra de Hyunjin y Jeongin), la cama tenía cabecera de madera con divisorias en donde habían auriculares, algunas fotos encuadradas de la familia Kim y de los miembros, una laptop también con pegatinas, dos o tres libros, unos anteojos y el bendito despertador que lo obligaba a levantarse a las seis de la mañana, la pared era blanca y el ventilador era marrón al igual que la alfombra. Paseo su mirada descaradamente por toda la habitación hasta dar con el estante de libros frente a la puerta.
Sonrió, dándose cuenta que toda esa habitación representaba la personalidad de Seungmin completamente. Aparte de ordenado, el menor era detallista y perfeccionista, no se contentaba con poco.
Por fin se permitió el lujo de acostarse para ponerse a pensar.
Muy bien, ¿En que pensaría y como se limpiaría la conciencia?
Siempre le pasaba eso. Cada vez que quería pensar algo, su mente se blanqueaba y terminaba dándole dolor de cabeza, por eso nunca se esforzaba en pensar profundamente. Se puso a recordar momentos aleatorios desde que los miembros viajaron a Australia y él se quedó solo junto a Seungmin.
Seungmin.
¿Que había sido para él ese beso?
Y ahí estaba, la pregunta del millón. Esa interrogante que le comió el cerebro durante los primeros días cuestionandose el porqué del suceso.
¿Entonces esa pregunta era el moho que lo molestaba?
No, para Minho no había significado mucho realmente. Solo fue el resultado de la pequeña fiesta que organizaron entre ellos y la ebriedad. Estaba seguro que Seungmin pensaba lo mismo. O bueno, eso creía.
Además, a él le gustaba Jisung.
Descartó el beso porque fue una total pérdida de tiempo y se centró en sí mismo y su problema con las emociones. No sabía cómo expresarse, según su grupo de fans.
Ay por favor, tonterías. No lloraba porque no quería y él no era sentimental, no era su culpa que la industria musical coreana haya creado una imagen adorable, tierna e indefensa de los ídolos. Un concepto que no quedaba con él.
¿Entonces cuál era el problema?
Alzó una mano y se acarició el largo cabello rubio, se levantó y se dirigió al tocador a mirarse al espejo.
O mejor dicho, a admirar los atributos de su compañero.
Se paseó las manos por la cara, perfilando la respingada nariz, la marcada mandíbula y los labios. Bajó por la clavícula, sintiendo la suave piel blanca, continuó hasta llegar al abdomen, donde pudo sentir la dureza del estómago aún con la camiseta encima. Llegó a la cintura, dónde concluyó el recorrido, pudo notar lo pequeña que era. No tanto como la de Jisung, pero si tenía buena medida.
Levantó la camiseta, la cicatriz no estaba. Obviamente.
De pronto, Minho se encontró extrañando esa cicatriz. Esa maldita cicatriz que le provocó una pequeña inseguridad durante una parte de su vida pero que ahora le gustaba porque la había bautizado como el símbolo de representación de Lee Minho. O sea, que esa cicatriz era lo que lo hacía sentirse Minho a pesar de que probablemente comparta ese dibujo eterno en el abdomen con otras miles de personas.
Sonrió al espejo ante ese pensamiento y admiró la preciosa sonrisa que poseía su menor. ¿Porque Seungmin sufrió tanta inseguridad por su sonrisa si era tan malditamente contagiosa y linda? Minho recordó como, durante su tiempo con los brackets, este solía taparse a menudo la sonrisa en las fotos, en algunas ni sonreía, como durante un año entero se había acostumbrado tanto a colocar su palma sobre su boca al reír que hasta lo hacía en casa, en la intimidad. No recordaba como el menor había dejado esa actitud, se regañó a si mismo por no prestarle tanta atención.
Minho, parado frente al espejo, vio en el reflejo un bate y un guante de béisbol colgados en la pared, justo al lado del estante de los libros y cerca de la cama. ¿Como no se había dado cuenta antes?
Eso es.
Minho era Minho por su cicatriz, por sus gatos, por su baile, por su voz, por su mamá y por los miembros. Minho era Minho porque sí. No sentía esa añoranza con intensidad porque estaba más ocupado disfrutando de una nueva experiencia sintiendo y viendo las cosas desde otro cuerpo, desde una nueva perspectiva. Al igual que Seungmin, a quien representaría con emojis de café, perro y pelota de béisbol, él se representaba con emojis de gato, baile y comida. Ahí estaba.
Esa maldita cicatriz era lo que lo hacía él, y lo quería de vuelta.
Se volvió a acostar, aún sonriendo, y se dijo que nunca más se compararía con otras personas y despreciaría su cuerpo.
Después de todo, todos somos iguales pero diferentes. Nadie es perfecto, pero es esa imperfección la que nos hace únicos.
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¡Maldito Soju!
FanfictionMinho y Seungmin quedan solos luego de que los demás chicos hayan viajado a Australia durante dos semanas. ¿Que podría salir mal?, solo iban a pasar dos aburridas semanas ellos juntos deprimiendose. - Bebamos soju. - Estás loco. ... - ¡Sonnie, quíta...