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Apoyo la frente contra la puerta del dormitorio, demasiado avergonzada para salir

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Apoyo la frente contra la puerta del dormitorio, demasiado avergonzada para salir. Sé que tendré que enfrentarme a Jung Kook en algún momento... pero me gustaría evitarlo el mayor tiempo posible si puedo. Sin embargo, mi estómago no está de acuerdo. Estoy hambrienta.

Salto ante el sonido de que tocan a mi puerta, y mis mejillas ya en llamas se calientan aún más cuando escucho a Jung Kook riéndose del otro lado. Él tiene este efecto en mí. Estaba desconsolada anoche, pero despertarme en sus brazos hizo que el dolor perdiera control.

―Ari... no puedes esconderte para siempre. Tienes hambre, ¿no? Tengo croissants e incluso te compré esa porquería de café azucarado que te gusta pero que nunca puedes terminar.

Me animo, intrigada.

―¿Un macchiato de caramelo?

―Sí.

Coloco mi mano en la puerta, dudando antes de abrirla. Encuentro a Jung Kook de pie frente a mí, vistiendo nada más que pantalones cortos de entrenamiento. Mis ojos recorren su pecho y bajan... y bajan. No puedo creer que me subí encima de él anoche. Estoy tan avergonzada. Si Jung Kook supiera lo que estaba soñando, nunca me miraría de la misma manera.

―Arriba ―dice, y parpadeo confundida.
—Mis ojos están aquí arriba, bebé. Sigue mirando mi pene de esa manera y te daré algo para mirar.

Oh, Dios. Trato de empujar mi puerta para cerrarla para poder esconderme, pero Jung Kook no lo permite. Se inclina y me levanta, tirándome sobre su hombro mientras me lleva a la cocina.

―¡Jung Kook!

―No ―dice.
—Vas a comer.

Lo fulmino con la mirada cuando me deja junto a la mesa del comedor, pero me ignora y se sienta frente a mí, mostrando su torso. Le doy un mordisco al croissant, pero apenas puedo apartar los ojos de él.

―¿Entrenamiento de boxeo? ―pregunto, sabiendo muy bien que eso es lo que hace todos los sábados por la mañana.

―Sí ―dice, sonriéndome.
—De alguna manera, me siento un poco frustrado esta mañana, insatisfecho, por así decirlo. Tengo algo de energía extra para gastar.

Estoy segura de que mi cara ha estado roja toda la mañana, pero si no lo estaba, lo está ahora.

―Jung Kook, lo siento mucho ―le digo.
—Estabas tratando de mantener a raya mis pesadillas, pero terminé convirtiéndome en una para ti. No quise hacerte sentir incómodo. Realmente lo siento.

Me mira con el ceño fruncido, con mirada escrutadora.

―Aria ―dice, dibujando mi nombre.
—No sé... estoy un poco preocupado, para ser honesto.

Trago saliva, y mi corazón se acelera. Me lo esperaba, tiene todo el derecho de regañarme.

―Bebé, ¿no sentiste lo dura que estaba mi polla? No sé, quiero decir... estoy bastante seguro de que mi pene está por encima del promedio, al menos, pero si no lo sentiste presionado contra tu coño, entonces puede que esté equivocado.

HASTA TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora