Decisiones Desafortunadas

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Esa mañana recibió un mensaje que hizo poner en duda su viaje.

"Si no necesitabas ir al Valle Milagro ni te acuerdas de mí. Me gustaría saber que fue de ti en todos estos años. Espero que te vaya bien con el dato que te di. Si te parece podemos vernos en la tarde a tomar un café o, no sé, lo que gustes".

Sus palabras lo pusieron nervioso, aunque tenía el vago recuerdo de haberla besado. Se dio cuenta que solo la buscó para obtener un contacto, sabiendo que su familia venía de aquel valle en particular, se sintió algo culpable. Ella le respondió amablemente dándole el contacto una tia, doña Maria. Raquel fue su amiga en segundo medio, despues de ese año se cambió de colegio y no recuerda bien que pasó ni porqué perdieron el contacto, como varias amistades que se pierden en el camino.

En la escuela, Raquel era la más linda de su clase, siempre la percibió lejana e inalcanzable, él era más bien tímido y no el tipo de chico del que se enamora la popular. O nadie, pensaba. Estaba lejos de siquiera llamar su atención y por eso mismo no le importaba. Por otra parte, Roberto era más bien retraído y con cámara en mano lo hacían un imán para los imbéciles, haciendo la etapa de la escuela algo totalmente olvidable. De vez en cuando fotografiaba con su vieja cámara las copas de los árboles desde los balcones del antiguo edificio al que asistían, notaba como cambiaban con las estaciones y lograba percibir cada uno de sus detalles. Desde esa edad tenía la capacidad de encontrar el ángulo perfecto para inmortalizar lo que quería expresar.

Le respondió al momento que recibió el mensaje.

"Me encantaría Raquel, pero me contacté con tu tia asi que voy saliendo para allá, me gustaría mucho verte. Estuve haciendo memoria y mis años de enseñanza media fueron bastante confusos. Si te parece mañana salimos y nos ponemos al día de todo. Te cuento como me va. Adiós".

A Raquel nunca le faltó la atención desde que llegó en primero medio, todos rondaban alrededor de ella en los pasillos del liceo. Era la popular, no por su belleza solamente, sino que por su gentileza y amabilidad. Cualidades que cualquier adolescente mal interpreta a su conveniencia. Durante el primer año tuvo un par de novios mayores que ella, de otros cursos. Evidencia necesaria para que las envidiosas comenzaran a serpentear rumores acerca de ella y sus intimidades, difamaciones que por lo demás no eran más que inventos de alguna celosa, pero en esos patios los rumores se convertían en realidad. Roberto nunca pensó que fuese así, aunque apenas hablaba con el resto, de igual manera los comentarios llegaron a sus oídos, mas no era capaz de defenderla. En parte se sentía identificado con ella, provenientes del campo, sin conocer las malas intenciones de la ciudad. Al intentar recordar cómo se hicieron amigos, solo venía a su mente todo el acoso que recibieron por parte de sus compañeros durante un tiempo. Seguramente al verse solos de a poco entablaron una amistad. Le parecía extraño no recordar los detalles.

Pensó un par de veces en retractarse y a aceptar la invitación para aquel día, pero la necesidad era mayor. Solo este último trabajo, si no resultaba, reinventarse era el próximo objetivo.

Saliendo de la ciudad su madre lo llamó.

– Hijo, ¿va a venir al cumpleaños de su abuela?

– Oh, mamá lo siento –se sintió mal por olvidarlo–, voy de viaje por un trabajo, cuando llegue en la tarde paso a saludarlos.

– La abuela pregunta por ti todos los dias, del único que se acuerda es de ti. Que te cuesta venir.

– Es que es importante.

Por un momento a Roberto se le paso por la mente cancelar el viaje e ir al cumpleaños de su abuela y despues poder salir con Raquel.

– ¿Tan importante es?

Las palabras de su madre resonaron en su mente, comprometiéndose consigo mismo a terminar este trabajo.

– Si mamá, te prometo que este es mi último esfuerzo, cuando vuelva conversamos.

– Bueno. Cuídese hijo, lo esperamos.

A Roberto le volvió a rondar en su cabeza sus años de enseñanza media.

– ¿Mamá?

– Dígame hijo.

– Estuve intentando recordar sobre la media y sabes que, no me acuerdo de segundo medio.

Hubo unos segundos de silencio antes que la bocina emitiera la voz de su madre.

– Ese año fue cuando te viniste a vivir conmigo.

– Y desde allí no vimos más al papá tampoco, ¿o no?

– Si es verdad, pero hijo, prefiero que hablemos eso cuando te vea. No te preocupes, sé que fueron tiempos malos para ti, pero logramos salir adelante igual.

– Si mamá, eso lo recuerdo y gracias por eso, creo que nunca te lo dije.

– Para eso estamos los padres, ya no me digas más cosas que me harás llorar. Llega pronto te estaremos esperando.

– Las quiero mucho, nos vemos en la noche.

Al cortar la llamada, ve que tenía un mensaje sin leer, era de Raquel.

"¿De verdad no recuerdas?".

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