El crepitar de garras y dientes, para la tranquilidad de Roberto ya no se oía. Miró nuevamente por el orificio y no vio nada del otro lado, solo la mesa redonda y el sillón. Toma valor y empuja la puerta que rozaba fuertemente con el suelo. Dejó el espacio necesario para que su mano entrara para palpar el suelo en busca de su telefono, sin éxito. Volvió a empujar la puerta unos centímetros más para meter su torso. Allí estaba.
Estiró su cuerpo para alcanzarlo, al tomar el aparato de reojo vio una silueta. La misma de antes, en la misma posición, con la misma postura cubriendo su rostro. Sentía como los músculos de su cuerpo se tensaban ante la aparición. Lentamente levantó el telefono y apuntó el foco hacia el ser. Se encontraba quieto, como una estatua. Logró ver con más detalle lo derruido de sus ropas, aunque en vez de rasgaduras parecían grietas. El aspecto huesudo, apenas con piel, de sus extremidades hizo que se erizara cada vello de sus brazos. El pelo a colgajos dejando ver su cráneo en la coronilla. Alcanzó a notar que, oculta tras sus manos llevaba una barba, canosa e irregular.
– Piedad –susurra entre los tendones de sus manos.
Roberto contrajo sus músculos rápidamente sobre sí mismos devolviendo su cuerpo a la sala siguiente. Tira con ambas manos de la manilla, cerrando fuertemente la puerta secreta.
Da un suspiro de alivio y al abrir sus ojos el haz de luz iluminaba la puerta. Era de color rojo desde ese lado y lucía en medio una cruz simple dibujada con tiza. Rápidamente va a su cámara, la enciende y retrocede hasta llegar a la foto de la pizarra, era la misma cruz.
No sabía que pensar, ni sabía si valía la pena investigar, pero debía continuar hasta encontrar la salida. Su telefono estaba caliente por llevar tanto tiempo encendida la linterna. La batería marcaba en 27%. Ve la hora, casi media noche.
Se lamentaba de no ir a ver a su abuela en cumpleaños, ni siquiera un mensaje podía enviarle, antes que acabase el día. Tambien pasaba por su mente Raquel, quien podría pensar que solo necesitaba su dato y no le importaba una salida con ella, de todas maneras, maldijo el momento en que decidió contactar con doña María.
Al iluminar el cuarto era notablemente más grande que el anterior, numerosas tuberías entraban y salían de las paredes, tableros con botones y palancas sobresalían de los muros conectados entre sí por tuberías delgadas. Las superficies oxidadas daban cuenta del paso del tiempo y los estragos de la humedad en el metal. "¿Qué hace todo este mecanismo debajo de una iglesia?", se cuestionaba. Le llamó la atención la cantidad de engranajes ubicados por todo el techo, parecían fundidos entre sí por el óxido. Al centro de la habitación, un pilar sostenía el techo, eso fue con lo que chocó anteriormente. Desde una caja metálica emergía una palanca y sobre ella un dibujo de un rayo casi ilegible. Tímidamente empujó la palanca que para su sorpresa se movía con facilidad. Al comenzar a girarla emitía un ruido que se agudizaba a medida que aceleraba. Se percató de inmediato de que se trataba.
Dejó la linterna sobre la caja de la palanca, la tomó con fuerza y comenzó a girarla repetidamente. El pitido se tornaba agudo a medida que elevaba la velocidad, unas gotas de sudor comenzaban a emerger de su frente luego de unos minutos.
– Vamos, funciona.
De pronto unas chispas saltaron desde una pared, inconscientemente se cubrió y no logró ver desde donde provenían.
– Carga, porfavor.
Continuó girando la palanca a una gran velocidad, su brazo quemaba, pero no se rendía. Hasta que por fin sucedió, luces en las paredes se encendían en una cálida iluminación amarillenta. El logro le devolvió el alma al cuerpo. Dejó de girar y estiró su brazo agotado, mientras apagaba la linterna, notaba como la batería bajó de un cuarto de su capacidad.
Ruidos metálicos resonaban en las paredes, rechinaban y crujían moviendo una especie de mecanismo invisible. Al fin sintió algo de tranquilidad. No tenía idea, ni se imaginaba para que servía tanto botón y palanca en los tableros, prefirió no tocar nada. Volvió a la puerta roja firmada con la cruz para ver nuevamente por el agujero. Solo oscuridad. Decidió avanzar por la puerta siguiente, no sin antes dar unas vueltas más a aquel dínamo que le devolvió la esperanza.
La puerta se abrió fácilmente, dio lugar a una especie de laboratorio, mesones llenos de vasos de vidrio con diversas formas y tamaños, graduados y ordenados. Un estante con puertas de vidrio contenía capsulas transparentes, al parecer contenían muestras por su etiquetado incomprensible. Los muebles eran bien ornamentados, hechos a mano por algún talentoso carpintero y orfebre. Tomó fotos a cada detalle del estante, habia olvidado que tenía la cámara consigo. Abrió todos los cajones encontrando libretas escritas a mano con palabras inentendibles, quizás en alemán o francés. Al fondo una imponente puerta metálica relucía, contaba con una manilla giratoria oxidada. Corrió a afirmarse de aquella manivela y la intentó girar con todas las fuerzas sin éxito alguno.
El leve momento de alegría se desvaneció al rato de no poder mover ni un milímetro el cerrojo de la gran puerta de metal. No encontraba lógica para aquella puerta en un lugar así, parecía una de aquellas que se utilizan en los barcos o submarinos con el fin de no dejar pasar el agua en un caso de emergencia o mantener una presión constante.
Una idea fugaz se le cruzó por la mente, corrió al estante para sacarlo y llevarlo arrastrando hasta la sala por donde cayó. Empujó con todas sus fuerzas, pero el estante tampoco se movió, ni un centímetro. Se sintió mal a no escuchar ni que crujiera un poco. Al revisar al interior del mueble se dio cuenta que era imposible moverlo ya que estaba anclado a la muralla. Se decepcionó y ya casi resignado se decidió volver tras sus pasos e intentar alcanzar el piso de la iglesia de alguna manera.
Al decidirse y ver por última vez su reflejo en el cristal de la puerta, notó unas letras que le parecieron familiares 'C H O', bajo ellas, en la etiqueta alcanzaba a leerse 'ZITRON...'. Cosa que le hizo sentido de inmediato, recordó sus clases de fotografía y los Compuestos que se utilizaban para el revelado que, además, alguna vez escuchó que servía para quitar oxido. Toma la botella y la esperanza vuelve.
– Ácido cítrico.
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La Casa de Dios
ParanormalRoberto es un fotografo que busca traer lugares olvidados al presente. Este viaje traerá consigo antiguos recuerdos de su adolescencia, que le servirán para desenmascarar un antigua investigación. Nunca fue una persona ligada a la fe, pero esta casu...