La Indagación

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Se decide por revisar uno por uno los libros de la estantería. Algo de información esperaba encontrar para entender el objetivo de aquella instalación debajo de la iglesia. Toma algunos y no encuentra ninguna ilustración en ellos que el indicara algo a qué se referían. La barrera del alemán no le permitía ni siquiera hacerse una idea de lo que hablaban. Hasta que llegó a uno con tapa de cuero rojo. Planos de la iglesia, detallados dibujos de la estructura e instrucciones para su construcción en el idioma germano. Estructuras trianguladas que parecían esconderse tras los paneles metálicos de la fachada e interiores. En su portada encontró un nombre que le sorprendió, A.G. Eiffel.

Apartó aquel y siguió hojeando otros. Nada en particular. Le llamó la atención que tres libros destacaban sobre los otros, los tres gruesos y bien cuidados. El primero mostraba en la tapa un candelabro de siete brazos, titulado "DIE TORA"; el siguiente mostraba letras, a su parecer árabes, una bella ornamentación en dorado mostraba el título de "AL-QUR'AN"; y finalmente un título que a pesar del idioma pudo identificar de inmediato, "DIE BIBEL". Era curiosa la manera en que estos tres libros destacaban por sobre los demás en la estantería.

Bajo los libros dos puertas corredizas en la base del mueble se presentaban, habían pasado desapercibidas en la oscuridad sin manillas que destacasen. Con la palma abierta sobre la madera, Roberto empuja la puerta que dificultosamente se abre a de a poco. Un brillo metálico lo hizo meter su mano. Era un aparato pesado de metal, frio al tacto, tan pesado que dejó la lampara en el suelo para tomarlo con ambas manos. El estado era impecable, una reliquia para quien, como él, sabían que se trataba de un tesoro invaluable. La coronaba una placa metálica que mostraba la marca "Rolleiflex", bajo ella un par de lentes ocupaban casi todo el resto del frente del aparato. A sus costados perillas y manillas relucían sus detalles cromados. Roberto estaba fascinado al tener entre sus manos semejante antigüedad. La examinó unos segundos y luego volvió a revisar tras la puerta corrediza.

Mas reliquias tecnológicas aparecieron para su deleite. Un proyector de 8mm yacía tumbado y a su lado una grabadora, "Cinemax C-501" se leía en su costado. Por un momento Roberto olvidó en la situación que estaba, dejándose deleitar por aquellos tesoros para él. Escudriñando más adentro en el mueble encontró decenas de rollos de peliculas. Sin dudarlo tomó el proyector y lo puso en la mesa del escritorio, buscó un enchufe y algo nervioso lo conectó a la corriente. Pasaron unos segundos antes que la maquina comenzara a sonar despues de presionar el interruptor. Recordó haber visto en videos como se montaba una de estos reproductores, tomo un rollo al azar y lo instaló.

La máquina giraba lentamente los discos sobre ella, llevando la tira de fotogramas de un lado a otro, pasando por la luz que proyectaba la imagen. Se trataba del pueblo, grabado desde una loma ya que se notaban los techos de las humiles casas. Sin duda era Valle Milagro, el pueblo en ruinas que recorrió hacía unas horas. En aquella pared iluminada cobraba vida nuevamente. Niños corrían y carretas transitaban a lo lejos. Acelera las imágenes esperando encontrar algo que le hiciera sentido, pero solo imágenes del pueblo pasaban por sus ojos. Rápidamente buscó otro rollo y lo intercambió.

La imagen era estática y algo oscura, mostraba unas cruces colgadas en una pared. Cruces por las cuales pasó a su lado un par de veces. Se trataba del pasillo, grabado desde atrás del cristal de la sala con la esfera gigante. Esperó unos minutos y la imagen continuaba sin movimientos, excepto las fallas de la cinta que le daba uno que otro movimiento al cuadro. Se acerca al proyector para adelantarlo, cuando una persona encapuchada pasa lentamente atravesando el pasillo. Se detiene justo al centro, delante de las cruces, se voltea hacia la cámara dejando ver una oscuridad bajo el manto donde debería estar su rostro. Sus movimientos eran extraños, entrecortados y no con la fluidez de una persona normal. Roberto entendía que no se trataba de la grabación ya que en la anterior las personas caminaban con fluidez por el pueblo.

Parecía como si estuviese hablando, los movimientos se volvían oscilantes y bruscos, hasta que, abruptamente el ser coloca sus manos en el cristal dejándose ver con mayor detalle. Las manos cubiertas de guantes sin dedos, sangraban y el líquido corría desde sus muñecas. Su rostro no parecía humano, más bien, como la pintura de un rostro. Se aleja unos centímetros del cristal y el rostro se ilumina con las luces de la sala del sillón rojo. Los pómulos le brillaban como una estatua de cerámica, la boca cubierta de un bigote y barba blanca fijas, como pliegues hechos a mano simulando cabello. Lo más perturbador eran sus ojos, casi fijos e inexpresivos daban sutiles movimientos que resultaban espeluznantes. Sus pupilas se desplazaban dentro del contorno de sus ojos como una animación en dos dimensiones.

El proyector y las luces comienzan a parpadear con la imagen del hombre dirigiéndose hacia la sala del sillón rojo. No solo las luces de la imagen parpadeaba, sino que todas las demás. Roberto se dio cuenta de inmediato que debía darle unas vueltas más al dinamo.

Con la intermitencia de las luces Roberto llegó corriendo a la sala de máquinas a girar enérgicamente la palanca para generar energía. Las pausas de oscuridad se fueron haciendo cada vez más largas hasta que finalmente quedó a oscuras.

Giraba con más fuerza la palanca, haciéndolo sudar. Comenzaba a desesperar en la ausencia de luz, su pulso aumentaba y su respiración se volvía irregular. Un susurro a sus espaldas lo detiene en seco.

Se queda inmóvil unos segundos hasta que lo escucha nuevamente.

– Ayúdanos.

Una voz femenina y seca se oía desde una esquina de la sala a oscuras. Roberto tragó saliva y el hormigueo constante doblegaba sus piernas para correr, o caer desvanecido.

– Eres el único que puede.

Saca su telefono, ágilmente se voltea alumbrando con la pantalla. Debajo de una túnica roída por el tiempo un rostro evade la luz volteando hacia el costado. Dejaba ver su mentón, con unos delicados labios y en su mejilla musgo crecía. Sus labios se abrieron y sin modular se escuchan sus palabras.

– Ellos solo trajeron desgracia.

La suave voz no lo hacía estremecerse como los otros seres que vio anteriormente. Mas bien le llevaban a sentir compasión. Estas últimas palabras resonaron en su memoria, eran similares a lo que don Juan le dijo en su momento de lucidez.

– ¿Qué es lo que quieren? –se atreve a preguntar.

– Ayúdanos –sostuvo.

– No sé cómo, solo quiero salir de aquí.

– Con tu fe.

Las luces volvieron abruptamente y la mujer desapareció. Roberto quedo en blanco.

Tras unos segundos de tratar de encontrarle sentido a las palabras que pronunció la mujer, se reincorporó. Todo le parecía muy críptico. Volvió al escritorio y el proyector se encontraba cubierto de la cinta de la pelicula, enredada entre los discos giratorios. Estaba desecha.

Con impotencia se sienta en la silla del escritorio, se toma el cabello, el cansancio superaba sus límites. Al ver la hora pasan de las tres de la mañana. Cruza sus brazos sobre la superficie y posa su cabeza sobre ellos, suspira y un relajo recorre su cuello hasta su nuca. Se siente relajado por unos segundos y voltea su cabeza hacia un costado, para evitar la luz de la lampara. Entreabre sus ojos y ve algo que no revisó antes, el pequeño cuaderno desde donde cayó la nota.

Sin despegar la cabeza de la mesa y con un brazo casi sin ganas, toma la libreta y la abre en cualquier página. Lentamente levantó su cabeza, sintiéndose como un tonto. La primera página decía claramente en español: "Instrucciones de apertura y cierre del Äether".

Las palabras de la mujer resuenan en su mente.

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