Al día siguiente del incidente, Tapia no apareció. A pesar de lo que estaba pasando y sabiendo que podían seguir ocurriendo cosas, Roberto y Raquel gozaban de una dulce tranquilidad desde hacía mucho tiempo. Ambos caminaban libremente por los pasillos, y conversaban en los recreos sin las miradas ni comentarios de los demás. Se dieron el tiempo para conocerse, contar sus historias y sus sueños, de donde venían y hacia donde pensaban ir. Al cabo de esa semana, en la escuela no existía nadie más que ellos dos.
Era viernes y el ultimo timbre traía la libertad y la alegría para muchos. Excepto para dos almas que no tenían pensado separarse.
– Vamos a verla.
– Ya tiene que haber pasado todo –los ojos negros de Tapia deambulaban en su mente causándole temor–, dejémoslo así.
– Debemos ir a darle las gracias. Nos ha dado la mejor semana de nuestras vidas –rio Raquel.
– Solo la vemos y nos vamos. Sin pedirle nada más, ¿me escuchaste?
– No quiero nada más –esboza una sonrisa.
Cuando el ultimo alumno abandonó la sala, ambos tomaron sus mochilas y bajaron al subterráneo. Todo seguía igual a la última vez. Desbloquean la puerta deslizando sutilmente el pasador, las bisagras chillan al abrirse lentamente. Allí estaba, en el mismo altar que ellos habían creado.
– Se está rompiendo –afirma Roberto.
– Esta llena de grietas –dice Raquel tocándola con la yema de sus dedos.
– Rapido, a lo que vinimos.
– Si, es cierto –igual que la última vez toma la mano de Roberto y cierra sus ojos en posición de oración–. Te venimos a dar las gracias, por darnos una semana llena de tranquilidad y seguridad. Tambien te agradecemos que estes castigando a los que se han portado mal con nosotros. Amen. ¿Vas a decir algo?
– Si –titubeó–. Espero que todo les duela como ellos nos han hecho sufrir en todo este tiempo. –Recibió un codazo en sus costillas– Ah, sí. Amen.
Dejaron la bodega atrás deslizando el metal para bloquearla. Al voltearse Roberto recibe un fuerte abrazo que lo inmoviliza.
– Te extrañaré –confiesa Raquel.
Roberto se puso nervioso. Aunque sentía un revoloteo en su estómago al darse cuenta que Raquel sentía cosas por él, su inseguridad le impedía aceptarlo por completo. Llevaba un par de dias planeando invitarla a salir, pero sin atreverse. Hasta ese día luego de esas dos palabras que lo confirmaban.
– Quería invitarte mañana a dar una vuelta –sus pómulos irradiaban fuego.
– No puedo –se lamenta con tono de berrinche–, mis papas me castigaron por lo que le dijo la directora. Que anduve con niños más grandes. Ahora no me dejaran salir más, ni menos con un niño.
Roberto aprendía a conocer los celos, ese sentimiento que le dolía como una patada en las costillas. Aunque eso ya quedó en el pasado, nuevamente, su desconfianza le bajaba las revoluciones.
– Te propongo otra cosa. Hablemos por telefono mañana en la noche. Sería como estar juntos.
– Esta bien –acepta Roberto ya más tranquilo.
– No te quiero soltar –dice Raquel frente a frente a Roberto. Sin soltar su abrazo.
El dulce aroma y su cálido aliento frente a él, hicieron que tomara todo el valor que tenía y atreverse a besarla. Beso que fue correspondido.
Era sabado y ya estaba completamente oscuro, se encontraba solo en casa ya que su padre tenía una junta con sus amigos. No le pareció raro a Roberto, sino más bien algo rutinario. Pero esa noche tenía una cita, un particular encuentro a través de una bocina. Marcó el numero anotado en un papel cuadriculado junto a la hora del encuentro que indicaba las nueve y media. No llamó hasta que pasaron cinco minutos, para hacerse el interesante. Cinco interminables minutos llenos de fantasear los peores escenarios posibles.
Sonó un tono, luego otro, hasta que en el tercero contestaron.
– Te demoraste cinco minutos.
– Eh, si es que no me di cuenta de la hora –dijo nervioso para disimular.
– Es broma –afirma riendo–, te extrañé.
– Tambien yo.
– Tan serio hombre. Cuéntame. ¿Ha pasado algo raro desde ayer?
– No que yo sepa, tal vez el Bernardo y la Javiera se salvaron. Como estaban fuera del colegio –dijo soltando su tensión inicial.
– Pero a la Valentina le robaron todo cuando estaba fuera de la escuela.
– ¿Crees que eso fue obra de la estatua?
– Preferiría pensar que sí. Suena justo –se escuchó reflexiva.
– Ya hablemos de otra cosa mejor –Roberto evita la conversación teniendo en cuenta que está solo en casa–. ¿Qué estás haciendo?
– Esta bien –dice riendo.
Conversan de su día y lo que hicieron. Roberto no tenía mucho que contar, en cambio ella gozaba de una gran familia donde siempre existía un panorama por realizar. Animosamente él escuchaba todas las historias que ella le contaba. Hasta que oye un grito desde el auricular.
– ¿Qué fue eso? –pregunta algo temeroso.
– Mi mama, no sé qué quiere. –Nuevamente se escucha el grito llamándola–. ¡Ay, que rabia!, le dije que iba a estar ocupada. Espérame un rato, te llamo a penas me desocupe.
– Si, anda –alcanza a decir cuando solo unos fríos tonos intermitentes le hablaban a través de la bocina.
Al cabo de unos minutos Roberto comienza a inquietarse. Da vueltas alrededor del sillón, mira por las ventanas, va al baño. No hay llamada de vuelta. "¿Y si le pasó algo?" se preguntaba.
Despues de todas las vueltas, decide prender el televisor para que el ruido lo distrajera. Comenzó a hacer zapping, uno por uno los canales pasaban hasta llegar a los canales nacionales donde rápidamente vio un edificio que le resultó perturbadoramente conocido.
– Las indagaciones determinarán si el profesor es condenado por abuso sexual a la menor, como tambien se investigará el suicidio del auxiliar de aseo como cuasidelito de homicidio por parte del mismo hombre –Relata la presentadora de noticias –. Recordemos que el conserje del colegio tras recibir las acusaciones de acoso sexual por parte de la menor, se quitó la vida antes de siquiera tener una denuncia. Cosa que hizo que no se investigara más el caso y los padres la retiraran de aquel establecimiento. Les informaremos del seguimiento del caso con nuestro corresponsal en la región. En otras noticias...
Las imágenes cambian dando paso a un crimen en otra región del pais. Roberto estaba congelado, no podía creer lo que estaba pasando. Sin duda las imágenes mostraban su escuela y aquel auxiliar del que hablaban no se podía tratar de otra persona que no fuese don Genaro. "¿Realmente todo eso estaba pasando?", se preguntaba Roberto ensimismado en sus pensamientos. El timbre del telefono lo arrebata de las divagaciones de su imaginaria mente.
– Aló –contesta.
– No me vas a creer –las palabras pausadas Raquel inundan la bocina.
– ¿Es el profe Nelson?, en las noticias.
– Se lo llevaron detenido.
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La Casa de Dios
ParanormalRoberto es un fotografo que busca traer lugares olvidados al presente. Este viaje traerá consigo antiguos recuerdos de su adolescencia, que le servirán para desenmascarar un antigua investigación. Nunca fue una persona ligada a la fe, pero esta casu...