Consecuencias

2 0 0
                                    

Mirando por la ventana de la micro pensaba en las palabras de su padre esa mañana.

– ¿Seguro que quieres ir?, si quieres te puedes quedar en la casa... Cuídate porfavor, si algo pasa dile a la directora que me llame.

"Seguro se va a preocupar", piensa irónicamente mientras el vidrio reflejaba su ojo morado. No creía en la repentina preocupación de su padre, lo único que él sentía era miedo a que lo fueran a demandar y algo de culpa. El viernes pasado ni siquiera se enteró de que su hijo no llegó a la casa, despues del trabajo se había ido con sus amigos de fiesta. Cuando llegó a casa a eso de las tres de la mañana, para su sorpresa un auto desconocido estaba estacionado fuera y las luces de la casa encendidas.

Nunca pensó que se metería en problemas o algo asi, siempre lo dejaba solo y ni se movía de la casa, nunca ninguna maldad ni travesura, confiaba plenamente en él, tanto asi que lo dejaba ser completamente independiente. Al punto de la soledad.

Entró rápidamente a la casa en el sofá lo esperaba la directora durmiendo junto a Roberto. No tenía idea si quiera quien era esa mujer.

– ¡Roberto!

– ¿Papá? –pregunta medio adormilado, mientras la directora despertaba.

– Hijo tu cara, ¿Qué te pasó?

– Tuvo unos problemas en la escuela con otros alumnos –irrumpe la directora–. ¿No se aseguró que su hijo volviera a casa en la tarde? –interroga con dureza.

– N... No –titubea–, tenía una actividad despues del trabajo. Y, ¿usted es su profesora?

– Soy Nora Contreras, la directora. A Roberto lo dejaron encerrado en la bodega junto con una compañera. ¿Sabía usted que sus compañeros lo molestaban?

– No tenía idea, hijo, ¿Por qué no cuentas nada? –le pregunta con sus ojos llenos de lágrimas. El alcohol ayudó a conmoverse.

Roberto solo se encogió de hombros.

– Quiero que el lunes vaya a verme a la escuela en la tarde.

– Si, si claro, ahí estaré. Vaya a descansar nomas. Muchas gracias por la preocupación.

– De nada, hasta el lunes –se despide lanzándole una mirada juzgándolo.

Solo había una razón para ir al colegio ese lunes. Una con nombre y apellido. No le importaba una nueva golpiza por haberlos delatados a todos. No tuvo otra opción, la directora lo obligó. Esperaba que recibieran su merecido despues de todo lo que pasó. Olvidaba a ratos la petición y el pacto que hizo junto a Raquel y cuando se acordaba, se preguntaba de que maneras le llegaría el castigo a esos imbéciles. Todo daba lo mismo, lo importante era verla a ella.

Se bajó de la micro al frente de la escuela, muchos niños entraban corriendo con ganas de jugar con sus amigos o en algunos casos, aprender. Nunca cruzaba esas puertas con una buena disposición, ni ánimo, era la primera vez. Un empujón lo devuelve a la realidad.

– Apostamos a que iban a encontrarte como al Genaro –dice Bernardo pasando por su lado–, me hiciste perder Robertita.

– ¡Bernardo! –grita la directora, lo estaba esperando–. Venga a mi oficina.

– Voy al tiro señorita –lanza una mirada a Roberto–. Te tiraste pendejo de mierda –le susurra con rabia al pasar frente a él.

Roberto caminó hacia su sala, con la cabeza gacha. Tenía la mezcla de emociones de ver a Raquel y saber que reacción tendría Bernardo al volver de donde la directora.

La Casa de DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora