Entre crujidos y polvo la puerta se abrió finalmente, parecía imposible pero el mecanismo aun funcionaba. Las bisagras rechinaban al avance de la gruesa placa de metal, definitivamente no iban a permitir que nada saliese de ese laboratorio secreto.
Solo la luz de una lampara de banquero con pantalla verde iluminaba el cuarto, sobre un escritorio pegado a una de las paredes. Una silla con los mismos diseños y colores le acompañaba. Llamó su atención que todo parecía en mejores condiciones, la pared lucía un papel verde oscuro con diseños de flores en dorado. A su izquierda un sillón rojo de dos cuerpos le llamaba para descansar cómodamente, pero se resistió. Al fondo, un estante repleto de libros de diversas formas y tamaño. Roberto pasó su mano por sus lomos percatándose de su buen estado y que no se rompían al tocarlos. A continuación del librero, dos puertas en el vértice de la habitación aumentaba sus posibilidades de poder escapar.
La de la izquierda, de madera, daba a una habitación oscuras. Encendió su linterna dejando ver una gran esfera de metal rodeada por tuberías que se dispersaban en varias direcciones, dos de ellas se internaban en la parte superior de la pared que, según calculaba iban a la sala de máquinas. Avanza bajo los tubos para encontrarse con una ventana que atravesaba la muralla de un lado a otro. Con la manga, limpia la suciedad del cristal dejando ver en la penumbra los leves reflejos de las cruces colgadas en la pared del pasillo y un poco más allá al hombre de cara tapada con sus criaturas ondeando bajo sus pies. Lo observó unos momentos, pero no reaccionaba, solo estaba parado allí como cuando lo fotografió. Retrocedió unos pasos lentamente como si el ser lo fuese a escuchar. Al abandonar la sala noto tres grandes tubos perdiéndose entre mecanismos y una red de cañerías delgadas, al observar con detención, pudo notar que realizaban una curva hacia la izquierda, en dirección a la sala donde cayó.
Abandona la habitación oscura, la otra puerta espera. Parecía mucho más robusta de la que acababa de atravesar. El metal chilló al bajar la manilla, pero al empujar no pareció moverse ni un centímetro. Intentó unas veces más hasta rendirse, era imposible.
Sacudió el polvo de la silla frente al escritorio y se sentó algo resignado. Estiró su cuerpo hacia atrás e intentó relajarse unos segundos. Cayó en la cuenta de lo cansado que estaba y no encontraba ni la mínima posibilidad de salir. No había razón por la cual alguien se pudiese acercar al pueblo y notara la camioneta para salvarlo. Tampoco tenía las llaves de su camioneta para, por lo menos, activar la alarma con tal de llamar la atención de alguien que, fortuitamente pasara por ahí cerca y lo oyera. Todo dependía de él.
Se inclina hacia adelante sobre el escritorio, para examinar el libro abierto que reposaba sobre una superficie de fieltro color bordó. Apagó la linterna de su telefono que en la esquina de la pantalla indicaba un número diez. Abrió el libro que para su sorpresa era un diario escrito a mano, separado por fechas. Las primeras páginas indicaban principios de los años cincuenta, estaba escrito en alemán por lo cual no pudo entender nada en absoluto. La primera página mostraba lo que parecía un título, "ÄetherProjekt" Lo hojeó un rato hasta que encontró dibujos que llamaron su atención, bocetos de la iglesia dibujados a mano alzada, un plano de la esfera metálica con tuberías de la habitación contigua y figuras humanas, sin duda había reconocido algunas.
Cada ciertas paginas mostraban los detallados dibujos de personas, o más bien parecían estatuas. "Die Jungfrau Maria", versaba junto a la inconfundible ilustración de la mujer. Un hombre canoso con guantes, "Pio von Pietrelcina", a ese lo vio en la iglesia, estaba seguro, recordar cómo se le acercó amenazadoramente y lo tomó del cuello. Al volver a ver su imagen sintió un escalofrío que lo hizo mirar en todas las direcciones. "Francesco d'Assisi", un monje de corona calva con una paloma en su mano y a sus pies un cordero junto a un lobo.
– El hombre del rostro tapado –dijo en voz baja.
No quería encontrarse con aquel lobo del dibujo, pensaba.
Dio vuelta otra página del diario, "Johannes der Täufer", se trataba de un hombre de pelo largo y barba agarrando un báculo terminado en una cruz en su extremo. Pensó que podía tratarse de Jesús. Roberto solo conocía a la Virgen Maria y a Jesús, luego de eso todos los personajes eran completamente desconocidos para él. En la siguiente página, un anciano de pelo corto y barba se coronaba con un disco tras su cabeza, "Simon Petrus" indicaba bajo el dibujo. Le hubiese gustado saber que decía en las palabras junto a cada dibujo, para poder lograr entender el fin de aquel registro o que significaba cada uno de ellos. Devolvió las páginas para fotografías cada una de ellas.
Al capturar cada una de las páginas llegó a las finales. El ultimo dibujo registrado hizo que se le erizara la piel. Miraba en diagonal hacia arriba, sus ojos eran expresivos y grandes al punto de parecer que salían de sus cuencas, hacía parecer la parte blanca del globo ocular más grande de lo normal, lo que le provocaba una sensación extraña. Gotas de lo que suponía era sangre recorrían desde su frente, tras su cabeza tres tridentes sobresalían, torso desnudo, el dibujo solo mostraba el busto. "Jesus Christus", el nombre era inconfundible. Sus ojos y su boca entreabierta le llamaban la atención profundamente, tenían algo especial, como si lo hubiesen dibujado a punto de decir algo. Tomó su cámara para fotografiar la ilustración, lo encuadra y comienza a fijarse en sus detalles. Realiza un acercamiento para ver detenidamente como casi se le notaban los vasos sanguíneos.
Las pupilas se mueven quedándose fijan en él.
– ¡Mierda! –exclama soltando la cámara para impulsarse con la mesa hacia atrás, cayendo de espalda sobre la silla.
Al caer presiona el botón de la cámara lanzando un flash que lo deja encandilado unos segundos.
Con los parpados apretados prefirió pensar que todo fue una alucinación por el sueño y el cansancio. Tampoco quiso comprobarlo viendo la foto. Recobró la visión notó un pequeño cuaderno tirado en el suelo. Se puso de pie con el cuaderno en su mano del cual cae una pequeña nota escrita a mano.
Mateo:
Confío en que mantendrás funcionando todo como te enseñé, pronto acabará todo e iremos a recorrer el mundo juntos.
Hans
El nombre del destinatario le parecía familiar. Levantó su cabeza para buscar en su memoria aquel nombre, cuando algo lo saca de su concentración. Algo que no vio al entrar ya que estaba más interesado en encontrar la salida. La pared sobre el escritorio estaba llena de fotos en blanco y negro. Toma la pesada lampara para ver en detalle cada una de ellas. Mostraban grupos de gente frente a la iglesia, otra de una docena de niños posando fuera de la escuela, varios retratos de personas en primer plano, en casi todas acompañados por la misma persona, un hombre de gafas redondas con una cálida sonrisa, alto, con sombrero, vestido completamente de negro, excepto un pequeño cuadrado blanco en el cuello. Roberto entendía que esto era un símbolo clerical y que se trataba del cura de aquella iglesia. Siguió observando hasta que un rostro en especial llama su atención, uno con un voluminoso bigote y camiseta a rayas que indudablemente había visto hacía algunas horas.
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La Casa de Dios
ParanormalRoberto es un fotografo que busca traer lugares olvidados al presente. Este viaje traerá consigo antiguos recuerdos de su adolescencia, que le servirán para desenmascarar un antigua investigación. Nunca fue una persona ligada a la fe, pero esta casu...