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El entrenador nos dejó salir de clase cuando entregamos los trabajos que habíamos realizado por parejas. Todavía quedaban unos veinte minutos antes de que acabara la hora, pero, siendo sinceros, hasta a mí me apetecía irme ya a casa, pues era la última clase del viernes y ya estaba pensando en el fin de semana.

Me junté con Loonie y Jane nada más guardar mis cosas en la taquilla y les sonreí.

—¿Quieren que vayamos a tomar algo? —pregunté animada, aunque no sabía muy bien por qué—. Y luego pueden quedarse a dormir a mi casa, que hace tiempo que no hacemos noche de chicas.

Mis amigas intercambiaron una rápida mirada que no habría significado nada para cualquier persona que no nos conociera, pero a mí me llamó un poco la atención. Sin embargo, fue tan breve que, justo cuando iba a preguntar qué estaba pasando, Jane se me adelantó.

—Yo no puedo, Chlo. —respondió, y yo puse un puchero—. Le prometí a mi padre que le ayudaría a limpiar el garaje. Pero si acabamos pronto te aviso y me apunto a esa noche de chicas, ¿vale?

—Muy bien, dime algo luego. —Me giro hacia Loonie—. ¿Qué me dices? ¿Vamos tú y yo?

—Me parece perfecto—me sonríe ella.

Loonie y yo nos despedimos de Jane y nos encaminamos hacia una heladería que había cerca del instituto. Una vez allí y con dos bolas de helado cada una en un cucurucho, nos pusimos al día de las cosas que nos habían pasado en las clases que no compartíamos hasta que empezamos a hablar de Economía, la única clase que teníamos juntas los viernes.

—Menos mal que ya hemos entregado el trabajo. —me quejé con la boca medio llena de delicioso helado de fresa—. Tengo que quedar una sola vez más con Dalia y te prometo que terminaría afilando los lápices para lanzárselos a los ojos.

Loonie se tomó a broma mi comentario y río, pero, aunque obviamente no tenía pensado atacar a Dalia con lápices, sí que hablaba en serio cuando decía que no hubiera aguantado una sola tarde más con ella para hacer el trabajo. En seguida, las risas de mi amiga cesaron y bajó la vista hacia su helado, apretando los labios en una fina línea. Tras más de doce años de amistad, sabía perfectamente que quería decirme algo, pero le estaba costando Dios y ayuda encontrar las palabras.

—¿Qué pasa, Lu? —me aventuré, animándola a hablar.

—No es nada... —dudó ella, pero no tardó en continuar—. Solo que, ahora que has sacado el tema del trabajo, me he acordado de estas últimas tardes que he pasado con Jay y... —Oh, no. Ya me podía imaginar por dónde iban los tiros y solo sabía que no me gustaba nada de nada cómo iba a acabar la situación—. Creo que me está empezando a gustar, Chlo. Tenía pensado contarselo a Jane y a ti al mismo tiempo, pero cuando ha dicho que no podía venir me lo he tomado como una señal.

—¿Una señal de qué?

—Una señal de que solo debía contártelo a ti, obviamente —me explicó—. Porque algo me dice que a Jay podría gustarle Jane, y no me habría sentido muy cómoda hablando de esto con ella delante, más que nada porque creo que el sentimiento podría ser mutuo. ¿Jane te ha dicho algo a ti sobre el tema?

Mierda, ¿qué debía contestar? ¿Que, de hecho, Jane me había confesado que le gustaba Jay pero que ella pensaba que a él le gustaba Loonie? No podía hacer eso, sentía que eso era algo de lo que tenían que hablar mis amigas entre ellas, así que hice lo que me pareció más lógico en ese momento: negué con la cabeza.

—¿Qué crees que debería hacer? —me preguntó entonces Loonie—. ¿Hablo con Jay? ¿Le digo de quedar para hacer algo algún día?

Sentía que me estaba metiendo en la boca del lobo, pero ¿qué podía hacer? Claro que me había fijado en cómo se miraban Jay y Loonie, y había que ser tonto para no darse cuenta de que ahí podía surgir algo. Pero también me había dado cuenta de que Jay y Jane se llevaban extremadamente bien para dos personas que se acaban de conocer gracias a sus mejores amigos, que resulta que están saliendo falsamente.

Do we have a deal? Chloe/RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora