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Caminaba a paso rápido y decidido; sin embargo, a pesar de que había salido de casa más resuelta que nunca, a cada paso que daba me iba poniendo más nerviosa. Supuse que era miedo por no saber qué iba a pasar, así que me obligué a pensar en otra cosa que no fuera Red. Lo que resultó imposible, claro.

Me quedaban solamente unos cuantos pasos para estar frente a la casa de Red. Notaba cómo mi corazón latía mucho más deprisa, mientras que mis manos comenzaron a ponerse sudorosas. Finalmente, llegué, y lo único que quería hacer era salir corriendo y huir de mis problemas. Pero no podía; debía enfrentarme a mi miedo y contarle a Red lo que sentía. Y debía ser ahora.

Así que llamé a la puerta y luché contra mí misma para no darme la vuelta, cosa que habría sido imposible, ya que parecía como si mis pies se hubieran quedado petrificados. No habría podido marcharme ni, aunque de verdad hubiese querido. Pero la puerta no se abrió. No solo eso; no se escuchó nada en el interior de la casa, ningún movimiento que indicara que alguien me hubiera escuchado. Sopesé la idea de volver a casa e intentarlo en otro momento, pero las palabras de Dizzy rebotaron de un lado a otro de mi mente, así que tomé una decisión: me quedaría hasta que alguien llegara. Solo esperaba que fuera Red. Y que estuviera sola.

Me senté en el bordillo de la acera frente a su casa, deseando que no me tocara aguardar demasiado tiempo, no podía quedarme horas aquí hasta que él volviera. No por mí, que lo haría encantada -si así me garantizaba poder hablar con ella-, sino por el tiempo. El cielo cada vez estaba más grisáceo, por lo que era cuestión de tiempo que una tormenta apareciera. Esperaba que tardara más en llegar que Red, pero con la suerte que tenía, dudaba de que fuese así.

Unos minutos después, como si hubiese sabido que estaba delante de su casa esperándole, el jeep de Red dobló la esquina y enseguida aparcó en el camino de entrada. Me levanté de un salto y me giré hacia ella, que ya había bajado del coche, dando un portazo y fulminándome con la mirada. Era el momento de la verdad, pero Red no parecía demasiado interesado en escucharla. En vez de eso, por su expresión parecía que lo único que quería era que me fuera de aquí.

Red decidió caminar hacia su casa ignorando mi presencia. No podía permitirlo, esta vez tenía que escucharme. La otra vez, con Dalia presente, fue imposible, pero hoy, estando solo, no se me iba a escapar. Comencé a andar tras ella lo más rápido que pude, consiguiendo alcanzarle. Me situé delante de su puerta, de forma que ella no podía entrar, y quedamos frente a frente. Sus ojos mostraban furia, como la última vez que discutimos.

—Déjame pasar —dijo simplemente. Su voz era fría, al igual que el viento que nos envolvía.

—No. —Me sorprendió oír tanta seguridad en mi voz, y al parecer a ella también—. He venido a hablar contigo, y no pienso irme hasta que me escuches.

—Dios, Chloe, ¿todavía no entiendes que no puedes conseguir todo lo que te propongas? —Sus palabras me dolieron, pero mantuve la cabeza bien alta—. Te pedí que no volvieras a mí y es lo que estás haciendo. Deberías aceptar que, al menos esta vez, has perdido.

—Sé de sobra que he perdido. —Y también el qué: a ella—. Pero de verdad necesito hablar contigo. No me habría presentado aquí de no ser así.

Red bufó antes de echarme una mala mirada y salir de allí hacia la calle, con intención de entrar en su jeep. Por supuesto, no podía permitirlo, por lo que me adelanté y me volví a colocar frente a ella, por segunda vez consecutiva en el día.

Quedamos muy cerca la una de la otra, mirándonos a los ojos como no había pasado en ningún momento a lo largo de nuestra supuesta relación: con tensión y una mínima pizca de odio. Odio por haber acabado de esta manera a pesar de lo bien que habíamos estado el uno con el otro apenas unos días antes.

Do we have a deal? Chloe/RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora