Joel llegó a casa de Andrea cinco minutos antes de la hora pautada, usando una camisa negra y unos jeans azules: unos zapatos limpios y lustrados color marrón oscuro, combinados con su correa de hebilla plateada, el cabello con suficiente gel para no despeinarse en toda la noche pero no tanto como para molestar a su ex esposa con el. Pretendía jugar con Charlie y pasar al menos treinta minutos con el jugando, antes de que este tuviera que dormirse.
— Siempre puntual — le dijo Andrea sonriendo al abrirle. — Pasa y siéntate. ¿Quieres algo de tomar?
La tranquilidad y cariño con que ella le hablaba le dejó anonadado, no estaba acostumbrado a ese trato, no desde que ella decidió dar por finalizado su matrimonio dos años atrás.
Joel entró a la casa de Andrea, una mansión que había heredado de su padre cuando este falleció. Normalmente Joel iba a casa de la madre de Andrea, así aseguraba que ante cualquier cruce de palabras estas fueran fueran atestiguadas por alguien. Cualquiera podía llamarlo paranoico, pero el haber finalizado un matrimonio sin razón no era de alguien completamente cuerdo. Andrea siempre había sido la impulsiva de los dos, la que no calculaba la magnitud de los problemas ni las repercusiones de sus decisiones.
La casa estaba en una de las mejores zonas de la capital del país: el millón, donde presidentes, senadores y alcaldes vivían, incluso coroneles y capitanes de la policía nacional. El padre de la misma Andrea había sido un teniente retirado.
Eso lo había aprendido a temprana edad, desde que se mudó al país que vio crecer a su madre, y lamentablemente para Joel, a él y a sus hermanas, ya que llegaron tan jovenes al país, que la verdadera crianza la terminaron de acatar allí.
No había regresado a Canadá desde que vino prácticamente exiliado por nadie más que su propia madre. Lo único que el exilio incluía venir con ella misma y sus dos hermanas.
La casa tenía varios metros de jardín, perfectamente cuidado, con todo tipo de rosas, incluso una mata enorme en una esquina de Mango. Era un lugar perfecto para criar a su hijo, eso debía reconocerse a Andrea. Era algo que él admiraba de su ex, ella había dejado de trabajar para dedicarse a la crianza de su hijo, aunque Joel sabía que ella exageraba con los depósitos de dinero que le pedía, tambien los pasaba por alto, porque aún en la distancia y separación, él quería a Andrea y sabía que su Charlie no estaría más seguro con nadie más.
— Una cerveza si tienes —aunque se imaginó a Andrea con cerveza en su nevera y de inmediato se corrigió — o whisky.
Ella le Sonrió por el cambio de bebida y lo dejó solo en la entrada.
El tenía mucho sin ir a la casa de los padres de Andrea, allí fue donde él la conoció, justo en esa calle vivía él, y en el parque de la rotonda siguiente fue donde la besó por primera vez. Se odiaba por ser tan débil con los recuerdos que tenía de ella.
— Whisky a la roca con un poco de jugo de limón — Ella le entregó el vaso de cristal, sin darse cuenta el detallazo que era para Joel que ella no hubiese olvidado cómo se tomaba las cosas.
Era genial, recordar pequeños detalles que a simple vista a cualquiera le parecerían insignificantes.
— Lo recordaste, gracias Dre. —El apodo cariñoso que él le había impuesto en la adolescencia le salió de la nada, sin él poder tener tiempo de evitarlo.
El pudo notar el brillo que ocupó los ojos de Andrea por un momento, pero ella lo ocultó de inmediato.
— Ya voy a traer a Charlie.
Ella se fue rápidamente, pisando fuerte.
Eso era un hecho en ella, estaba en su adn, cada vez que estaba nerviosa o incómoda, pisaba fuerte el suelo, como si hubiese perdido el control de sus pasos y peso.
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Su Alumna (EN EDICIÓN)
RomanceJoel Galeano es un profesor de matemáticas, que siente una gran atracción sexual por una de sus alumnas. El cuatrimestre apenas comienza y él no sabe cuantas veces se ha tocado asi mismo para bajar la dureza que le provoca Alisson Méndez. ¿Romperá...