Alisson se encargó de que Joel se duchara y se tomara un vaso de agua. Pasada la media hora sentado en el mueble mirando como a Joel se le cerraban los ojos y le pesaba la cabeza, decidió que lo mejor era llevarlo a la cama.
Ella había visto en incontables ocasiones como su hermano llegaba borracho después de haberse pasado el día en la calle fumando y bebiendo, supuestamente trabajando y al finalizar el día cuando la noche llegaba, Roberto apenas consciente llegaba a casa muerto de la borrachera y ella tenía que sacarle los zapatos y ayudarlo a acostarse.
Y su madre era otro punto de comparación para Allison, ya era costumbre tratar con personas en estado de embriaguez, no solamente por el bar en el que trabajaba, sino porque tenía años con una persona que estaba sumida en la depresión y el alcohol: su madre.
—¡Callate y dámelo! — Le vociferaba con los ojos a punto de salirse de las cuencas. Gritando porque Alison le negaba tomarse el último trago que le quedaba a la botella. Era siempre el mismo tema, al menos tres veces por semana, la joven aguantaba lo mismo.
Su madre tomaba alcohol para quedar en la inconsciencia, por eso sólo por eso, Alisson se resistía a caer en el vicio del cigarrillo y el alcohol, porque tenía más que experiencia, porque había sufrido en carne propia los vaivenes y depresión que era crecer con una madre alcohólica y ella no quería eso ni para sí misma ni para las personas que se encontraban a su alrededor.
Allison Méndez a lo mejor no tenía una gran cantidad de amigos con los que pudiera contar, pero se felicitaba por los dos o tres que la habían acompañado desde que estaba en la escuela, esos que sin importar lo que le sucediera, sin importar que padecía de déficit de atención, ni que viniera de una familia que valía más la pena largarse de la casa y hacer una vida propia que quedarse y aguantar todas sus mierdas y problemas emocionales. María Julieta y José Alberto siempre habían estado ahí para ella, eran los tres de la misma edad, los tres criados en el mismo barrio, jugando bajo la lluvia, mojándose en el aguacero, comiendo papitas y chucherías cada dos por tres, yéndose a pie, caminando diez cuadras al día para ahorrarse lo del pasaje del transporte público y así poder comprar más chucherías que comer en el día.
Esa es la vida que ella había tenido, lo que le había tocado de bello de su existencia: sus amigos, porque ni siquiera los momentos que había pasado con su familia completa cuando su padre aún vivía con ellos, los podía catalogar de buenos recuerdos, porque siempre iba a ser la oveja negra de su casa, estuviera o no su padre.
Todo tan diferente a cómo se sentía estando con Joel, porque aún con la incertidumbre de saber que no le correspondía, de que él se dejaba llevar por los parámetros de la sociedad y de que su posible relación estuvo destinada al fracaso desde el primer momento, aún así él le inspiraba confianza, por eso aunque su madre pudiera catalogarla como una zorra o como una puta y una cualquiera, por más que su hermano dijera que no valía la pena su vida, que se comportaba como una como una estúpida y permitía que hombres la llevaran a la casa; ella sabía de qué madera estaba hecha y sabía con qué persona podía quedarse a solas, no le importaba lo que pudiera suceder estando con Joel, verdaderamente y por primera vez que sentía algo así, se sentía segura con Joel Galeano, como si estuviera en casa, algo que jamás en su vida había conocido en su corazón.
Mientras acompañaba a Joel hasta la habitación, se fue fijando en cada uno de los detalles que podrían hacer especial el espacio del hombre que tanto le atraía. Estaba todo perfectamente organizado, como si él tuviera a una persona que le limpiara y recogiera cada 5 segundos o quizás unos duendecillos misteriosos se aprovechaba cuando este dormía y a mitad de la madrugada; tiraban la basura en los zafacones, recogía los trastes sucios del fregadero, limpiaban la estufa, que no tuviera grasa ni gotas de agua seca y colocaban todas las sobras en la nevera, selladas debidamente y cubiertas con algún papel transparente. Lo único que no le cuadraba, era que ella no veía ni sombra de sus misteriosos duendecillos y temió por un momento que Joel fuera definitivamente el hombre perfecto.
—No tienes porqué quedarte — le dijo mientras caminaba despacio hasta su habitación.
Alisson se quedó de pie en la puerta y lo vio tirarse con todo y pantalón corto y Franela sin mangas.
Cuando él había salido del baño casi una hora atrás, ella se le quedó viendo de una pieza. Observándolo embobada, no había podido quitar los ojos de encima del cuerpo de Joel, sus ojos azules estaban brillosos, ella sabía que era producto del grado de alcohol que tenía en el cuerpo pero no le importó, lo codició, se relamió los labios, sentía que podía tener el privilegio de tocarlo en ese momento y que él no la alejaría, pero aún así se contuvo, se aguantó las ganas que sentía de volarle encima, de chuparle hasta la vida, de tocarlo con la delicadeza con la que ya imaginaba que podían llegar a acariciarse el uno al otro.
El impacto de la mirada de Joel cuando la clavó en ella, fue como chocar contra un campo magnético, ella que estaba de pie frente a la cama, sintió cómo a sus pies se les escurría la fuerza y tuvo que sentarse de golpe. Joel tenía la toalla atada a la cintura y con una toalla de mano se secaba el cabello oscuro, que goteando le chorreaba en el pecho. Este estaba cubierto por unos diminutos y finos vellos negros, un caminito que bajaba hasta su vientre y Allison cerró los ojos apretandolos para no dejarse llevar y pensar hasta donde conducía a ese caminito.
Era un pecado considerarlo, verlo allí humedecido no por sudor, sino por el agua, agua que había tenido el privilegio de tocar su piel, mientras que ella con solo verlo semidesnudo, se humedecida de los pies a la cabeza. Con la mente hecha una mierda, desquiciada por tener el primer y mejor polvo de toda su vida.
A pesar de que ella no tenía conocimiento sobre relaciones sexuales per ce, se había tocado en innumerables ocasiones y estaba casi segura de que no seguía siendo virgen, Pues sus dedos habían sido más que hábiles adentrándose en su sexo, reconociendo, tanteando, probando cada uno de los extremos de su vientre y su vagina de todo su ser y ella lo había disfrutado, cada una de las ocasiones que se había tocado a sí misma pensando en Joel, imaginado que era el quien la poseía de mil formas.
—De verdad Alisson. Me siento mejor — su voz, a pesar de casi ya no tener ese acento tan marcado, le hizo gallinitas en la piel.
—No te preocupes. Ya no tengo que volver al bar. Me da pena dejarte — se burló de si misma, pues Roberto siempre le decía: A los hombres no se les coge pena, si le tienes pena, le bajas el pantalón y se lo mámas.
¡Y eso y más deseaba ella hacerle a Joel!
—Te saqué de tu trabajo cuando comenzabas el turno — murmuró pegado al colchón y se giró para mirarla, colocándose una almohada detrás de la cabeza— No voy a comerte Alisson. No tienes porque quedarte en la puerta.
—Estoy bien aquí — si Joel se imaginara las ganas que ella le traía ese momento, se hubiese colocado un pantaloncillo de castidad, porque Alisson no podía detener el tornado quinientas maneras diferentes en las que podía hacerlo venir.
—¿Vas a quedarte de pie mirándome todo el rato? ¿No te extraña alguien en el bar?
Podía ser todo lo virgen que quisiera pero ella sabía detectar los celos cuando aparecían y en ese momento, el tono de voz que empleó Joel era el de un hombre completamente celoso.
—No tengo nada con nadie para que pueda ser extrañada.
—Ni con el moreno que no te quita los ojos de encima. ¿Crees que no lo noté? ¡Soy hombre! ¡Yo te miro así mismo!
—No hay razón para gritar. Te dolerá más la cabeza. — ella pensó en que dirían los vecinos, principalmente la señora que los había visto llegar.
— Me duele otra cosa mientras te veo con ese vestido.
Eso no iba a terminar bien, se dijo Alisson.
Si no salía de ese departamento, terminaría follandose a Joel contra la pared, la cama, el lavabo, el piso.
O todas las anteriores.
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Su Alumna (EN EDICIÓN)
RomanceJoel Galeano es un profesor de matemáticas, que siente una gran atracción sexual por una de sus alumnas. El cuatrimestre apenas comienza y él no sabe cuantas veces se ha tocado asi mismo para bajar la dureza que le provoca Alisson Méndez. ¿Romperá...