Capítulo Uno: Café

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Su teléfono sonó una y otra vez, mientras Joel se duchaba. No tenía porque salir corriendo, esa epoca había pasado.
Salió de baño y se vistió, colocándose una camisa azul lisa y unos pantalones de tela negros. Tenía años que no gastaba en ropa, eso no era lo de el. Se limitaba a usar las mismas piezas una y otra vez, total, eran cosas vanales. Recogió su maletin, preparado de antemano, y se pasó un peine por su cabello oscuro.
Su reflejo le regresó la vista, estsba impecable, eso era lo importante.
Joel tomó su móvil y vio las dos llamadas perdidas de su ex esposa Andrea.
— ¿Qué sucede Andrea? ¿Todo bien con Charlie? — le preguntó desde que ella respondió la llamada.
—Charlie esta bien, pero necesito comprarle algunas cosas.

Joel se sabía tan bien esa frase y a donde terminaria llegando.

— En un rato te transfiero. — le dijo escueto — dale un beso a mi hijo.
— Hasta luego.

Su ex tumbó la llamada sin esperar a que el se despidiera, siempre era asi, ya se habia acostumbrado.
Joel no había superado aún su matrimonio fallido. Dos años habian pasado y el aún seguía sin entender qué había sucedido. Su hijo Charlie, tenía solo un mes de nacido, cuando su esposa de la nada, le dijo que quería el divorcio y que mientras más rápido se separaran mejor. No dio motivos, ni emitió comentario después de esto.
Joel se limitó a buscar un abogado y en cuestión de un mes, su matrimonio estaba terminado.

Cerró la puerta de su departamento y se fue directo a la universidad. Ya era tarde, y Joel no era de esos maestros que llegaban tarde a sus clases los primeros dias del cuatrimestre.

Siempre era responsable con sus decisiones y acciones, así lo había criado su padre, Matías.

— Hay algo que llega primero que tu a los lugares. Tu puntualidad y responsabilidad. Si llegas tarde, todos lo notan y se harán una idea de como eres en todo. Lo mismo pasa cuando eres puntual. — le decía Matías, mientras el estudiaba en secundaria.

Ahora su padre no estaba. No tenía a nadie más que a sus dos hermanas, con las que no se llevaba tan bien. No desde que se terminó su relación con Andrea. Tal parecía que en general, era común culpar al hombre por los desastres matrimoniales.

Pero en este caso, Joel no tenía ni idea de quién era el culpable. Pero estaba muy seguro que no era el.

Su cabeza le dio una punzada y pensó en la cafetera eléctrica que había dejado en el departamento, antes de entrarse a bañar.

— Mierda — Miró el reloj en su muñeca, pasadas las siete treinta.

Vivía cerca de la universidad, pero no lo suficiente como para volver al departamento y servirse el café.

Decidió que se tomaría uno de la maquina.

En cada piso de la universidad, había una maquina de café que ofrecía seis variedades: Espresso, Capuccino, Capuccino Caramel, Mocaccino, Café regular y café con leche.

Tal parecía que los estudiantes tomaban bastante café, para que la dirección aceptara colocar una maquina por piso, y eran seis niveles.

Joel trabajaba en una de las mejores universidades del país, se había graduado de allí mismo con honores y fue fácil conseguir el empleo como suplente y ya desde hacía tres años, como maestro permanente.

Después de caminar dos esquinas, entró al campus de la universidad, se metió de inmediato en el pasillo que ya tenía memorizado, buscó la máquina y vio que alguien estaba ya sacando café. La universidad estaba un poco desolada, la mayoría de las clases comenzaban a las ocho de la  mañana, pero allí reinaba la impuntualidad.

Fue entonces, a medida que se acercaba, que se dio cuenta de quién estaba de pie frente a la máquina.

Para su suerte, la maquina solo tardaba de 30 a 60 segundos para cada café.

— Profesor. Sorpresa verlo aquí. — dijo ella nada más verlo.

— Señorita Alisson. — se metió las manos en los bolsillos, su maletin apretandole el pecho, por habérselo cruzado con el lazo.

Ella lo miró sonriendo, tan segura.

Joel se fijó en su ropa. No estaba enseñando la piel como los últimos tres dias. Ese día solo tenía un vestido negro por las rodillas, de mangas largas y unas convers.

—¿Le gusta lo que ve? — su voz lo sacó del mundo sexual que había armado en su cabeza.
— ¿Cómo? — el carraspeó incómodo. Posó la vista en la maquina y se dio cuenta que la chica ya tenia el café en la mano y levantaba las cejas marrones divertida por su torpesa.
— Le gusto, ¿eh? — ella se acercó más a el, hasta que su mano rozó sus pantalones.
—Señorita Alisson – Joel casi se golpea la cabeza con la máquina de café para que sus ideas se coordinaran.

Esa mujer era un verdadero diablillo.

Su aroma lo volvía loco, su boca pintada de rojo sangre era un pecado. ¿Ahora se la toparia en cada rincón de la universidad?

— ¿Me lo va a negar? — le susurró ella. El era por casi cuatro centímetros más alto que ella, aún así, parecía que ella era capaz de robarle el oxígeno.

—¿Qué cosa? — preguntó parpadeando y obligándose a mantener la calma.

Es la cercanía se dijo a si mismo. Solo debía recuperar la distancia y sus ideas volverían a tener sentido.

Más sentido del que tenían ahora de besar a su alumna en medio del pasillo.

— Usted siempre tan distante y tan cálido a la vez. — Ella Sonrió y dio un paso a atrás.

— Y usted señorita, más observadora de lo que pensé. — admitió él.

— Veo a las personas y a usted Profesor, hace tiempo que lo vi.

Ella soltó una risita traviesa y se fue, dejándolo pegado a la máquina de café, sin haber presionado aún el café de su preferencia.

¿A qué Demonios se refiera ella?

— ¿Va a usar la maquina?

El se disculpó y se dispuso a servirse dos doble espresso.

Iba a ser un dia complicado.

Otro día más que llevaba una ereccion dura como una piedra, gracias a Alisson Méndez.

Su Alumna (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora