Capítulo Cuatro: Ausencia

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Joel llegó puntual como siempre a su clase el lunes, pasó el fin de semana completo con Patricia, hicieron lo que no habían hecho en años, disfrutar plenamente uno del otro. 

— No me gusta cuando te quedas callado Joel. — El tema con ella es que siempre quería saber qué pasaba por su cabeza. 

— Estoy bien, pienso en los temas que impartiré la proxima semana. Ya sabes que lo llevo difícil porque son todos unos adolescentes. — el se tomó un trago de la cerveza que se estaba bebiendo directo de la botella. Asi le gustaba. 

—No son adolescentes. Todos pasan de dieciocho. 

— No todos. Seguro que debe haber sus excepciones — Comentó el como si nada. Aunque no hacía mas que oensar en Alisson Méndez. 

¿Porqué no podia sacarla de su cabeza? 

Ella no era especial, para nada, era simple, vulgar, parecía siempre que quiera golpear a alguien y más quebnada, parecía necesitar asistencia de un psicólogo. 

 — Aún así, pienso que no estas aquí conmigo – murmuró ella. 

Estaban sentados en el balcón del apartaestudio de Joel, allí se habían pasado el fin de semana. 

Joel no sabía como decirle que se fuera y ella parecía pensar que habían vuelto a su antigua relación, la misma que llevaban antes de casarse. 

— ¿Sabes qué? — el se tomó todo lo restante de la cerveza, miró la calle que se veía infinita desde su apartamento en un cuarto piso. 

— A ver.... —dijo ella mirándolo con sus enormes ojos verdes. 

Joel trahó fuerte, tenía seis cervezas en la cabeza, era poco en un dia, pero llevaba tres tomando, seguido, parando solo para coger se el coño de Patricia o oara dormir después de poseerla. 

Joder. 

Se había venido incontables veces. 

— No sé como decírtelo Pat... 

No soy una niña ni una de tus alumnas Joel— ella cruzó las piernas y puso su botella en una mesita de metal que tenían en el centro, en medio de sus dos sillas. 

Ella no lo era. No era ni por asomo una de sus estudiantes, principalmente una de pelo corto rubio y de mirada pecaminosa. 

— Esto — comentó el abarcando la nada, como si con eso pudiera señalar los días anteriores — No es más que un pasatiempo. No quiero mentirte. Eres tan segura y una mujer tan... 

—¡Callate Joel! — exclamó ella riéndose. 

Él la miró extrañado. ¿Qué podía resultarle tan gracioso? 

El intentando no ofenderla y la loca se comenzaba a burlar de el en su misma cara. 

—Verás cariño, esto — ella hizo la misma seña que el con las manls y Sonrió — esto papi, no es más que eso que dijiste, un pasatiempo. No estoy aqui porque piense que vamos a tener algo más que sexo en común. 

— Tampoco lo pongas asi. — súbitamente era Joel quien se sentía ofendido — no es solo sexo lo que tenemos en común. Somos amigos. 

—No amor. No lo somos. Somos dos personas que coincidieron hace años, que se cogieron el uno al otro hasta ver las estrellas y que terminaron un idílico romance de unos meses. 

Lucía tan odiosa cuando se ponía en ese modo, pensó Joel. 

No iba a contradecirla. La verdad, era que ella tenía razón. Solo habían coincidido y se conectaban bastante a la hora del sexo. 

–No vas a ofenderte ahora Joel — le dijo ella levantándose de la silla y poniéndose a horcajadas sobre sus piernas. 

—No. No lo haré — el la besó y por un segundo se sintió rico y exquisito — Me gusta lo que tenemos. 

— El tiempo que nos robamos. — le dijo ella sonriendo y besándolo otra vez. 

— No se lo robamos a nadie — murmuró el contra su boca. Se estaba poniendo duro como piedra con los movimientos de ella sobre su miembro. 

—Mi prometido opinaría muy diferente. 

Así se enteró Joel esa noche, que Patricia iba a casarse dentro se dos meses. 

El no la juzgó por haber durado esos dias con él, no sabía en que estado o a que acuerdo había llegado con su prometido, Patricia era por demás abierta de mente, cosa rara en las mujeres de su edad, que solo piensan en casarse y ser fieles para siempre. 

La fidelidad era relativa, se dijo.  El más que nadie lo sabía. 

Esa noche lo hicieron como locos y por primerra vez en el fin de semana, no pensó en Alisson mientras se corría. 

— Buenos días señores — dijo Joel nada más entrar al curso. Había ya la mitad del curso sentado en sus sillas y otros más vacanos sentados en las mesas. 

El curso le devolvió el saludo a coro. 

Joel siempre había mantenido distancia con todos, por eso siempre se refería como señorita o joven a cualquier estudiante qie se le acercara, incluso estaba considerando tratar de usted a todos en general, ain distinción de sexo. Como esgaba la situación en la soxiedad, daban para decir qie le gustaban los hombres. 

Joel se mofó a si mismo por tan irrisorio comentario.

El buscó con la mirada al foco de su atención, pero no la vio en ninguno de los a asientos. No sabía si sentirse aliviado o desilusionado 

Debía enfocarse y sentirse a gusto, pues daría su clase de doa horas sin interrupciones, ni miradas furtivas que lo desconcentraban. 

Eso pensaría cualquier persona con dos dedoa de Juicio. 

Peeo el tema es que Joel, con ver a Alisson dos veces, ya lo había perdido. 

¿Tener sexo con una mujer mientras pensaba en otra? 

Eso era tan ofensivo y denigrante. 

— Saquen su libro de matemática avanzada en la página siete. Hablemos de los números.... — Joel comenzó su clase justo cuando si reloj digital vibró con la alarma de las 8 am. 

Miró la puerta y a su reloj, esperando que en cualquier momento su alumna impuntual llegaría. 

No fue así. 

Terminó su clase sin penas ni glorias. 

Salió al campus y decidió que podía dormir treinta minutos en su coche, en lo que llegaba la hora de la otra materia. Ese dia había tenido la gran idea de venir en el y no a pie como normalmente hacia. Después de las tres clases que tenía, pasaría a ver a Charlie a casa de la madre de Andrea. Desde que se separaron dos años atrás, el se limitaba a ver a su hijo donde hubieran más personas, aparte de su ex. 

No ver a Alisson temprano, supuso un desaliento para Joel que nunca se hubiera imaginando o soñado siquiera, se había duchado y afeitado ese dia, dejándose la barba al más fino por ciento, su cabello oscuro peinado hacia atrás, lo llevaba largo, más de lo que acostumbraba, pero con el gel, podia acomodarlo a su antojo. 

Eso siempre le había molestado a Andrea, su ex. 

Odiaba que él utilizara gel en el cabello, o que se pusiera un perfumes que ella no le había comprado, que usara camisas que ella no aprobaba con anticipación, era como si lo emancipara de su masculinidad. De su yo intento. 

Un ruido lo hizo abrir los ojos de golpe en el carro. Alguien había abierto la puerta del copiloto. 

El muy idiota se había dormido sin poner seguro. 

—Hola profe. ¿Me extrañó hoy? 

Ella ella. 

Su ninfa del sexo. 

Su Alumna (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora