Capitulo 16. Una familia de mierda

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La situación en su casa se le notaba en la cara. Normalmente los problemas entre Roberto y ella no terminaban de esa manera. No había encontrado la manera de ocultar el moretón que el puño de su hermano le había ocasionado.

Eso le pasaba por hacer enojar a una persona tan inestable como lo era Roberto, y lo duro es que ella lo sabía. Su voz interior le decía a gritos: no jodas el panal de avispas a menos que sepas correr. Pero ella tenía demasiado miedo para correr, o tal vez era cierto, quizá ella era así de estúpida. El panal de avispas asesinas era como el temperamento de Roberto, tranquilo si no le pasabas cerca respirando de una manera que para él no era adecuada.

Entró al curso en silencio, Joel ya estaba ahí temprano y puntual igual que siempre. Desde que había tomado su clase él nunca había llegado tarde, en cambio ella sí que había dado de qué hablar, No pudo evitar mirarlo de soslayo, verlo a él, por alguna razón la motivaba a salir del desastre familiar que tenía. Aunque él no tuviera la menor idea.

La primera vez que Alisson vio a Joel, fue en una presentación de la facultad de artes, llevaba una camisa azul oscuro y sus típicos pantalones de tela. El siempre vestía correcto, nada jovial como últimamente asistían los profesores a las clases. La modernización había arruinado también ciertos estándares que a entender de Alisson debían seguir funcionando. Para ella, la forma de vestir era un símbolo de madurez y estabilidad. Para una prueba estaba ella, siempre con blusas de tirantes y ropa corta en general. Quizá su forma de adentrarse en el mundo universitario no había sido el más correcto, aún le quedaban dos años y dos cuatrimestres de universidad. Muy posiblemente terminaría por graduarse a los veinticinco, si es que no se le presentaba algo, como siempre había sucedido. La suerte parecía burlarse de ella cada dos por tres. No podía culpar al karma, pues ella no hacía nada que pudiera regresarle, a menos que odiar a su hermano contara como desear el mal, pues sí. Se declaraba culpable.

— Buen día, lamento llegar tarde — murmuró y siguió caminando.

Era la primera vez que el la veía después de haber llevado a su casa, no sabía qué impresión podía haberse llevado. Bueno, sí sabía, lo sabía porque era lo mismo que ella pensaba mientras salía de la universidad cada día, iba al trabajo y regresaba a la casa: era deprimente. Lo era en comparación con las grandes casas que había por allí y los altos edificios de nueve y diez pisos que rodeaban la universidad. Todo era como si formara parte de un universo alterno. La única cosa que ambos lugares tienen en común, era que había vendedores ambulantes en cada sitio. Cada esquina era una venta segura, de frutas, de naranjas, de frituras, de espagueti con tostones en la mañana para esos trabajadores que no podían pagar mucho dinero por almorzar, pero necesitaban algo que los sostuviera todo el día. Realidades que viven muchos en el país.

Pero Joel o era de su mundo. Era un hombre refinado, educado, rico.

Aunque él no se refiriera a sí mismo como alguien pudiente, ella lo sabía. Lo veía en su forma de vestir, en el carrazo que tenía. En la forma en que hablaba, sin acortar palabras, sin maldecir ni referirse a nadie despectivamente.

También era la primera vez que iba a la universidad con su cabello real, ninguno de sus compañeros la había visto así, ella había intentado mantener dos mundos diferentes, cada uno como agua y aceite. Uno donde ella era una pobre más del montón, que debía trabajar para pagar su comida, su casa y sus estudios, y otra donde tomaba café de máquina que costaba lo que casi un paquete de una libra de café costaba en el supermercado. Todo por mantener una apariencia. Se asqueaba con la personalidad que había creado.

Por eso usaba la peluca rubia. En su momento le había parecido tan interesante, tan lógico e inteligente. Le iba a dar la oportunidad de ser alguien más, ese alguien con el que ella soñaba, uno que no recibía golpes de su hermano, una persona que no tenía que preocuparse porque nada ni nadie, una que podía ser feliz solo con proponérselo.

Su Alumna (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora