GaaNaru| Dudas/Miedos

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Advertencias:

●AU: Konoha futurista. ●Referencia a la violencia. ●Gaara ex-convicto. ●Naruto doncel.


Gaara nunca pensó en llegar a formar una familia.

Había salido del reformatorio después de 6 años.

Nadie había ido a recibirlo.

La gente lo juzgaba por su aspecto; con tatuajes, un cuerpo lleno de músculos y una apariencia dura, nadie sentía confianza para acercarse a su lado.

Fue difícil adaptarse a la sociedad.

Pues aunque había sido poco tiempo para los demás, para él había sido un largo tiempo.

Confinado en una celda pequeña y una rutina monótona y estricta era extraño permanecer en un apartamento que sentía enorme y sin un futuro claro.

Sentía que las personas lo miraban constantemente, manteniendolo alerta.

Pensaba que si tomaba algo de los estantes de las tiendas alguien aparecería con el familiar uniforme azul y alzará el palo.

El constante pitido de cada puerta le recordaba al horario de dormir y despertar de las celdas, permanecía por unos minutos parado después de dar tres pasos; hasta que alguien pedía su permiso para pasar o salir por los locales.

Era confuso y provocaba un vomitivo síntoma en su cuerpo.

Su constantes días después de la libertad fueron un error para él, pues lo único que hacía era sentarse frente al televisor por horas y mirar lo que acontecía. El mundo avanzaba mientras él continuaba estancado.

No tenía hábitos, durante sus primeras semanas su día a día era una amalgama extraña hecha en una licuadora descompuesta.

Recuperar tal cosa como su individualidad fue una batalla constante. ¿Qué era lo que debía usar? ¿Estaba bien permitirse ser condescendiente con su cuerpo o hacer lo que hace?

La comida incluso le parecía extraña y no recuerda si alguna vez tuvo algo como un platillo favorito, lo único que venía a sus memorias era una sola cosa: la comida de la cárcel y dos únicos cubiertos.

Durante las noches mientras miraba el techo y en silencio los recuerdos regresaban; daba algo de miedo estar en un lugar tan silencioso como su departamento. ¿Y si alguien entraba a su habitación para cobrar por algo? Las cosas que había hecho durante su estadía en prisión no eran para nada correctas y buenas.

Acurrucado y en una esquina de la cama contra la pared, Gaara sentía que no debería estar allí y que nunca debió salir. No era digno de tener una oportunidad.

Le tomó mucho tiempo poder acostumbrarse a su nueva vida.

Obtuvo un pasatiempo que descubrió que le gustaba: cuidar de un centenar de cactus.

Consiguió un trabajo en una tienda de ramen cercana. Rara vez trataba con la gente, solo se limitaba a dejar sus platos y jamás los miraba a los ojos. 

Evitaba por muchas razones sobresalir y que fuera señalado más de lo que debían.

Sus ojos se mantenían opacos, sin vida y de un tono aguamarina muy frío.

En ningún momento había tenido la oportunidad o intención de levantar sus labios.

Con un sentimiento aburrido y molesto con la gente siempre prefiere estar callado porque no sabe mantener una conversación.

—Hola, soy Naruto Uzumaki, ¿como te llamas tú?

Al levantar la cabeza encontró a un chico sonriente; de brillantes ojos azules, piel bronceada y esponjoso cabello rubio. De pie y con un delantal y gorrito familiar, oliendo salado y con un aura cálida.

—Que extraño eres, no tienes cejas 'ttebayo.

Sin quererlo, una sonrisa torcida floreció en sus labios.

—¡Oh, si puedes sonreír!

Con cada palabra que salía de sus pequeños labios, Gaara sentía que una dulce miel se regaba sobre él junto el calor de los rayos del sol.

Nunca se había sentido así, fue cómo si le hubiera dado un precioso regalo, el de la esperanza.

Naruto trabajaba con Teuchi, nunca habían coincidido en fechas, pero era un cliente recurrente.

Naruto se esforzaba cada día por acercarse y ofrecerle su amabilidad. Manteniendo una comodidad agradable, fue inevitable que pequeñas sonrisas aparecieran en su rostro inexpresivo.

A pesar de la baja autoestima Gaara comenzaba a creer que estaba bien sentir y obtener una segunda oportunidad.

Naruto continuó agrietando cada pared y derritiendo su helado corazón que había encerrado por temor a ser odiado.

Naruto, siendo una buena persona y demasiado empatico, escuchó su historia.

Se mantuvieron callados esa noche y el día siguiente, Gaara pensó que lo había perdido.

Esa tarde, Naruto lo había estrechado entre sus brazos y juntos habían llorado en el hombro del otro.

Pues Gaara descubrió las heridas y cicatrices en Naruto.

Ambos, en el calor y amor del otro, sanaron juntos.

Cada momento a su lado traía anhelos por algo más.

Anhelos que con esmero y esperanza se convirtieron en deseos del corazón.

Con Naruto cada lugar y momento se convertía en su hogar; donde podía ser él mismo y libre.

—Se fiel a ti mismo, Gaara.

Lo que desea, lo que anhela, lo que ama más en el mundo; sólo era a una persona.

—Estoy profundamente enamorado de ti, Naruto. Con cada sonrisa, con cada recuerdo tuyo... amo todo de ti. Tanto como una flor por el sol.

Naruto, con una gran sonrisa, aceptó su amor.

Poco tiempo después un anillo estaba en su dedo.

Y aún más dulce, la noticia de que formarían una familia más grande.


Dos mellizos.

Una niña y un niño; ambos de precioso cabello castaño rojizo.

Sosteniendo a ambos en cada brazo, Gaara se mantenía derramando lágrimas en silencio; su sonrisa no desaparecía.

Tenía miedo, muchísimo.

Demasiado como para querer salir huyendo y tomar un largo suspiro para tranquilizarse.

Pero debía ser fuerte.

Naruto lo miraba desde la cama, con pequeñas ojeras debajo de sus preciosos ojos azules. Cansado pero feliz de por fin tener a sus bebés sanos y salvos después de un duro y extenuante parto.

—Naruto... tengo miedo —confesó con voz temblorosa—. Yo... no se si seré un buen padre, ¿y si ellos me odian? No podría soportarlo... ¿Estás seguro que soy el indicado para ti?

El pasado lo atormenta, no es una buena persona. Al final de todo, nada le aseguraba que...

—Gaara —la firme voz de Naruto esfumó cada pensamiento negativo que tuviera—. Ningún padre es completamente perfecto. No estarás solo en esto, ttebayo —atrayendo a su esposo desde el cuello y juntando sus frentes, Naruto cerró los ojos, sonriendo—. Estoy a tu lado, nunca me iré. Caminaremos juntos, lado a lado. No importa en que tiempo o lugar, mi hogar, nuestro hogar, esta justo aquí... Serás el padre que ellos necesitan.

Apartándose un momento él le dio un dulce y delicado beso.

Gaara suspira con fuerza. Mirando a sus hijos y esposo, se graba este momento en su memoria por siempre.

—Prometo dar todo de mi por ustedes. Junto a Naruto, haré que disfruten esta vida; cada día nacerán nuevas sonrisas. Y mantendré sus anhelos protegidos. Sean fieles a sí mismos, hijos míos.

Agosto de MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora