Ichikafkakoru| El bebé no duerme

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Fandom: Kaijuu Nro.8

Personajes: Reno Ichikawa, Kafka Hibino y Kikoru Shinomiya.

Advertencias: ●Canonverse: 10 años en el futuro. ●Embarazo kaijuu. ●Diferencia de edad. ●Diferencia de tamaño. ●Kafka Dilf. ●Poliamor.


Que Kafka Hibino quedara con premio en el estómago por la mezcla especial de Reno Ichikawa no fue del todo algo descabellado.

Después de todo, era mitad kaijuu. 

Mezclar a jóvenes adultos sin -casi- contacto femenino y a un hombre mayor que le gustan las bromas junto a una gran cantidad de alcohol no debería ser legal.

Cualquier cosa rara viniendo (o saliendo en este caso) de Kafka era casi un chiste recurrente entre el grupo.

Y, por el amor de todos los Dioses, Kikoru, y algunos más, tenía miedo de preguntar como es qué o por dónde había salido ese bebé.

Su parto fue super ultra secreto.

El único que parecía divertido era el subcapitan Hoshina, que no paraba de reír y avergonzar a Ichikawa sobre sus travesuras nocturnas después de aquel día.

Lo importante aquí es que ese bebé era muy real y no una mala broma.

Reno, siendo el más joven entre los dos, había tomado toda la responsabilidad por Kafka y por el bebé.

Aunado a que había aceptado los regaños y el castigo de su capitana, su compromiso fue tal que decidió retirarse por el momento del trabajo para cuidar de Kafka.

Kikoru también decidió hacerse cargo del bebé y brindarle todo, siendo una "segunda" madre, ayudar a sus parejas era algo que debía hacer.

Kafka, por el contrario, se lo había tomado sin cuidado al principio. Después de pruebas y más pruebas, y del susto inicial dio todo de sí para salir adelante y cuidar del bebé en su vientre.

Era un adulto responsable por el amor de dios, y los adultos se encargaban de sus metidas de pata; aunque fueran muy profundas.

Sorprendente, el bebé nació sano y sin anomalías.

Humano.

Que parecía ser lo que más preocupaba a los demás, especialmente a Kafka.

Era una bebé normal.

O eso parecía...


—¡Bua!

Sus ojos se abrieron inmediatamente. Todo rastro de sueño se había ido.

Tal vez era por sus sentidos más agudos, pero juraba que podía sentir vibrar el fondo de sus oídos por cada quejido.

—Mi bebé... Ichikawa. La bebé.

Mirando a Reno, parecía que estaba muerto para el mundo.

Podía ver las severas ojeras que no parecían desaparecer y su ceño fruncido. Había cuidado de ella durante todo el día y dos noches atrás.

Ella comía mucho, tenía más energía que los dos juntos y la fuerza de sus pequeños y adorables puños eran de temer.

Ichikawa se frustraba y maldecía pero sin duda quería mucho a su beba.

Normalmente Kafka era quien dormiría como un tronco y no se despertaba aún cuando hubiera tormenta y truenos.

—¡Bua!

Esto era nuevo.

Con cada nuevo llanto Kafka sentía que su corazón se desgarraba. Escuchar a su bebé llorar era tan lamentable.

¿Cómo es que no se había dado cuenta antes? Que imprudente era.

No podía dejarle todo a su joven pareja.

Se levantó con cuidado y en silencio para no despertar a Ichikawa.

Cruzando el pasillo y abriendo la puerta, lo único que encontró en la pequeña habitación fue silencio.

Una tranquila noche y la luz de la luna filtrándose por la ventana y las cortinas blancas.

—¡Hngw!

Kafka se acercó a la cuna, tomando en brazos a su beba. Tan pequeña y regordeta entre sus manos parecía un pequeño bollo.

Entre su cabeza se asomaba una pelusita de cabello oscuro como el suyo y sus arreboladas mejillas estaban babeadas. Olía tan dulce cómo un bombón de fresa.

—Calvita... Mi dulce bombón...

Con tristeza recordó que su madre amaría a esta niña.

Bun-bun todavía lloraba un poco, se preguntaba que hacia Reno para consolarla.

Él lo hacía parecer tan fácil; Bun-bun parecía más amar a Reno que a él, quien le había dado a luz con mucho esfuerzo y lágrimas de por medio.

Y sangre, mucha sangre.

—Vamos, no llores más... Duerme, duerme— su voz alta y asustadiza se quebraba con cada suspiro.

Ella comenzó a llorar de nuevo, cada vez más alto.

Kafka comenzaba a entrar en pánico.

—¿Q-qué debería hacer?

Claro que trataba con niños y eso era mucho más fácil, pero un bebé era algo completamente nuevo.

Su hija comenzó a sollozar y a soltar un sonido estridente desde el fondo de su garganta.

Similar a un chillido de baja frecuencia cómo lo haría cualquier kaijuu para atraer a su congénere para que le proporcione protección.

Sus oídos pitaban. Si esto continuaba se vería forzado a despertar a Reno y sólo le haría sentir inútil.

Rememorando su niñez, Kafka se le ocurrió una brillante idea.

—Oh, ah, si, si. ¡Ya recordé!

Meciendo a su pequeña bebé Kafka comenzó a tararear, entonando con dulzura una canción familiar.

En este momento una calidez e instinto maternal se había apoderado de él.

Cada segundo que pasaba Bun-bun cabeceaba y bostezando parecía quedarse adormilada.

Sin notarlo, un dulce aroma comenzó a llenar la habitación; brotando de su cuerpo el relajante aroma a bosque y lavanda.

Ay, ya estaba empezando a ser raro de nuevo.

—Pequeña Bun-bun~ Mi amor por ti crecerá más y más~ Querida Bun-bun~

Daría todo por su pequeña Bun-bun.

No iba a permitir que nada malo le pasará: ni humanos o kaijuu se atreverían a ponerle un dedo encima.

Porque él estaría allí para ella. Despues de todo él era el Kaijuu nro.8 y nada podía vencerlo.


—¿Kafka?

Reno habría pensado que veía a un zombie, pero era Kafka; sentado en el sillón con una taza de café llena.

—Hola... Ichikawa. Te ves bien.

—Y tú destruido. 

—Bun-bun se despertó en la madrugada.

—Eh, no la escuché.

Tratándose de su hija estaba seguro que lo abría escuchado sin importar cuan cansado estuviera.

Kafka levantó el pulgar con una gran sonrisa.

—Me he encargado yo. ¡No te preocupes, Ichikawa!

Él asintió. Su novia vendría en algunas horas más. Bueno, parecía que todo estaba en orden.

—Oye, Ichikawa, ¿escuchas eso? Creo que es mi bebé.

O no.


Agosto de MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora