GaloLio| Fugas de leche

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Fandom: PROMARE.

Personajes: Galo Thymos y Lío Fotia.

Advertencias: ●Lactancia masculina (Kink). ●Ligero Smutt. ●Diferencia de tamaño.


—¡GALO, TRAE ESA MALDITA TOALLA!

Los gritos desde la planta superior no cesaban.

Galo temía que si entraba a la habitación Lío iba a arrancarle las piernas y a incinerarlo vivo.

Calcinarlo hasta que no queden ni sus huesos.

—¡GALO!

Él era realmente explosivo. Fuego infernal. Dinamita pura.

Literalmente.

Galo no entendía como un cuerpo tan pequeño podía producir tanto odio.

Quizás era porque estaba más cerca del infierno.

O eso decía su jefe y sus compañeros de trabajo.

Lío Fotia era su propio volcán en miniatura.

Uno que si iba a estallar cómo un verdadero volcán si no se apresuraba.

Toc. Toc.

—Estoy aquí— como parte del cuerpo de bomberos siempre tenía un extintor en la mano—. Voy a entrar.

Cubriendo su flanco Galo se adentró a la habitación con pasos cuidadosos.

Él era tan hermoso, con ese vibrante corte bob de tono verde y esa piel blanca como la tiza, iluminado por la luz que entraba por el enorme balcón.

Tan deseable cómo un pedazo de pizza recién salido del horno.

—Deja de babear, pedazo de alcornoque.

Mirando sobre la toalla vió a Lío sin su camisón, con el pecho húmedo y el vientre sin cubrir por las cálidas mantas.

Rápido y ágil se acercó para cubrir a su prometido hasta formar un capullo.

—¡No hagas eso!

—¡Te resfriaras si sigues destapado!

Lío, con un cuerpo delgado y pequeño, intentó salir del enorme capullo que lo mantenía incómodo.

—Necesito respirar... Galo.

—Oh, lo siento.

Galo se deshizo de algunas sábanas y ya más tranquilo le entregó las toallas.

Galo miraba curioso como Lío se limpiaba el pecho ligeramente hinchado.

Un líquido blanco salía sin parar de sus pequeños pezones. Olía dulce, le recordaba vagamente a algo.

—Es leche, idiota— le dijo Lío al ver una mirada estúpida en su rostro—. No puedo creer que me deje engatusar y embarazar por un ignorante papanatas.

—¿Lo siento?

Tal vez no era el hombre más brillante del planeta pero había cosas que él mismo no sabia: ¡como que los hombres podían lactar!

Él solo sabía que las mujeres podían.

Lío pareció darse cuenta de su confusión mental y suspiró con fuerza.

—¿Cómo crees que voy a alimentar al bebé? Necesita comer para no morir.

—¿Leche de biberón?— Galo había rescatado a bebés y ayudado a madres primerizas en el pasado—. ¿En polvo?

Lío rodó los ojos y apartó la mirada, su prometido era todo un caso.

En silencio continuaba limpiando el desastre que eran sus pezones; ligeramente hinchados y muy rojos, con cada pequeño roce era suficiente para que se convirtiera en una vaca sin ordeñar.

Era lamentable.

A veces se preguntaba cómo es que producía tanta leche si su cuerpo era pequeño comparado con el de otras personas.

Peor aun si se comparaba con alguien del tamaño de Galo, que era casi dos veces más grande que él.

—¿Puedo probarte?

Ay, dios mio. Ese pobre idiota realmente pensaba con la otra cabeza.

—¡Deja de ser un asqueroso pervertido!

Lío lo había imaginado. En el fondo... no era tan mala idea. No, no, ahora estaba contagiandose con la estupidez de Galo.

Él debía ser la voz de la razón.

—Por favor...

Galo lo mira con esos ojos de cachorrito mientras juntaba las manos.

Lío se sentó en el borde de la cama frente a él y señaló bajo sus pies.

Galo era un tonto, así que se arrodilló con bastante facilidad y golpeó su frente contra el suelo de mármol.

Bajo la mirada satisfecha de Lío, que se encontraba en su trono de sábanas costosas, almohadas mullidas y un dosel digno de un rey, Galo estaba dispuesto a ser pisoteado por su prometido.

Eso y cumplir sus caprichos si le dejaba probar un poco de esa olorosa y apetecible leche que se derramaba de sus pezones como un río de ambrosía.

—Así que lo quieres, eh...

Lío acarició sensualmente su pecho, tomando entre sus dedos las gotas que se derramaba y las pasó por las comisuras de los labios de Galo.

Con una sonrisa sádica y golpeando sus pequeños y delicados pies en los hombros de Galo Lío se recostó contra la cama.

—Ven por esto entonces... Galo Thymos.

Había promesas de más en esa cantarina y delicada voz.

Galo tal vez iba a conseguir más que leche para bebés en la boca y no iba a desaprovechar la tentadora oportunidad.

Agosto de MpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora