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Rene primero de Versailles, digno y auténtico heredero del título de conde, se sentó en la mesa del salón de su antigua y maltrecha casa en el bosque. Ahí había pasado su tiempo desde los cuatro años, aislado de la sociedad, y ahí derrocharía el resto de su vida por su cruel y sangriento parricidio. El mismo repudio que sentía la sociedad hacía su persona lo sentía él mismo.

No quería matarlo, pero no le quedó otra opción: su padre iba a participar en la muerte de cientos de personas, incluido su propio hijo.

"Además si los rumores son ciertos, y la revolución es bendecida por Dios, él hubiera muerto igualmente"-Pensó.

Además le dio un final rápido: un tajo piadoso, pero mortal, desde el estómago al cuello. Le supo mal por aquel criado de su noble padre, no recordaba cómo se llamaba, pues tuvo que limpiar la escena.

Se preguntó qué estaría haciendo en ese mismo momento.

"Da igual"-Concluyó sus pensamientos.

Hizo una seña a Delroy, su fiel criado para que le sirviera el desayuno. Delroy era un fiel sirviente de su padre, pero por algún motivo que desconocía se había mantenido a su lado.

Al principio creía que seguía a su lado para vengarse, pero tras pasar un mes en vela por si le ahogaba con la almohada, descartó aquella hipótesis; luego pensó que, al igual que él, no tenía lugar donde volver, que nadie le esperaba en algún lugar lejos de bosque llamado "Hogar". Eso tampoco lo logró confirmar, pero estaba claro que tenía una razón para quedarse en la maltrecha finca.

Delroy le sirvió un Croissant y un zumo de las mejores naranjas del país vecino. Él hacía las compras en la ciudad, no sabía cuánto dinero había dejado su padre, pero cada día comía los mejores manjares.

-Delroy.-Dijo de sopetón y el misterioso hombre se giró.

-¿Sí, mi señor?

-¿Cual es tu apellido?

-Discúlpeme, pero es propio de un noble interesarse por detalles de sus sirvientes.

-Entonces contesta esta pregunta: ¿Por qué sigues sirviéndome?

-No veo razón para que os interese mi vida, pero me apellido Alaire. Sí, ese era el apellido de mi padre, de mi abuelo y de quien estuviese antes de él.

Rene se percató de su intento de esquivar la segunda pregunta, lo dejó estar.

-¿Y cual es vuestro nombre?-Preguntó el sirviente, provocativo, a pesar de saberlo.

-Rene. ¿Por qué lo preguntas?

-Ese es el nombre por el que os hacéis llamar. Yo os saqué del vientre de vuestra madre y juraría que nombró a su bebé de otra forma. La edad me debe estar jugando una mala pasada.

-Hablemos de hombre a hombre: ¿Qué quieres decir?

-Os falta mucho para ser hombre, pero lo que me estaba preguntando es: ¿Habéis dejado aquella forma de ser atrás?¿Aquel niño afligido que lloraba como cría por la muerte de su madre y que no tenía valor para reclamar sus derechos? Sólo así te consideraré un hombre

-Si, ya no soy esa persona. Y lo sabes de sobra, sabes el motivo por el que maté a Padre.

-¿Lo sé o cree que lo sé?

El conde puso los ojos en blanco.

-Lo que no sé es por qué me sigues sirviendo.

-Hice un juramento

-¿A quién?

-A vuestro padre. Le prometí que os haría un hombre o la furia de Dios en toda su gloria caería sobre mí. Y parte de convertidos en un hombre pasa por tener esta charla: ¿Cuándo os enfrentaréis a esos lobos con piel de oro? ¿Cuándo alzaréis la cabeza y reclamaréis vuestro lugar en la sociedad?

-No deseo poder ni gloria, simplemente quiero vivir tranquilo el resto de mis días.

-¿No lo deseáis o tenéis miedo de tomarlo?

Ante la falta de respuesta de parte del noble su sirviente respondió:

-Creo que no estáis listos para esta conversación.

Acto seguido retiró el plato y el vaso que había usado su señor y se marchó a fregarlos.

Rene subió a su habitación, se cambió las vendas de su adolorido pecho y se vistió de forma cómoda.

Pasaría el día en el lago de bosque intentando vislumbrar a la encantadora ángel que vio bañarse ahí hacía unos días y le había cautivado con su belleza.

Por desgracia no la encontró.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora