Alize se sentó en la mesa justo cuando Rene salía de la cocina con una expresión indescifrable. Este sentía una mezcla de enfado, nostalgia, sorpresa y, sobre todo, indecisión.
Apartó su silla con violencia initéncionada y se cayó sobre esta pesadamente.
Alize le dedicó una mirada inquisidora.
-No preguntes.-Fue la única respuesta que dio.
-Vale, no preguntaré.-Alize levantó las manos en señal de rendición.-Pero, como gesto de gratitud por acogerme, te ayudaré en cualquier cuestión que te provoque inquietudes.
Rene le dedicó una mirada de cansancio.
-¿Has hablado con Delroy me pareció que conocía bien a tu padre?-Preguntó entrometida.
"Claro, por que es él mismo"-Se dijo a sí mismo y miró a Alize con hartazgo.
Entonces llegó el hombre mencionado, se le notaba exhausto, no por cansancio físico sino mental. Ese era mucho peor: ya fuera por culpa, ansiedad, depresión, desequilibrio emocional o cualquier otra causa, era el tipo de cansancio más cástigante y una la más vil de las pruebas de Dios. Pues cuando tienes cansancio físico todavía puedes servirte de tu mente para motivarte y seguir intentando tenerte en pie ante las olas que envía el diablo en las playas del destino, pero en cambio si tu mente no funcionaba bien el cuerpo tampoco y no puedes hacer nada más que batallar contra tu propia cabeza y tu peor enemigo: tú mismo, esa parte de tí que unos siglos más tarde Carl Jung denominaría Sombras.
En ese momento Delroy estaba en aquella situación, en plena batalla invisible con las insidiosas fuerzas de la parte de la naturaleza humana heredada de El Enemigo.
Repartió los cuencos llenos de humeante estofado, sin mucho ánimo, y se sentó en la mesa.
Alize no presionó para obtener información, se notaba a leguas que lo que sea que provocó esa angustia en los dos hombres era un asunto entre ambos. Sus sospechas se confirmaron cuando empezaron a comer: en un silencio sepulcral y sin atreverse a mirarse a los ojos.
A Alize se le cruzaron mil pensamientos sobre qué podría haber causado esa tensión entre ellos, hasta hace unas horas se llevaban y se querían como si fueran familia, pero en ese momento se temía que se mataran entre ellos en cualquier momento.
René acabó de comer, se levantó de la mesa y se dirigió a sus aposentos sin emitir más sonido que un pesado suspiro de resignación.
Delroy torció el gesto en uno de disgusto. En un gesto de solidaridad Alize apuró el cuenco y le propuso fregar ella los platos.
-Me siento halagado por su buena voluntad, pero sería de mala educación que una invitada haga las tareas de la casa.
-Insisto, por mí no hay problema, me gusta ayudar.
-Y yo insisto en que es mi deber hacerlo y no se hable más.
No persistió en su oferta.
Se retiró entonces y se sentó en uno de los sillones del salón que estaba frente a la chimenea. El fuego crepitaba en esta, Alize jamás pensó estar junto a los leños prendidos de una chimenea en pleno verano sin morir de calor. Se preguntó si eso era un indicio del fin de los tiempos, y puede que así fuera.
Colocó las manos junto al fuego para sentir la calidez, reflexionó sobre al igual que la humanidad necesitaba el calor para sobrevivir también necesitaba el corazón lo necesitaba: el alma necesitaba la calidez de unos brazos que le soportara en las adversidades y la consolada. Una astilla de madera ardiendo saltó de la chimenea y rozó un dedo de Alize, para luego desintegrarse y dejar de existir en el aire, lo que añadió una lección a su introspección: A veces el fuego del amor te puede quemar, pero no por ello arde menos intensamente, a veces una quemadura fugaz es señal más que suficiente para confirmar que sigue vivo.
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Oniria
ParanormalSam, un tímido niño, se pierde en el bosque. Ahí encuentra una vieja mansión, donde habita una marioneta de payaso y una muñeca de porcelana con vida. Dos almas, dos tiempos; una sola oportunidad de arreglar el pasado.