19

8 17 0
                                    


Hizo falta el equivalente en tiempo a cinco horas para que Sam dejara de temblar de frío, a pesar del tiempo que había pasado, el ciclo día-noche no avanzaba como si el sol no sé atreviera a salir.

Estaban en una noche eterna, con una luna llena que los sobrevolaba amenazante, como si fuera a caer aplastándolos como en aquel videojuego que le regalaron a Sam por su cumpleaños.

Hacían veinte transcurrido veinte minutos desde que salieron de la caseta de invitados, que extrañamente no aparecía en las visiones que había tenido, y estaban él y Pierrot tumbados sobre la hierba discutiendo las diferentes posibilidades de cómo saldrían de ahí y admirando el cielo nocturno, que aunque tenebroso tenía su belleza.

Acordaron separarse para explorar la casa, que Sam sabía que había sido hogar de Rene.

Pierrot se encargaría de buscar una pista que les lleve a la salida en el primer piso, mientras que Sam exploraría el segundo. Luego se juntarían y explorarían juntos en la planta baja.

Llegaron a las escaleras y dividieron sus caminos.

La verdad es que Sam se pidió explorar el segundo piso para ver en primera persona el grandioso vestidor, pues pocas veces se podía observar de cerca las maravillas de la alta cuna, y pensaba llevarse uno para su madre. Así que fue el primer cuarto que exploró.

Intentó abrir la puerta, pero la madera estaba hinchada de la humedad y el abandono, así que imitó lo que había visto en algunas películas de acción: pateó la puerta y, quizás por el deterioro o el poder que le confieren a uno los sueños, la tiró abajo.

Los vestidos estaban llenos de polvo y moho, pero bajo unos brillaba un resplandor naranja.

Lo retiró con repugnancia y vio un agujero en que atravesaba las dos plantas superiores. Era demasiado peligroso intentar bajar por él, así que se propuso hacerlo por las escaleras, aunque recordaba que, dos plantas abajo, la puerta al comedor estaba tapiada

Justo cuando se dio la vuelta para dirigirse a las escaleras oyó el crujir de la madera y cayó dos pisos.

Tardó unos minutos en recobrar la consciencia, pero milagrosamente no había muerto.

Estaba en el comedor, iluminado a las luz de las velas y con la mesa rodeada casi en su totalidad con peones con una cara pintada.

-Hola, ¿también estáis vivos?-Preguntó inocente el niño sin saber qué un peón solo responde ante la orden de un rey.

Y su rey estaba presidiendo la mesa, un ser de sombra con rubíes como ojos y dientes de metal oxidado.

-Bienvenido, Sam.-Pronunció solemne.

-Bienvenido, Sam.-Repitieron al unísono los peones con voces infantiles.

-¿Por qué no te sientas?-Hizo un gesto y una silla sin ocupante se movió por sí sola.

Sam retrocedió asustado.

-No tengas miedo, pequeño, pues de ahora en adelante pasaremos mucho tiempo juntos.-El niño intentó derribar la puerta que le aislaba de la ayuda, pero los tablones eran demasiado fuertes , él niño gritaba a pleno pulmón.- ¿No me he presentado? Que mal educación. los de tu especie me conocen como Hasatán, significa El Adversario en un idioma que seguramente no sepas ni que existe. Siéntate, conversaremos plácidamente sobre cómo voy a devorar tu alma y puede que luego te sirva mi delicioso té de malas hierbas.

No se sentó.

-Siéntate, insisto, sería mal anfitrión si no te invitara a poderte cómodo.-Hizo un gesto, Sam notó su desesperación. De alguna manera supongo que sí se sentaba no volvería a levantarse.-Perdona a mis otros invitados, no sé presentarán pues no recuerdan quienes son, solo recuerdan el dolor eterno.

Entonces Pierrot derribó la pared.

El ser se desvaneció.

-¿Estás bien?- Preguntó.- He oído tus gritos.

Le explicó la situación.

-Tenemos otros problemas de los que ocuparnos, la muñeca se ha escapado.- Mintió pues todavía era una marioneta y su titiritero quería liberarla.

Entonces los peones desarrollaron extremidades y se levantaron amenazantes

-Creo que esto es más urgente.-Contestó el niño asustado.

Estaba en peligro.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora