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Delroy terminó de picar la cebolla, comprobó el estado de cocción de la carne, le echó otro chorro de coñac y echó la cebolla a la olla.

Oyó los pasos de Rene acercándose a la estancia, y por la intensidad y velocidad de los pasos estaba reuniendo valor para hablar con él.

Traspasó el umbral que separaba el comedor de la cocina, cogió aire e interrogó al único hombre capaz de resolver su duda.

-Delroy...

-Sea directo y lanza la pregunta.-Le cortó en seco.

-¿Cómo has sabido...?

-Le conozco como a mi propio hijo.-No mentía.

Hubo silencio unos instantes.

-He estado pensando en Alize y en mis sentimientos por ella, y no tengo ni idea de como conquistarla pues no he crecido sin madre y no llegué a preguntarle a Padre cómo la sedujo. ¿ Podrías contarme la historia de cómo se conocieron?

Siempre había temido aquella conversación, pues solo recordar el sentir de perder al amor de su vida y no poder decirle la verdad sobre lo maravillosa que era su madre para él hacía que su corazón sufriera.

-Fue en la primavera de mil setecientos sesenta y cinco, en un maravilloso baile de primavera; era una joven hermosa llamada Giselle...

Le contó la historia sin explayarse en detalles y cambiando las partes de esta que involucraba su relación con ella.

-Entonces nació, bajo otro nombre, pero el amor de su padre no aflojó su intensidad desde aquel día hasta su muerte.-Se ahorró el comentario sobre que no dudaba de que tampoco lo había dejado de querer cuando su propio hijo cometió parricidio, pues no quería levantar viejas heridas.

Rene lo miró desconfiado.

-Delroy, sabes que te quiero como un segundo padre , no veo necesidad de que me mientas.

-No le miento.-Dijo con evidentes nervios al escuchar a Rene decir eso. No estaba enfadado si no decepcionado.

-Vale,- Confesó la verdad.

La verdad es que Rene lo sospechó durante un tiempo a sus hijos años al darse cuenta de que contaba con rasgos más semejantes al criado de su padre que a los de este, pero descartó esa idea ya que era inconcebible para la mente de un niño que no entendía nada de sexo, estirpe o herencia genética: para él era imposible que Antoine, el hombre que lo había criado como un hijo, no fuera su padre. Pero sus sospechas se cumplieron.

Tembló y estuvo a punto de desfallecer ante la revelación; entonces Delroy, no, su padre le sujetó y enderezó.

Una vez hubo recuperado las fuerzas le confrontó.

-¿Eres mi padre?

-Lo soy tanto o incluso menos que el hombre que os crió. La paternidad no es solo inseminar a una dama.

-¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Por eso me sigues sirviendo? ¿Hubo algún tipo de rencor o rencilla entre Padre y tú por mí ?

-Las preguntas de una en una.-Intentó calmar su mente inquieta.

Entonces una siniestra duda se formó en esta.

-¿Tú querías que matara a padre?

-¿Qué no? Le recuerdo que asesinarlo fue idea suya y fue usted quien cometió el crimen.

-Pero tú sembraste el germen del que crecería una macabra y blasfema idea.

-No lo entendéis.

-Todo por que te arrebató lo que es tuyo por derecho. Qué fútil venganza.

-No lo hice por eso, y nadie tiene el derecho de hacerse llamar padre excepto el que cría y se responsabiliza del crio. Además ya había renunciado a la gloria y el amor de mi vida estaba muerto, pensé que nunca volvería a amar, pero me di cuenta de que me equivoqué cuando os vi tan sonriente practicando con la espada a escondidas en palacio.

-¿Entonces por qué?

-Por vuestro bien: al principio pensé que hacía bien en dejaros en sus manos, podríais escalar entre la nobleza y algún día ocupar el puesto de vuestro padre o incluso ser el mismísimo rey, pero me equivoqué vuestro padre se juntó con malas influencias movido por su ambición le prometieron el poder real a cambio de hacerle llegar al rey una propuesta de ley y votar a su favor, creo que ya conocéis las implicaciones de dicha ley: era un retroceso en la ya obsoleta mentalidad del pueblo de Francia, volvía a prohibir la sodomía y demás derechos a decidir sobre nuestra vida sexual. Recordaréis que cuando os declarasteis un hombre os mandó a vivir aquí, lejos de él, pero más importante lejos de los cotilleos de una sociedad que no estaba lista para aceptaros. Él eliminó a los revolucionarios, que planeaban tomar el poder y hacer de Francia una república donde todo el mundo podía ser libre siendo ellos mismos como en la antigua Grecia, y la semana que hubiera seguido a su muerte iba a susurrar la propuesta al rey y este en su confianza con el mejor consejero que había tenido cualquier monarca de Europa iba a declararla ley sin pensar lo más mínimo. Por esa razón os inculqué la idea que la única forma de seguir viviendo y que no os persiguieran por ser vos mismo. Lo siento mucho no tuve en cuenta que su criado resultaría ser su mano derecha, y sucesor, y compartía los ideales de aquellos poderosos a los que su padre había vendido su alma y acabaría siendo figura clave en la aprobación de la ley. Solo lo hice por el bien de mi hijo, aunque eso significara romper su corazón con la muerte de su padre.

-No sé qué decir.-Contestó conmocionado.

-Créame, no hay día que no me arrepienta de mi decisión.

-Simplemente no sé qué decir- Respondió con solemnidad.- No puedo decir que te perdone, pero entiendo tus motivos.-Dicho esto se marchó de la cocina.

Delroy apagó el fuego con los ojos vidriosos por las lágrimas y dio un largo trago a la botella de coñac. Aunque desde la muerte por cirrosis de su padre juró no beber jamás, pero estaba totalmente derrotado; había perdido la confianza con su único hijo y último recuerdo que le quedaba de Giselle.

Se secó las lágrimas, rellenó los platos con el estofado y se dispuso a servirlo.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora