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-¿Qué? No puedo quedarme aquí hasta Dios sabe cuándo.- Gritó alterada por la situación- Debo volver con mi padre a pedirle perdón. El pobre debe de estar buscándome desesperado.-Se puso de rodillas y rezó en voz alta.-Por favor, Dios, haz que me pueda reunir pronto con él y dale consuelo en las noches que pase a mi espera.

Rene se acercó.

-Tranquila, por mucho que me guste que las damas se arrodillen frente a mí.-Bromeó pues era virgen.- No me gusta ver lágrimas en sus ojos.

-Gracias, es un gran consuelo saber sus inclinaciones sexuales.-Contestó sarcástica.

Rene abrió la boca para contraargumentar, pero Delroy se le adelantó.

-Lo que intenta decir, joven dama, es que podemos hospedarla el tiempo que haga falta, con suerte serán solo unos días pues estamos en verano, pero claro en verano no nieva.- La tranquilizó.- Por si acaso ayer compré provisiones suficientes para tres meses.

Alize no quería pasar ni una noche más lejos de su hogar, las bulliciosas calles de París, su confortable cama y mucho menos de su padre. Se lo imaginaba sin apenas dinero por pagar los desperfectos de la boda, endeudándose para contratar detectives o suplicando a la policía nacional para que investiguen su desaparición. También temía que la nieve lo hubiera alcanzado en el exterior, buscándola por las calles o el mismo bosque y lo hubiera enterrado, seguramente nadie se preocuparía de rescatarlo pues no tenía a nadie más que a ella, su hija.

Seguramente rezaría, mientras sus miembros se congelaban hasta morir a causa del frío y deliraba por la misma razón, por reencontrarse con su esposa y madre de su única hija.

Esta murió en el parto de su hermano, que desarrolló tal relación maternal con quien lo había portado dentro de sí, que la acompañó en el viaje al paraíso. Ella apenas la había conocido, pues tenía unos cinco años cuando murió, no la recordaba bien; pero siempre la echaba de menos y había sentido una gran conexión con ella a través de los maravillosos relatos sobre ella con los que su padre deleitar sus oídos y su imaginación sedienta del amor de una figura maternal. Puede que en parte por haberse criado sola con un padre había desarrollado un carácter que en la época se atribuía más a los varones: pues sabía debatir, regatear en los negocios, defenderse físicamente ( Pues su padre le había insistido en que aprendiera aunque fuera lo básico de defensa personal, pues no soportaba la idea de que algún bastardo se aprovechara y provocara la muerte de la única familia que le quedaba. Aunque al no querer decepcionar a su padre hizo el curso avanzado, aunque sus habilidades estaban ya oxidadas, e incluso hizo esgrima durante varios años.) Y tenía mal humor. A veces sentía que desde la prematura y desafortunada muerte de su hermano menor vivía por los dos y desempeñaba el papel de ambos.

Esa era una de sus razones para no casarse con Pierre.

Ese hombre, al igual que la mayoría de la sociedad, menospreciaba el poder de las mujeres. Ella quería romper los moldes, en los que las mujeres estaban atrapadas en sus repetitivos papeles, y casarse y vivir el resto de su vida en una unión matrilineal.

Quería que sus hijos llevaran sus apellidos, ser la heredera del poder de su padre (en caso de que ascendiera en los escalafones de la sociedad) y quería ser igual ante la ley y ante el mundo que los hombres; cosa que Mort d'ete no hubiera permitido.

Sam cuando vio este recuerdo pensó que si hubiera nacido un poco después sería una figura feminista tan o más importante que las heroínas de las que le hablaba su madre como fueron mujeres como Anna Wheeler.

-No llores.-La consoló Delroy, poniéndole una reconfortante mano en la espalda.

-Quiero volver con mi padre.-Dijo pues en el fondo, a pesar de que en esa época tenía la mayoría de edad, solo era una niña asustada que quería volver a casa.

-Yo también.-Dijo Sam en una voz que era inaudible para todos menos él mismo, al igual que nadie notaba su presencia. Sam en ese momento en que navegaba a través del tiempo era una especie de espectador no podía hacer nada más que observar cómo todo se dirigía hacia la destrucción y la victoria de El Adversario.- "Como un narrador en los cuentos que me lee mamá."- Pensó divertido sin saber el horror que vería más adelante.

-O como un dios al que han despojado de sus poderes.-Contestó una voz profunda a su pensamiento. Cada palabra de aquel ser, que a su vez era su compañero de visión y captor, sonaba como un ternero recién nacido agónico por estar siendo despedazado por un millón de murciélagos y no hallando consuelo en otra vida.

-Shhhh, tranquila.-Le dijo el sirviente. Tenía experiencia consolando a crías desdichadas, aunque la que había criado antes del suceso lloraba por otro motivo.

La llevó a la que sería su habitación por una temporada, donde lloró en su regazo hasta caer dormida.

La dejó caer suavemente al colchón y la tapó. Hacía un frío endiablado para estar en aquella estación del año.

Se preguntó qué demonios estaba pasando con la naturaleza, e iba bien encaminado en cuanto a las palabras que había usado para formular la pregunta.

Cerró la puerta y bajó las escaleras.

-¿Qué le pasa en la cabeza?-Confrontó a su amo.

-Cuida tus modales, viejo, ¿Con qué vulgar excusa cuestionas mi cordura?

-Desde ayer no ha parado de provocar a nuestra invitada e intentar que forme parte de algún estúpido juego mental que solo hace para demostrar su hombría. Quizás le remueva la conciencia que nuestra invitada tenga un padre al que regresar tras un estupido error y le recuerde el qué pudo haber sido.

-No te atrevas a hablarme así.- Le levantó la mano.

-Adelante, un hombre no se mide en su fuerza física sino en las maneras que tiene para evitar usarla.- Le sostuvo la mirada desafiante.

Rene retiró la mano, ese era un golpe bajo para su ego.

-¿Y bien?- Perseveró en su intento de que le contara sus motivos para ser tan descortés.

Rene bajó la mirada avergonzado, reconoció aquel sentir que reflejaban sus ojos, él mismo la había sentido tiempo atrás.

-Se has prendado de la joven, ¿Verdad?

Hizo un gesto culpable con la mirada.

-Así que es eso: la quiere impresionar. Déjame decirte que eso no funciona así y por lo que he podido observar menos en mujeres como Alize. Ellas quieren un hombre que sea directo y valiente, pero no vanidoso, que las haga sentir especiales, no como a cualquier ramera que podrían conseguir en un bar, que las valore como persona, no como objetos o medios a través de los cuales obtener placer...-Continuó su explicación.- Aunque eso, como es natural, no lo sabe pues nunca se ha enamorado. Casi creía que la muerte de su padre le había trastocado la capacidad para amar.

-¿Entonces qué hago?-Preguntó con vergüenza.

-Deja que el tiempo haga su trabajo, si el destino decide que debéis ser pareja se enamorará naturalmente, mientras tanto sé tú mismo y no fuerces las cosas o entorpecerás a cupido.

-¿Tú alguna vez has amado a alguien?

-Sí.-Se sinceró.

-¿Y cómo es que no está aquí?

-Murió antes de que nacierais.-Mintió.

-¿Cómo se llamaba?-Preguntó curioso pero sin querer ser indiscreto.

-Blanche.- Volvió a mentir.- Y era la mujer más hermosa que he tenido el placer de observar,-Eso era verdad.

-Si no te trae malos recuerdos me gustaría que me contara cómo os conocisteis.

-Algún día lo haré.-Respondió y se dio el peligroso lujo tiempos pasados.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora