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Alize nunca había estado en una boda, por lo que la suya propia era objeto de sus preocupaciones y nerviosismo.

En momentos echaba en falta el siempre valioso y reconfortante consejo de una madre.

Alphonse, su padre, había contratado unas doncellas para prepararla.

La terminaron de bañar, la ayudaron a salir del agua y la secaron.

Tan pronto como estuvo frente al espejo, completamente desnuda, admiró su cuerpo; se preguntó si aquel hombre llamado Pierre Mort d'ete la satisfaría como Etoile, su amante secreta. La había ido a visitar varias veces a lo largo de la semana y había degustado aquel insólito placer. Le vibraban los pezones tan solo de recordarlo

"Más vale que lo haga"-Dijo deleitando su imaginación figurando como se sentiría al ser penetrada por un verdadero miembro.

Dejó atrás sus pensamientos justo cuando una de las doncella de pelo negro como el carbón le terminó de cepillar el cabello.

-Señora.-Dijo ella.-Tenemos que ponerle el vestido.

-Claro.-Contestó y se dejó poner el corset.

Una vez vestida subió al carruaje que se dirigía a la catedral de Notre Dame.

Llegó y bajó tapada por un manto negro para que nadie viera el vestido.

Ahí se reunió con su padre y se despojó del manto para desvelar el vestido del color de la naturaleza a la multitud que estalló en jolgorio.

-Estás preciosa.-Le aduló con lágrimas reprimidas en los ojos.

Le tendió la mano y Alize se la dio.

Entraron en la catedral cubiertos en vítores que casi opacaba la marcha nupcial tocada por la orquesta.

Los invitados lanzaron sobre la novia y su padre pétalos de rosas recién cosechadas.

Pierre esperaba en el altar con su traje gris oscuro y un ramo de lirios blancos. Al verla le susurró que estaba hermosa y le ofreció las flores.

Alize sonrió incómodamente: ella sabía que ese debía ser el día más feliz de su vida, pero no se sentía ni de lejos dichosa.

No amaba a aquel hombre y mucho menos quería pasar el resto de su vida reducida al papel de esposa.

El sacerdote terminó la misa que había empezado mientras Alize estaba sumida en sus pensamientos.

-Pierre de la casa Mort d'ete, ¿Aceptas a Alize Baudelaire como legítima esposa? ¿Prometes serle fiel y estar para ella en la adversidad?

Alize contuvo el aliento rezando para que dijera que no.

-Sí, acepto.

-¿Y tú, Alize Baudelaire, aceptas a Pierre de la casa Mort d'ete como legítimo esposo? ¿Prometes serle fiel...?

Le interrumpió gritando:

-¡Claro que no!

Se tapó la boca tras las palabras, como si eso las pudiera revertir, no podía creer que se les hubiera escapado de la piadosa prisión de su garganta.

Estalló un caos de murmullos en la sala y Pierre la miró enfadado.

Se sonrojó.

"Tierra trágame"-Pensó con una gran vergüenza.

No soportó las miradas indiscretas y juzgantes de los invitados, y echó a correr.

Pierre estaba rojo de rabia.

Etoile tenía una brillante mirada orgullosa, en la que se fijó el novio.

-Alize, espera.-Gritó su padre.

Pero no paró de correr pues temía su furia.

Llegó hasta un carro, se subió de un salto y le dijo al chofer que la llevara lo más lejos posible.

-Voy al bosque Des Âmes-Dijo el conductor con aspecto de criado.-¿Le va bien?

Asintió y el criado espoleó a los caballos.

Tras dos horas de viaje el carro se detuvo.

Alize bajó y el chofer la miró de arriba a abajo.

-Supongo que nuestros caminos se separan aquí.-Dijo y por un momento parecía que iba a añadir algo más.

Alize agradeció para sus adentros la falta de preguntas por parte del hombre. Este descargó un saco con diferentes alimentos y se perdió en el bosque.

La joven empezó a caminar.

Reconoció el bosque, era aquel bosque cercano al parque donde esperó a su padre mientras recogía el vestido regalo de su cumpleaños.

"Y pensar que fue hace solo una semana"-Pensó nostálgica y queriendo regresar a aquella época más sencilla.

Recordó que aquel era también el lugar donde encontró ese lago con agua tan cristalina y con efecto relajante.

Lloró al saber que pensar que nunca volvería a casa, quizás fuera una rabieta adolescente, pero se maldecía al pensar que ahora era el tema de conversación de todo paris, que inventarían chisme sobre ella y su padre.

"Pobre de él"

Le había destrozado toda oportunidad de escalar en aquel cruel mundo donde todo lo regía la influencia.

Sollozó desconsoladamente mientras se secaba las lágrimas.

Se obligó a calmarse cuando llegó al lago.

Introdujo un pie en aquel agua y enseguida se tranquilizó, como si aquel agua tuviera propiedades mágicas que afectaran al carácter.

Salió a la orilla y se despojó del vestido, depositándolo sobre una rama, y se metió al agua, cálida a pesar de la hora y que le llegaba ºhasta la cintura, y de repente el rumbo de su mente se dirigió a aquellos días en la cama de Etoile Recordó las cosas, que apenas se atrevía a nombrar, que ella le hizo. Su entrepierna empezó a arder pidiendo urgentemente atención.

Se entregó al placer hasta que oyó una rama crujir.

Miró hacia el origen del sonido tapándose.

No había nadie a simple vista.

Se enfundó de nuevo en el vestido y se dirigió al arbusto donde apenas unos minutos antes estaba Rene.

En una de sus ramas había un colgante de jade.

Lo desenredó y lo tomó entre sus manos.

Valía más que cuanto tenía su familia. Pensó en que si se lo daba a su padre como ofrenda de paz, para que pagara los gastos de la boda, quizás llegara a perdonarla.

En ese momento empezó a llover.

Corrió hacia las afueras del bosque, cubriéndose bajo los árboles.

El camino de vuelta a su hogar era demasiado largo y peligroso a oscuras, así que no tenía más opción que pasar la noche en el bosque. Lo exploró en busca de algún lugar donde cobijarse.

Encontró una vieja casa, picó a la puerta y se abrió.

Así se encontró cara a cara con Rene.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora