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"Monique", ese nombre le resultaba familiar a Pierrot.

De repente se llevó las manos a la cabeza y su rostro se degeneró en una expresión de dolor.

Sam se acercó.

-¿Estás bien?-Preguntó.

-Mi amor, mi amor, el dolor de la verdad. Mi amor, mi amor, sufrimos por su voluntad.-Canturreó la muñeca mayor.

-¿Qué?-Exclamó el niño asustado y agitando al payaso para que volviera en sí.

Pierrot clavó sus propias uñas en su cara y se empezó a arrancar el rostro.

El niño observó la traumática escena ínmovil.

El ser cayó de rodillas y la piel de su tez cayó como si fuera una lámina de embutido.

El ser se llevó las manos ensangrentadas al rostro y notó con sorpresa que tenía un nuevo rostro.

Sam le dedicó una mirada asombrada e incrédula.

Pierrot, o bueno el anterior payaso Pierrot, ahora se había desecho de la máscara de madera pintada y ahora tenía una faz de rasgos andróginos y cicatrices superficiales. A pesar de eso seguía siendo una marioneta en el resto de su cuerpo.

-Pierr...-Se interrumpió a pesar de su alegría.-¿Como te llevo llamar ahora? ¿Pinocho?-Preguntó el niño.

El ser no entendió a quien se refería, pero aún así contestó.

-Todavía no recuerdo quien soy, aunque la niebla se empieza a disipar, así que sigue llamándome Pierrot.

-¿Qué significa que la niebla empieza a disiparse? ¿Qué es la niebla? Y ¿Qué es disiparse?-Preguntó Sam.

Pierrot se había olvidado de que trataba con un niño de aproximadamente seis años.

"Aunque en mi época a esa edad eran mucho más inteligente"-Se dio cuenta de la frase.-"Espera, ¿He dicho mi época?"-Puede que esa sea la clave para recordar su identidad-"De qué época soy? ¿De que mundo vengo? Es obvio que este no es mi hogar original. ¿Qué es este lugar y por qué obtuve el don de la conciencia al llegar el pequeño? ¿Acaso él es importante? ¿Forma parte de mi destino? Si es así ¿Cuál es su papel?"

No tenía respuestas a esa pregunta y dudaba que aquel infante, que al igual que un ángel le había devuelto a la vida, le fuera a contar el plan que dios tiene para él.

"O a lo mejor no sabe nada, quizás él también está atrapado aquí. En ese caso ¿Por qué él es diferente? ¿Quizás él tiene un papel diferente al del resto de habitantes de este mundo?"

Intentaría averiguar más.

Ignoró su pregunta sobre el significado de las palabras "Niebla" y "Disipar" y lanzó su pregunta.

-Nunca me has dicho tu nombre.

-Es verdad, Me llamo Sam y tengo seis años.-Dijo enseñándole seis dedos de sus manos para mostrar su edad.

-Bien sam, si queremos salir de aquí tenemos que pensar juntos. ¿Cómo llegaste aquí?

-¿A qué te refieres a salir?-Preguntó el pequeño con una perspicacia poco propia de la edad.- ¿Estamos atrapados? ¿Cómo lo sabes?-Lo miró con confusión. Él pensaba que podría irse en cuanto amaneciera, eso si encontraba el camino de vuelta, pero bien visto parecía que no iba a salir el sol jamás.

-No lo sé, simplemente lo sé.-Contestó Pierrot.

La mirada de Sam reflejaba miedo a no volver a ver a su madre mientras le relataba al payaso cómo llegó ahí.

-Bien, es bueno saber que tienes una madre. Yo no recuerdo nada de mi vida anterior a recobrar el sentido en aquella vitrina, solo recuerdo el sentimiento de rabia, como si luchara por mi vida, que me hizo golpearla hasta romperla.

Sam recordaba eso, sobre todo por el terror que sintió al estar justo enfrente cuando Pierrot se estrelló contra el cristal enloquecido.

-Pero bien pensado: no sabemos si estamos atrapados aquí. Podemos intentar salir.

El pequeño aceptó.

-Pero primero tenemos que asegurarnos de que la muñeca no los siga, No quiero que nos ataque por la espalda como la otra.

"Creo que se llamaba Monique. Su nombre me recuerda a una desaparición, pero no recuerdo de quién ni cuándo"

Pierrot agarró temerosamente a la muñeca por la cintura, la encerró en el armario y bloqueó las puertas con un mueble.

Luego él y Sam bajaron las escaleras y salieron de la casa.

Otearon los alrededores y decidieron que la ruta más probable a casa era seguir el camino.

Eso hicieron hasta la bifurcación.

Uno de los caminos quedó descartado pues llevaba a la casa de invitados, así que siguieron el otro: Por el que Sam llegó.

A pesar de que ahí debía estar el parque el camino terminaba en un enorme lago helado.

El niño lloró desconsoladamente al darse cuenta de que no había forma de volver a casa.

Pierrot lo abrazó por detrás.

Sam se sintió extrañamente consolado, como si estuviera unido con él con el lazo del destino.

-Intentemos cruzar el lago.-Propuso la marioneta.

Lo hicieron a pesar de que ninguno de ellos había caminado nunca sobre hielo y mucho menos sabía el peligro que conllevaba.

Pasaron unas horas, pero por mucho que avanzaban no el lago no parecía terminar y la noche tampoco.

-No hay nada. Demos la vuelta.- Se dio por vencido Pierrot.

-No.-Dijo Sam con terquedad.- Quiero volver a casa.-Sollozó.

Entonces el hielo se rompió bajo él y cayó.

A pesar del frío del agua y la oscuridad de ahí abajo le envolvió una cálida y tranquilizadora luz.

Entonces empezó a ver más allá del tiempo.

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