Prológo.

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—¿Se va a ir así? Es usted una irresponsable, Señorita Armstrong —Freen salió detrás de mí. Me seguía los pasos y así como mis tacones resonaban contra el lujuso piso, los suyos hacían lo mismo—. ¿Cómo se atreve a llegar a mi oficina a esta hora? Y encima de eso hacerme quedar como la mala.

Todos en el lugar habían dejado de hacer lo que estaban haciendo para mirar hacia nosotras. Freen no era más que una mujer muy terca, eso lo tenía más que claro, las revistas no mentían, pero me daba mucha rabia estar viviéndolo en persona.

No hay que dejarse engañar por lo guapa que es, detrás de esa máscara se esconde una mujer fría. Justo la que estaba viendo ahora.

Le di el frente. No me molestaba enfrentarla, y si me quedaba sin trabajo, lo haría con todo el gusto del mundo, si así le bajaba los humos a mi jefa.

—Le dije que tuve una urgencia, llamé a la empresa y dije que llegaría unos minutos tarde, ¡Unos minutos! —grité.

Esta apretó la mandibula, —¿Y usted cree que a mí me importan sus problemas? no estoy aquí para escucharlos, así que me hace el favor y recoge sus cosas, no quiero a una mujer como usted a cargo de mis asuntos —escupió.

Me reí con falsedad, —¿Sus asuntos? ¿por sus asuntos se refiere a cuanta mujer aparece aquí reclamando que ni siquiera la paga le dejó en la madrugada? —la boca de Freen se abrió de par en par, en realidad eso era un poco falso, lo de las mujeres no tanto ya lo otro sí. Todos en la oficina abrieron los ojos como platos y rascaban sus caras, buscando en donde esconderse.

—Eso... —hizo una pausa, y me señaló con su dedo índice—. Eso es totalmente falso, hágame el favor y me respeta, Señorita Armstrong.

—Respetarla —me reí—. Y una mierda, Freen Chankimha. Usted no es más que una mujer que se cree más de lo que es, y esos malditos humos si no los baja usted se lo bajo yo. Me va a empezar a respetar.

Abrió sus brazos, —¿Que respetar? usted no puede estar más despedida, jamás, escúcheme bien, jamás trabajé con alguien tan irrespetuosa como usted. Mujer descarada, ¿quién se cree que es? y no seguiré conversando con usted —se giró para irse, pero en eso, yo volví a hablar.

—¿Yo? No sé, pero usted la divina garza y déjeme y le digo que no es más que una mujer fría y sin cerebro.

Se devolvió, —¿Perdone?

—Lo que escuchó —me fui acercando, bajo la mirada de todos, y principalmente la de ella, la más imponente, la más penetrante y sin duda, la mas atractiva. Cuando estuve a sólo un paso de ella, lo dije:— ¡Eres un maldito Robot, eso es lo que eres!

Corazón de robot // freenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora