Capítulo 6.

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"¿𝐂𝐮𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬 𝐧𝐨𝐬 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐫"?

Si no te has enamorado por lo menos 7 veces, no estás preparada para casarte, o eso dice un estudio que pone en esta cifra las veces que tenemos que hacerlo antes de dar el "sí quiero".

                                 𝐁𝐄𝐂𝐊𝐘
Como era de costumbre, después de cada día pesado -muy pesado- de trabajo, solía irme, a ver a mi madre. Ella se quedaba en un asilo, pero no porque no quería cuidarla, sino porque mi madre tenía alzheimer. Y me costaba mucho cuidar de ella, a veces olvidaba mi nombre y salía de la casa terminándose perdiendo.

Mi infancia no fue fácil, pero jamás pasé por malas situaciones, amé cada uno de mis días; y mi madre se encargaba siempre de darme lo mejor. Cuando cumplí los once años, entendí que mi padre jamás volvió a la casa, y yo no supe nada de él. Y la verdad, tampoco me preocupé. Sentía su ausencia, pero no sabía porqué, si jamás tuve su presencia.

Mi madre era ausente, pero no porque quería, sino porque trabajaba mucho. Cuando tuve la edad suficiente, trabajé y estudié al mismo tiempo; no me costaba y con eso ayudaba a mi madre. Pero todo empezó cuando sus cambios de memoria y vida cotidiana ya no eran lo mismo.

Se le dificultaba ir a trabajar y recordar pequeñas cosas, lo que más me asustó fue que se le había olvidado mi nombre. Y desde ahí, supe que eso no era normal.

Y la llevé a un hospital, y justamente era eso, me sentí caer en un vacío, me preguntaba que haría yo si mi madre era así, no tenía con quien dejarla, ni un trabajo estable; era una ansiedad constante.

Lloraba hasta quedarme dormida, habían noches en las que no sabía como hacerle. Las pastilla eran demasiado caras, pero me acosumbre y me las arreglé, lo mejor iba a ser un asilo y lo asimilé. No teníamos más familias pero una de mis amigas no tardó en ayudarme y juntas lo hicimos.

Al principio no creía poder con ello, pero me detuve a pensarlo, y el amor que le tengo a mi madre es incomparable a nada. Ha estado para mí en todo momento y de sólo pensar en perderla, me da mucho miedo, y sería perder una parte muy importante de mi vida.

Entré saludando a las enfermeras, las cuales muchas veces se encargaban de todo, yo le traía sus medicamentos. Y lo que más me gustaba del día, era eso, visitar a mi mamá y quedarme hablando con ella.

Sonreí cuando la vi, mi madre estaba en una habitación, estaba sola, y se mantenía bien cuidada. Pagaba un poco más por ello; pero verla tan comoda, jamás sería un pesar.

Me acerqué a ella, sonriéndole. Y puse la bolsa de regalo sobre la mesa que estaba ahí.

–Hola, mami —me senté en un banco que estaba a su lado en la cama.

Mi madre tenía un hermoso cabello, detestaba que se lo cortaban y yo me encantaba con él.

—¿Becky? ¿Eres tú? —sonrió, sentándose.

Sus ojos eran muy similares a los míos. Mi única pasión no era trabajar en una empresa, sino tambien cantar, pero jamás pude cumplirla por el hecho de que; mi madre casi siempre- ha estado enferma. No tuve tiempo a casi nada.

—Sí, mami, y te traje un regalo -se lo di, y esta lo tomó—. Te traje el bizcocho que tanto te gusta.

—¿Es para mí? —la inocencia en su voz me conmovía—. Es mi sabor favorito.

Era una niña pequeña en cuerpo de adulto. Y no tenía ni la más mínima idea de cuanto la quería. Y había veces en las que me quería quedar con ella y no dejarla jamás.

Corazón de robot // freenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora