Capítulo 25.

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𝐒𝐢 𝐚𝐪𝐮𝐢 𝐫𝐞𝐠𝐚𝐥𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐫𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐫𝐨𝐣𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐒𝐚𝐧 𝐕𝐚𝐥𝐞𝐧𝐭𝐢𝐧, 𝐞𝐧 𝐃𝐢𝐧𝐚𝐦𝐚𝐫𝐜𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐣𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐯𝐢𝐚𝐧 𝐟𝐥𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐛𝐥𝐚𝐧𝐜𝐚𝐬 𝐩𝐫𝐞𝐧𝐬𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐠𝐨𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐧𝐢𝐞𝐯𝐞.

𝐅𝐑𝐄𝐄𝐍
—Pelea de parejas pre-casadas —se burló Fay.

—Tú cállate, que tampoco te veo muy bien con Nam.

—Hey, te estás pasando. Yo solo bromeaba. La pelea se escuchaba al otro lado de la oficina, los policías tuvieron que irse, y cuando sentí el silencio vine y vaya sorpresa con la que me encontré.

Estaba acalorada, y es que besar a Becky, y más encima, tocarla. Era una madita brujería, esa mujer tenía un cuerpo perfecto y si no conducías con cuidado te perdias en cualquiera de sus curvas. Son magníficas.

Como pierdo el hilo de mis pensamientos cuando la tengo para mí. El como sus labios encajaban perfecto con los míos creando armonía entre ellos. Y logrando que no quisiera detenerme.

—Tierra llamando a Freen —Fay chasqueó los dedos—. ¿Vas a tener un orgasmo pensando en Becky? Porque si es así, me puedo ir.

—No seas payasa. Ni siquiera me dejaste quitarle a parte de arriba —la miré mal—. Y te destesto por eso.

—Ni que fuera el fin del mundo, y cabe decir que ahí yo veía a una mujer que te pedía que la soltaras. Eso no se hace —me dijo con fingido reproche.

—¿Me dices a qué viniste? —solté con cansancio.

—Llamaron del asilo —gire mi cuello tan rapido que dolió—. El doctor dijo que no le contó todo a Becky, Freen.

—Sí, lo sé, le dijo que el tratamiento es muy poco probable que la salve, ¿pero hay algo más? —se quedó en silencio—. ¡Responde, joder!

—Es hereditario —el alma se me salió del cuerpo—. Y da con mareos, ganas de vomitar y no querer comer. Al principio son leves, uno o dos, pero ya después son peores.

—Si esto es una broma, Fay. No le veo lo gracioso, es más, salte de mi oficina porque tus chistes....

—¡No, Freen, no es ningún chiste! —me detuvo. Me costaba tanto respirar, que tuve que sentarme a procesar las palabras de la castaña—. No bromearía con algo así ni en mil años.

—Pero tiene cura, sí, tengo que ponerme a investigar que hay que hacer...

—No, espera. La única cura es la operación, Freen. Y ni siquiera es cien por ciento efectiva, puede que falle hasta que se muera en el momento.

—¡Estás mintiéndome! —el miedo se instaló en todo mi cuerpo, y mis manos se pusieron temblorosas—. Sólo quieres asustarme.

—Freen...

—¿Por qué? ¿Por qué lo haces?

—Freen, no es un chiste. Yo no te haría eso.

—Becky no siente mareos, aquí nunca se ha mareado, y come normal... yo la he visto, no tiene nada, ¡Nada! —grité, llevándome las manos a la cabeza—. Todo es una mentira.

Hubiera querido que lo fuera, pero al ver la mirada, o en sí, toda la cara de Fay, fue más que obvio darse cuenta de que no era un chiste. Ella no estaba bromeando.

—No digo que morirá, ¿okey? Pero hay que estar un poco más atenta a ella, decirle que...

—¿Cómo se lo digo? ¿Cómo la miro a los ojos y le digo que tiene una maldta enfermedad?

Corazón de robot // freenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora