Capítulo 24.

1K 112 5
                                    

𝐋𝐚 𝐟𝐮𝐧𝐝𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐄𝐬𝐩𝐚𝐧̃𝐨𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐂𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧 𝐢𝐧𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐨𝐫𝐠𝐚𝐬𝐦𝐨 𝐜𝐨́𝐦𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐭𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐞𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐜𝐚𝐫𝐝𝐢𝐨𝐯𝐚𝐬𝐜𝐮𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬.

                                 𝐁𝐄𝐂𝐊𝐘
Había pasado toda una hora, nosotros y los policías estábamos todavía en la oficina. Estos revisaban si la cuenta de la empresa estaba vinculada con otra; hasta el momento no decían nada. Pero era obvio que era así.

La desesperación hacía que Freen no se sentara y que Nam se comera las uñas. Mi pie no se estaba quieto, Mike en varias ocasiones puso su mano sobre este para que lo dejara de mover, pero ni así. Todos queríamos saber que era lo que realmete estaba pasando, y mientras más lo queríamos, más lento pasaba el tiempo.

—¿Ya? —se apresuró Freen.

—Señoritas, tiene que esperar, no pueden creer que lo hagamos en menos de cinco minutos —el oficial se puso de pie—. Queremos cooperar, pero si no siguen las reglas, nos iremos.

—Pero tiene como una hora tecleando, me van a volver loca.

—Freen —me acerqué a ella y tomé su mano—. Tranquilízate, todos estamos igual que tú, pero poniéndote así no vas a lograr nada, entiéndelo

—Estoy muy nerviosa, y ellos son muy lentos —susurró solo para que yo la escuchara.

—Chankimha, te calmas o te sales —advertí—. Tú decides.

—Pero Becky —quería hacer un berrinche.

—Estás advertida.

—Ya, está bien, pero siéntate a mi lado y tómame de la mano. Me estaré más tranquila así.

—No eres una niña, Chankimha.

—Pero contigo me siento mejor, por favor —hizo un mini puchero.

—¿Te he dicho que a veces no te soporto?

Sonrió, —Sí, a veces, y créame, amo cada vez que lo dice, Señorita Armstrong.

—Todavía sigo enojada contigo por lo de mi madre y todo lo anterior.

—Lo sé, lo tengo muy pendiente.

Nos sentamos en el mueble que estaba ahí, y Freen sostuvo mi mano. Mike miró a nuestra dirección y su semblante se oscureció. No le agradó para nada verme de esa manera con Freen, pero no era momento para eso. Teníamos que estar atentos a lo que la policía diría.

—¡Lo tenemos! —todos nos paramos y avanzamos casi que corriendo a la computadora—. La tarjeta no es de aquí, viene siendo de otro país el cual no localizamos bien, pero se usa en este. Al mes se retiran unos cien mil dolares, y como menos, cincuenta.

—¿A quién está nombre? —preguntó Freen.

—A un tal Oh Sehun, ¿lo conocen?

Todos nos echamos hacia atrás, con una mirada de: "Se sabía".

—Eh... —Freen pasó se pasó la mano por la barbilla—. Sí, oficial, lo conocemos. Trabaja aquí. Pero queremos saber como fue exactamente que hizo todo esto, hubo de haber tenido gente que lo ayudara.

—Sin duda, pudo haber sido que hayan hackeado su computadora, Señorita Sarocha. Pero no fue cosa de un día —explicó—. ¿Saben de alguien que tenga más acceso a su oficina?

Corazón de robot // freenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora