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—Una cosita tan bonita como tú no debería estar tan triste. ¿Qué tienes en mente, cariño? —Hay un ligero tono burlón en el tono de tu Togame, pero puedes oír la preocupación subyacente que colorea sus palabras. Te pellizca las mejillas entre el pulgar y los dedos, aplastándolas suavemente mientras levanta tu cabeza.
Te niegas a mirarlo a los ojos y te encoges de hombros con desgana mientras miras su camisa. No sabes qué te pasa. Te sientes... rara. No del todo bien. Un poco desequilibrada de una manera que probablemente nunca podrás expresar con palabras. Estás triste.
Togame te ve a través de los ojos, como siempre lo hace. Se inclina para besarte la coronilla, luego la frente y luego cada mejilla, por si acaso. Deja de apretarte las mejillas con la mano para sostener tu barbilla.
"Vamos. Noche de película."
Sientes que tus labios se contraen en una sonrisa: "Cariño, son las 10 de la mañana".
"Entonces es día de película. Lo que sea."
Suspiras, "Les dijiste a los chicos que entrenarías con ellos hoy, ¿recuerdas?"
Su pulgar comienza a acariciar tu mejilla y agacha la cabeza para quedar a la altura de tus ojos. Miras esos hermosos ojos verdes y no puedes apartar la mirada mientras él habla: "Mi chica me necesita. Los chicos pueden esperar. No nos moveremos de ese sofá hasta que te sientas mejor".
Te sientes extrañamente vulnerable bajo su mirada intensamente amorosa: "¿Qué pasa si nunca me siento mejor?"
—Entonces nos quedaremos en ese sofá hasta que seamos viejos y canosos. —Está claramente bromeando, con una sonrisa juguetona en los labios, pero el sentimiento detrás de sus palabras, sabes que es cierto.
Le dedicas tu primera sonrisa real del día y dejas que te lleve al sofá. Te acurruca contra su costado y te abraza fuerte, y no hay ningún otro lugar en el que preferirías estar.
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