|Cap 17|

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—Redencion—

La tensión en el hogar había estado aumentando a un ritmo implacable

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La tensión en el hogar había estado aumentando a un ritmo implacable. Charlie, con solo siete años, había empezado a mostrar un interés profundo y casi obsesivo en redimir a los pecadores, una idea que, aunque noble en su origen, estaba causando creciente preocupación en sus padres.

Alastor, con su inclinación natural hacia la empatía, veía en su hija un reflejo del amor y compasión. Lucifer, por otro lado, se preocupaba más por la seguridad de su familia y consideraba que esas ideas podían ser peligrosas.

Una noche, el clima estalló en una serie de eventos que cambiaría el ambiente en el hogar para siempre.

La discusión había comenzado en la cocina, un espacio cálido y familiar que ahora parecía asfixiado por la tensión. Lucifer, con su rostro crispado de frustración, había arrastrado a Alastor hacia la habitación contigua, un estudio lleno de libros antiguos y muebles elegantes que ahora parecía estar cargado de un ambiente opresivo.

-No puedo seguir así, Alastor. Charlie está obsesionada con redimir a los pecadores, y tú simplemente no ves el peligro que eso conlleva. -dijo Lucifer, su voz llena de exasperación.

-¡Es solo una fase! -replicó Alastor, su voz cargada de desesperación. -Ella solo quiere ayudar. ¿Acaso eso es tan malo?

-¡Sí, es malo! -exclamó Lucifer, dando un golpe en el escritorio cercano, haciendo que los libros y papeles se tambalearan. -No entiende las consecuencias. Esta no es una simple fantasía infantil. ¿Qué pasará si algo sale mal? ¿Qué pasará si ella se pone en peligro?

La discusión se volvió más intensa. Alastor, con los ojos llenos de furia y dolor, se acercó a Lucifer, tratando de hacerle entender su punto de vista.

-No estás escuchando. Ella tiene un corazón puro. ¡No puedes simplemente apagar su pasión!

-Y tú no estás viendo la realidad. -dijo Lucifer, su tono ácido. -Tienes que poner un límite. Ella necesita protección, y tú solo la estás alentando a seguir con sus fantasías peligrosas.

La conversación rápidamente se tornó en un enfrentamiento físico. Lucifer, en un arranque de furia, empujó a Alastor contra la pared con una fuerza devastadora. Alastor, aún con la sangre fresca en su rostro y el cuerpo temblando de rabia, reaccionó instintivamente, intentando defenderse.

-¡No puedes tratarme así! -gritó Alastor, su voz quebrada por la furia y el dolor. - ¡Deja de tratar de controlarla! -gritó Alastor, su voz llena de dolor y frustración mientras forcejeaba con Lucifer. -Ella no necesita ser sometida a tus reglas estrictas.

Lucifer, con los ojos ardiendo de ira, no respondió con palabras. En lugar de eso, se lanzó hacia Alastor con una ferocidad descontrolada, utilizando sus garras afiladas para arañar y rasgar la piel de su esposo. El sonido de la carne siendo desgarrada resonó en la habitación, un recordatorio cruel de la intensidad de su confrontación.

-¡Y tú no ves el peligro real! -respondió Lucifer, su voz entrecortada por la rabia. -No puedo permitir que ella se destruya a sí misma con sus ideas.

En un momento crucial, Lucifer logró inmovilizar a Alastor en el suelo. Con un rugido de furia, le lanzó una última serie de golpes. Alastor, con la cara ensangrentada y visiblemente herido, se vio obligado a enfrentar la realidad de la rabia incontrolable de su esposo. Sin embargo, en medio del caos, sus palabras emergieron como un grito desgarrador.

Alastor, a pesar del dolor, se defendió con toda la fuerza que podía reunir. Sus movimientos eran desesperados, cada golpe y cada empujón un intento de protegerse de la furia desatada de Lucifer.

-¡Detente! -exclamó Alastor, jadeando mientras trataba de bloquear un ataque. - ¡Esto no resolverá nada!

Pero Lucifer estaba más allá de la razón. Cada golpe parecía alimentarse de una furia acumulada, una rabia que había estado creciendo en su interior. Sus ojos brillaban con una luz oscura y peligrosa mientras continuaba atacando sin piedad.

Finalmente, en un momento de desesperación y fuerza sobrehumana, Alastor logró invertir las posiciones, empujando a Lucifer hacia el suelo y sujetándolo con firmeza. Con la respiración entrecortada y la sangre goteando de sus heridas, Alastor se inclinó sobre Lucifer, su voz resonando con una mezcla de dolor y determinación.

-¡Soy el único que aguanta tu mirada sin vacilación! -gritó Alastor, sus ojos llenos de lágrimas. - ¡Soy el único que está contigo cuando todo ha terminado, el único que ve lo que no quieres mostrar! ¡El que puede calmar tu furia y tu rabia! ¡Soy el único que tus secretos nunca revelará!

Las palabras de Alastor resonaron en toda la habitación, llenas de una furia y desesperación contenidas durante mucho tiempo. Justo cuando el eco de sus últimas palabras comenzó a desvanecerse, un fuerte golpe sacudió el suelo junto a la cabeza de Lucifer.

Una gran mano negra y monstruosa, emanando una oscuridad tangible, estaba ahora a un lado del rostro del rey. Esa mano pertenecía a Alastor, quien, en un arranque de furia y desesperación, había manifestado una parte de su verdadera naturaleza demoníaca.

Lo que ninguno de ellos sabía era que Charlie había estado escuchando a través de la rendija de la puerta, sus pequeños dragones guardianes, Razzle y Dazzle, al lado de su cama, la habían seguido hasta allí y estaban intentando mantenerla calmada. Los dragones intentaban consolarla, pero el terror en sus ojos era evidente mientras ella escuchaba la furia de sus padres.

Con lágrimas en los ojos, Charlie se acurrucó en la esquina de la oscuridad, sin atreverse a intervenir. La intensidad de la pelea y la desesperación de su padre resonaban en su mente, dejándola traumatizada y temblando.

Los dragones, comprendiendo la gravedad de la situación, lamían las lágrimas de Charlie y trataban de suavizar su llanto con sus suaves caricias. Sin embargo, el ambiente de tensión y el miedo que había presenciado la dejaron paralizada.

Finalmente, Lucifer, aún furioso pero exhausto, miró a Alastor con una mezcla de remordimiento y derrota. La realidad de sus acciones lo golpeó con la fuerza de un trueno. Mientras Alastor se levantaba jadeando de dolor, Lucifer se quedó allí, inmóvil, procesando el horror de lo que había hecho.

El silencio en la habitación era abrumador. La rabia de Lucifer se desvaneció, reemplazada por un sentimiento de culpa devastadora. Alastor, tambaleándose, se alejó, rompiendo en llanto mientras se dirigía al pasillo. Cada paso que daba estaba lleno de dolor físico y emocional.

-Soy el único que aguanta tu mirada sin vacilación... -susurraba Alastor, sus palabras ahogadas por las lágrimas. -Soy el único que está contigo cuando todo terminó...

En el pasillo, Alastor se derrumbó, llorando sin consuelo, mientras las palabras que había pronunciado seguían resonando en sus oídos. La familia se empezaba a desmoronar, y lo sabia.

Alas de Rebelión . //AppleRadio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora