|Cap 18|

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—Son Demonios, Asquerosos Pecadores—

La atmósfera en la casa estaba cargada de una tensión palpable después de la reciente pelea devastadora entre Lucifer y Alastor

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La atmósfera en la casa estaba cargada de una tensión palpable después de la reciente pelea devastadora entre Lucifer y Alastor. La habitación que antes había sido un refugio de amor y comprensión ahora estaba impregnada de un silencio sombrío y doloroso.

Alastor, con el rostro aún lleno de moretones y vendajes mal aplicados, se esforzaba por atender sus heridas. Cada movimiento era un recordatorio del conflicto brutal y el costo emocional que había tenido.

Lucifer, en la esquina opuesta de la sala, permanecía inmóvil. Sus ojos estaban vacíos, fijados en Alastor, pero su mente estaba en un torbellino de culpabilidad y arrepentimiento. Sin embargo, esa culpa no se extendía a Charlie, cuya pequeña figura temblorosa estaba justo al borde de la sala, observando todo con ojos asustados.

Charlie, con los rizos dorados desordenados y las mejillas enrojecidas por el llanto, se acercó a su madre. Sus dragones guardianes, Razzle y Dazzle, estaban a su lado, intentando darle algo de consuelo. La pequeña, con la voz quebrada, miró a Alastor y, con un atisbo de desesperación, le preguntó:

-Mamá, ¿de verdad es malo querer redimir a los pecadores?

Alastor, con un dolor visible en sus ojos, se agachó para estar a la altura de su hija, ignorando las molestias de sus heridas.

-No, mi amor, no es malo. Es algo hermoso querer ayudar a los demás. -dijo Alastor, su voz suavizada por el cariño. -Tu corazón es puro y noble.

-Pero papá... -dijo Charlie, con lágrimas en los ojos. -Papá no lo entiende. ¿Por qué me dijo eso?

Alastor la abrazó con ternura, tratando de ofrecerle la seguridad que tanto necesitaba. Sin embargo, mientras la consolaba, la presencia de Lucifer en la habitación era casi tangible, llena de una atmósfera opresiva.

Lucifer, con los ojos fríos y desprovistos de la preocupación paternal que se esperaría, estaba más preocupado por su propia culpa y por el daño que le causo a su esposo que por el bienestar de su hija.

De repente, Charlie giró su mirada hacia Lucifer, buscando una señal de comprensión y consuelo. Sin embargo, en lugar de encontrar un padre preocupado, se encontró con la fría indiferencia de Lucifer. Los ojos de Lucifer no mostraban el mínimo rastro de preocupación por el estado emocional de su hija. Estaba consumido por su propio arrepentimiento, pero la vida de Charlie parecía ser una preocupación secundaria.

-¿No te importa lo que siento? -preguntó Charlie, su voz temblando. - ¿No te importa si estoy triste?

Lucifer finalmente miró a su hija, pero sus ojos no reflejaban la preocupación o el amor que se esperaría. En lugar de eso, había un vacío, una desconexión dolorosa.

-Tu tristeza no cambia la realidad. -dijo Lucifer, su tono monótono. -Los problemas en esta casa no se resolverán con emociones. Tenemos que enfrentar la realidad dura y actuar en consecuencia.

La frialdad en las palabras de Lucifer era como un puñal en el corazón de Charlie. Sus lágrimas se derramaban libremente mientras luchaba por procesar la indiferencia de su padre.

-Pero yo solo quiero ayudar a las personas. -suplicó Charlie. - ¿No es eso algo bueno?

Lucifer se encogió de hombros, como si la pregunta de su hija fuera irrelevante.

-Lo que tú quieras hacer no siempre coincide con lo que el mundo necesita. -respondió Lucifer con desdén. -Y en este momento, tenemos problemas mucho mayores que resolver que tus ideales. Y no son personas, son demonios, asquerosos pecadores.

Las palabras de Lucifer, cargadas de frialdad y desaprobación, resonaron en el aire, dejando a Charlie devastada. La niña, sintiéndose completamente desolada, se volvió hacia Alastor, buscando el consuelo y el apoyo que su padre no estaba dispuesto a ofrecer.

Alastor, al ver la angustia en el rostro de su hija y el comportamiento indiferente de Lucifer, sintió un dolor profundo en el pecho. Se arrodilló frente a Charlie, envolviéndola en un abrazo reconfortante. Mientras la abrazaba, miró a Lucifer con una mezcla de furia y desesperación.

—¡LUZBEL! —gritó Alastor, su voz llena de una desesperación desgarradora—. ¡Cómo puedes ser tan insensible! ¡Ella necesita tu apoyo, no tu indiferencia!

Lucifer se volvió lentamente hacia Alastor, su rostro una máscara de frialdad. La indiferencia de Lucifer era una herida abierta en el corazón de Alastor, y la desesperación en su voz solo acentuaba el abismo entre ellos.

Charlie, con su rostro enterrado en el pecho de su padre, sintió el dolor de la situación pero también el consuelo en el abrazo de Alastor. A pesar del caos y la desesperación, había una chispa de esperanza en el amor incondicional de un padre que, aunque herido y devastado, estaba dispuesto a ofrecerle a su hija el apoyo y la comprensión que necesitaba.

Mientras Alastor abrazaba a Charlie, intentando ofrecerle el apoyo y la seguridad que Lucifer había fallado en proporcionar, el aire estaba cargado de una dolorosa comprensión: la distancia entre ellos era más grande de lo que jamás habían imaginado. Sin embargo, en ese abrazo, en ese momento de conexión entre padre e hija, había una chispa de esperanza de que, a pesar del dolor y la desesperación, el amor podría ser una fuerza poderosa para sanar las heridas más profundas.

-Necesitamos hablar, Alastor. -dijo Lucifer, su voz sin emoción. -Pero no frente a ella. ¡Charlie ve a tu habitación! -dijo Lucifer, sin mirarla.

Alastor, sin soltar a Charlie, levantó la mirada hacia Lucifer con una furia que ardía en sus ojos.

-Si alguien se va de aquí, serás tú, Lucifer. -dijo Alastor, con voz firme.

Lucifer frunció el ceño, sin comprender la resistencia de Alastor.

-Esta es mi casa también, Alastor. Y necesitamos resolver esto. Charlie necesita entender que sus ideas de redención no tienen lugar aquí.

Alastor sintió un fuego crecer dentro de él. La determinación y la furia se mezclaban en su corazón.

-¡No! -gritó Alastor, apretando a Charlie con más fuerza. -Ella no se va a ninguna parte. Si sigues con esto, Lucifer, te juro que...

Lucifer lo interrumpió con una risa fría y despectiva.

-¿Qué vas a hacer, Alastor? ¿Me vas a matar?

Alastor lo miró directamente a los ojos, su expresión llena de una furia implacable.

-Si eso es lo que se necesita para proteger a nuestra hija, entonces sí, Lucifer. No dudaré en hacerlo.

Lucifer parpadeó, sorprendido por la intensidad de las palabras de Alastor. Por un momento, la frialdad en sus ojos se suavizó, pero solo por un instante. Luego, con un suspiro de resignación, se volvió y salió de la habitación, dejando a Alastor y Charlie en un silencio cargado de emociones.

Charlie, aún en brazos de Alastor, sollozaba suavemente, su pequeño cuerpo temblando. Alastor la sostuvo con fuerza, sintiendo el peso de la responsabilidad y el amor incondicional que tenía por su hija. Sabía que, aunque la batalla con Lucifer no había terminado, había logrado proteger a Charlie, al menos por ahora.

-Todo estará bien, mi amor. -susurró Alastor, besando la cabeza de Charlie. -Prometo que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.

Alas de Rebelión . //AppleRadio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora