|Cap 21|

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—Conflicto de Amor—

En la vasta sala del trono del Infierno, Alastor se encontraba inmóvil, sumido en una reflexión profunda que parecía absorber la energía del entorno

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En la vasta sala del trono del Infierno, Alastor se encontraba inmóvil, sumido en una reflexión profunda que parecía absorber la energía del entorno.

La sala, de dimensiones colosales, estaba adornada con columnas de obsidiana que se alzaban hasta perderse en las sombras del techo. El suelo, cubierto por una alfombra de lava solidificada, emitía un resplandor rojo que parecía latir al ritmo de las llamas que danzaban en el fondo del abismo. Las llamas, como espectros etéreos, proyectaban figuras caprichosas sobre las paredes, añadiendo un aire de inquietud a la atmósfera.

A pesar de la distancia física y emocional que había crecido entre ambos, el corazón de Alastor seguía atrapado en un torbellino de dolor y añoranza. Cada rincón de ese lugar parecía estar impregnado de recuerdos compartidos con Lucifer, su antiguo faro en la oscuridad. Alastor recordaba vívidamente sus primeros días en el Infierno, cuando se sintió desolado y quebrado. Lucifer, con su majestuosa presencia y su carisma cautivador, había sido quien extendió una mano amiga, sacándolo de la desesperación y dándole un nuevo propósito en la vida infernal.

Los días en que Lucifer le ofrecía consuelo y compañía eran ahora solo ecos lejanos, enterrados bajo el peso de la traición. La traición de Lucifer, un golpe devastador que había atravesado la confianza que una vez compartieron, había dejado una herida profunda en el corazón de Alastor. Sus recuerdos, antes una mezcla de dulzura y esperanza, ahora se entrelazaban con una realidad amarga. La relación que una vez había sido un refugio, un santuario en medio del caos infernal, se había transformado en un campo de batalla emocional.

Alastor se levantó lentamente, sus movimientos suaves pero decididos, y se dirigió hacia una ventana monumental que daba al abismo. La ventana, enmarcada por elegantes cortinas de terciopelo negro, ofrecía una vista que parecía extenderse hasta el borde del cosmos. El cielo infernal, una vasta extensión de rojos y naranjas ardientes, se extendía como un lienzo en llamas, reflejando el dolor y la confusión que sentía en su interior. El horizonte infernal parecía desdibujarse en una niebla de fuego, creando una visión tan desoladora como su estado de ánimo.

Mientras observaba el panorama, Alastor se preguntaba si el amor que una vez compartieron podía ser suficiente para superar la traición que ahora los separaba. La idea de reconstruir lo que se había perdido parecía una fantasía lejana, un sueño que tal vez debía dejar atrás para encontrar su propia paz. El calor del fuego infernal no era suficiente para calentar el frío que sentía en su corazón, y la inmensidad del abismo fuera de la ventana parecía ser un espejo de la profundidad de su desolación.

En ese momento, Alastor se dio cuenta de que la lucha interna que enfrentaba no solo era una batalla con el recuerdo de Lucifer, sino también con el dolor de aceptar que el pasado y el presente eran dos mundos que nunca podrían reconciliarse. La llama persistente de su amor seguía ardiendo en lo más profundo de su ser, una luz tenue en medio de la tormenta emocional que lo envolvía.

 La llama persistente de su amor seguía ardiendo en lo más profundo de su ser, una luz tenue en medio de la tormenta emocional que lo envolvía

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En las entrañas del palacio infernal, lejos del esplendor opulento de las salas principales, se encontraba una sala oscura y gótica. La penumbra estaba interrumpida solo por el parpadeo inquietante de las llamas en los candelabros de hierro forjado que colgaban del techo. Las llamas proyectaban sombras retorcidas sobre las paredes de piedra negra, creando un juego de luces y sombras que parecía bailar al ritmo de la tensión que envolvía el lugar.

Caín, de pie en el centro de la sala, se enfrentaba a su padre con una furia contenida que emanaba de cada uno de sus músculos tensos. Su rostro, iluminado por el resplandor de las llamas, estaba enrojecido por la ira contenida, y sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y resentimiento. Con una expresión desafiante, avanzó un paso hacia Lucifer, su figura tensa y sus manos apretadas en puños a los lados.

-¡Nunca entendiste lo que significaba el amor, padre! -su voz retumbó en la sala, temblando con la intensidad de sus emociones reprimidas. -Todo lo que hiciste fue buscar tu propio poder, tu propia gloria, sin considerar el costo para aquellos a quienes decías amar. ¿Qué fue de las promesas que hiciste, de la estabilidad que prometiste? Solo te preocupas por ti mismo.

Lucifer, sentado en su trono de obsidiana negra, giró lentamente su cabeza hacia su hijo. La figura majestuosa y dominante de Lucifer estaba envuelta en un aire de frialdad calculadora. Sus ojos, como pozos de hielo, no mostraban ni un atisbo de remordimiento, y su expresión se mantenía imperturbable.

-Y tú, Caín, ¿qué sabes de lo que implica realmente el poder? -dijo Lucifer con una calma glacial que contrastaba con la furia de su hijo. -Tu incapacidad para ver más allá de tu propia venganza te ciega. Lo que hice, lo hice por el bien del reino, por la estabilidad de lo que hemos construido. A veces, los sacrificios son necesarios para mantener el orden y la autoridad.

Caín, avanzó un paso desafiando a Lucifer.

-¡El reino que construiste está basado en mentiras y traiciones! -exclamó, su voz cargada de desdén. -No puedes simplemente ignorar el dolor que causaste a quienes te rodean. Has manipulado a todos, has arrastrado a muchos al sufrimiento solo para mantener tu control. ¿Y ahora qué? ¿Esperas que aceptemos tus mentiras como verdad?

Lucifer se levantó con una elegancia imponente, su presencia dominando la sala.

-Tus palabras son las de un resentido que no comprende la magnitud de lo que implica liderar. -dijo Lucifer, su voz cargada de una autoridad que parecía aplastar cualquier oposición. -Las decisiones difíciles que tomé fueron para garantizar la estabilidad y la perpetuidad del reino. Si no puedes aceptar la realidad de esas decisiones, entonces eres más débil de lo que pensaba. La debilidad es una carga que no puedo permitir en mi dominio.

Caín respiró profundamente, sintiendo el peso de la decepción en su pecho.

-Quizás -dijo Caín con un susurro que resonó con una intensidad dolorosa. -pero al menos tengo algo que tú perdiste hace mucho tiempo: mi humanidad. No estoy dispuesto a sacrificar mi esencia para mantener el poder. Y eso, padre, es algo que nunca podrás recuperar. Mi humanidad es mi última defensa contra la corrupción que tú has abrazado.

La confrontación se detuvo en un tenso silencio, cargado de emociones no expresadas y heridas abiertas. La sala, con sus sombras danzantes y el crepitar de las llamas, parecía ser el único testigo de una batalla interna que estaba lejos de resolverse. Ambos se quedaron en pie, cada uno inmovilizado en su propia fortaleza, conscientes de que las heridas entre ellos eran profundas y las cicatrices, difíciles de sanar.

Alas de Rebelión . //AppleRadio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora