|Cap 10|

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—Orden en El Reino—

Alastor descendía lentamente las escaleras, sosteniendo con cuidado su abultado vientre

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Alastor descendía lentamente las escaleras, sosteniendo con cuidado su abultado vientre. A cada paso, sentía el peso de la vida que crecía dentro de él, y la emoción mezclada con una leve incomodidad lo hacían avanzar con cautela.

Notó la gran montaña de documentos que tenía estresado a su marido en el comedor. La luz que usaba para leer y firmar era muy tenue, probablemente para no evidenciar que nuevamente se había desvelado.

El comedor, un lugar vasto y de techos altos con candelabros que apenas brillaban, parecía aún más sombrío a esas horas de la noche. Las paredes de piedra oscura absorbían la escasa luz, creando sombras danzantes que daban al lugar un aire misterioso. Lucifer se acomodó los lentes que usaba para no dañar su vista. De repente, una mano se posó en su hombro, pegándole un leve susto.

-Mi rey. -susurró Alastor, pasando sus manos por el pecho de su esposo, acariciándolo con ternura mientras se inclinaba un poco.

-Venadito. -sonrió Lucifer, tomando su mano y sintiendo un alivio momentáneo al contacto. -Creí que dormías. ¿La bebé te molesta? -preguntó, volteándose para mirarlo a los ojos.

-Me estaba pateando, así que me levanté y noté que no estabas en la cama. El truco de la almohada está viejo -respondió Alastor con una sonrisa, acariciando la mano de su esposo mientras lo veía suspirar.

-Lo lamento tanto... pero el insomnio me mata. Solo soy capaz de dar vueltas en la cama y no quiero molestarte.

Alastor soltó una risita al escucharlo y se separó un poco de él.

-No me molestas. A esta princesa le encanta sentir movimiento, y más si es de su amoroso padre. -dijo el doncel, sobando su vientre y sonriendo.

-Ah... .suspiró Lucifer, bajando sus orejas mientras se arrodillaba a la altura del vientre de su esposo. -Perdóname por ponerte ansiosa, princesa. No lo haré más -añadió, sonriendo al escuchar la dulce risa de su marido y besando el vientre con ternura.

-¿Están en un rato familiar sin mí? ¡Qué malos! -dijo Caín, sentado en las escaleras, observando a sus padres con una sonrisa.

-¿Qué haces despierto? -preguntó Alastor, moviendo su colita con curiosidad.

-Escuché ruido y vine a investigar. -respondió Caín, transformándose en sombra y apareciendo en la misma posición que su padre.

-Por Satán, son iguales. -dijo Alastor, bajando sus orejitas con un suspiro.

Mientras la familia se acomodaba para acompañar al padre en su insomnio, Rot entró con preocupación, su expresión solemne destacando en la penumbra del comedor.

-Majestades, disculpen las molestias y la hora, pero necesitamos su ayuda. Los ángeles y demonios quieren entrar en una pelea por un territorio infernal -informó el mayordomo, su voz cargada de urgencia.

Alastor pudo notar la frustración y el ceño fruncido de su esposo con rapidez.

-Lu, tranquilo. Yo me encargo, ¿sí? -dijo el doncel, calmando a su esposo por escasos segundos.

-No. No, no, no, claro que no. No puedes salir así, ¡y peor a tan altas horas de la noche! -exclamó un preocupado Lucifer.

-Vamos, LuLu, no soy de cristal. Pondré control en mi reino y ayudaré a mis hijos, ¿verdad, Rot, Caín? -dijo, dirigiendo su mirada a los mencionados. Ambos asintieron, afirmando las palabras del rey. - ¿Ves? Nuestro retoño y nuestro fiel servidor me apoyan.

-Al... -murmuró Lucifer, con una mueca de desconfianza.

-Anda, Luci, solo será un ratito. Quiero salir más. -insistió el ciervo, tomando la mano de su marido y sonriéndole dulcemente.

-¿Qué te parece si sales con Rot? Que él te acompañe. -sugirió (o más bien ordenó) Lucifer.

-Déjelo todo en mis manos. -dijo el guardián, haciendo una reverencia y ganando la afirmación del rey.

-¡Te amo tanto! -exclamó Alastor, abrazando a Lucifer con fuerza antes de irse al lado de Rot, quien ofreció su brazo como apoyo. Con seguridad, Alastor lo tomó, sonriendo.

-¡Ma, yo también voy! -dijo Caín, tomando el abrigo de su padre con rapidez.

-¡Niño! -gritó Lucifer, viendo cómo los tres se iban. -Espero que mi princesa sea obediente... -murmuró con una gota de sudor en su rostro.

Los tres hombres caminaban hacia el lugar donde Rot los estaba guiando. Todo estaba en silencio hasta que Caín rompió el silencio.

-Mamá, ¿tú me olvidarás cuando mi hermana nazca? -preguntó el chico, con una gran inseguridad en su voz.

-No -respondió Alastor sin titubear. -Los amaré a ambos por igual, Caín. No habrá preferencias. Así como nosotros invertiremos tiempo en tu hermana, tú también lo harás. Estoy seguro de que te adorará. -añadió, sonriendo y acariciando la cabeza de su hijo.

El niño sonrió, tomando la mano de su madre mientras llegaban al lugar.

-Aquí es. -dijo Rot, señalando un área llena de demonios defendiendo su territorio mientras los exterminadores los asesinaban sin piedad.

-¿Es día de exterminación? -preguntó el doncel, separándose de Rot.

-No, madre -negó Caín, agitando su cola de diablo con rabia.

El rey empezó a caminar directo hacia los ángeles. Los demonios sonrieron y dieron paso a su majestad, algunos hicieron reverencias y otros se arrodillaron para mostrar más respeto.

-¿Puedo saber a qué se debe este comportamiento? -habló Alastor, con su hijo detrás. -Ni mis hijos se comportan así, y se supone que son la imagen del cielo. -dijo, los demonios asintieron dándole la razón.

-Padre está muy ocupado como para lidiar con ángeles debiluchos. -dijo Caín en tono de burla.

Los ángeles batieron con fuerza sus alas, listos para atacar, pero al ver la mano alzada del rey, se calmaron un poco.

-Tienen prohibido tocar a un miembro de la familia real. -les recordó el contrato, bajando su mano. -Vuelvan a su reino, o Dios reclamará sus almas.

Algunos ángeles se rieron y otros susurraron entre sí, pues ¿qué les podría hacer un doncel embarazado?

Alastor suspiró, cerrando los ojos y revelando cinco hilos atados a sus dedos. El otro extremo estaba atado a cinco ángeles.

-Será, será que un ángel perecerá, la vida lo dejará, el miedo lo inundará -recitó Alastor, dejando que el hilo verde empezara a brillar. -Cada alma en este abismo me pertenece, incluso la de mi esposo, que bajo esta noche obedece -abrió los ojos, sonriendo al ver la desesperación de los ángeles por cortar el hilo mientras otros eran apresados por sus tentáculos. -Soy el primer doncel de este abismo sin calma, toda su energía es mía, toda su alma -continuó recitando, escuchando los lamentos de los cinco ángeles. -Esto será lección para los presentes, reclamaré sus almas, mis trofeos ardientes -añadió, mientras las almas comenzaban a salir de una forma dolorosa. -Arrancaré sus alas, serán mi almohada. Y en la eterna oscuridad, mi trono se alzará.

Al terminar de recitar el conjuro, los cuerpos cayeron. Los demás ángeles ya habían muerto por los hilos rojos de Caín.

-Todo ser que en mi reino entre sin permiso será juzgado por mi mano -dijo el rey, retirándose del lugar con ambos hombres.

Alas de Rebelión . //AppleRadio//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora