𝟬𝟲

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con los años Megumi encontró una forma de liberar todos sus sentimientos, siempre odió la idea de hablar sobre ellos y más si era con la única persona que tenía su padre.

a los quince años fue la primera vez que tomó una navaja, fue leve, quería dejar de sentir dolor emocional y quería llorar por algo válido como el dolor físico, con los años lo hacía más seguido y más profundo. tal vez lo hacía cuando se estresaba, cuando estaba enojado, triste o aburrido; lo hacía cuando quería y no cuando necesitaba. con el tiempo se convirtió en una adicción para él, no podía parar y tampoco pensaba en parar. su padre jamás se enteró de ello, y que bueno porque si él lo sabía seguramente lo mataría o él mismo lo cortaría.

Megumi Fushiguro era tan complicado.

...

-Fushiguro- la mención de su nombre lo despertó de sus amargos recuerdos.

-¿que?-

-nada- dijo sonriendo y apuntando con la mirada a la gran pizarra que tenían en frente, llena de números, letras y muchos símbolos extraños que el pelinegro no entendía y tampoco lo haría.

Megumi suspiró pesadamente apuntando din entender lo que sus ojos veían.

pasadas dos horas seguidas de la clase nefasta, escuchando a esa mujer aburrida; era hora del descanso.

Megumi nunca se apresuraba a salir del salón, no le gustaba comer y no tenía amigos con los que estar, prefería estar en los salones, pero recientemente prohibieron eso ya que hay circunstancias con algunas parejas...

-Fushiguro-

ay no.

dijo para sí mismo en voz baja, otra vez él.
fingió que no lo había escuchado ni visto y siguió caminando hacia la cafetería, su lugar menos favorito.

-¡Megumi!- llegó tan rápido y lo tomó por ambos hombros, demasiado.

-hola- mustio sin levantar la vista.

-¿a donde ibas?-

-estamos en frente de la cafetería, ¿tú que crees?- el contario solo pasó su mano por detrás de su cabello, apenado por haber preguntado algo tan obvio.

-¿tienes clases después?- cambió de tema para no incomodarse.

Megumi sacó su celular de su bolsillo y reviso que, afortunadamente, la siguiente clase que era la última no la tendría, pues la maestra se había caído y se lastimó la rodilla.

-no-

-¿qué harás después?-

¿otra vez me quiere invitar a algún lado?

-nada, ir a mi casa y dormir o algo así-

-¿quieres ir a comer algo?, abrieron un lugar de pizza cerca de aquí- dijo sonriendo de manera tan dulce que le dio asco a Megumi.

-no- soltó en seco, impresionando al pelirosa.

-por favor Megumi~- lo sacudió levemente sujetándolo de ambos brazos, así por al menos un minuto entre ruegos e invitaciones a todos lados, al parque, a la cafetería fuera de la escuela, al karaoke, a caminar por ahí, pero a todo decía que no.

¿por qué es tan insistente?

-bien- dijo harto, alzando la voz
-vamos por pizza- dijo rendido viendo como el contario sonreía de oreja a oreja.

al cabo de unos diez minutos, en donde Megumi escuchaba cada insípida historia de Yuji; desde como la primera vez que hizo galletas las quemo hasta que se redujeron a cenizas hasta como le gustaba salir a caminar junto a su perro en la noche alrededor de la ciudad, llegaron a la pizzería; era pequeña, pero linda.


había cuadros colgados de gatos pizzeros en las rojas paredes, con marcos de color dorado, el piso era a cuadros blancos y negros, había una televisión emitiendo las noticias y una linda y amable chica en la recepción.

-hola- la saludó Itadori, la chica le devolvió el saludo

-quisiera la promoción de pareja- una pizza mediana y dos bebidas a elección.


-claro, serían dos mil yenes-

el pelirosa abrió su boca, dos mil yenes...

-aquí tiene- saco de su bolsillo su cartera con estampado de algún Pokémon raro, solo le quedaban mil yenes, no le servían para nada.


dio media vuelta y vio ahí parado en el marco de la puerta al pelinegro, soltó una ligera risa, ¿que hacia ahí aún?

-siéntate- dijo mientras abría una silla de madera en una mesa del rincón de la pizzería, el ambiente era lindo.

no era tan tarde ni tan temprano, se escuchaban algunas bocinas de los autos que pasaban por ahí, las voces de los cocineros y algunas que otra persona comiendo también, se sentía tan en paz.

...

-estuvo muy bueno, pero había dicho que yo pagaría- dijo algo apenado el pelinegro, no le gustaba que le pagaran cosas o que gastaran dinero en el.

-no Megumi, yo te invité y yo pago, déjalo así- dijo mirándolo con el atardecer de fondo junto a su característica sonrisa.

-para la aproxima vez yo pago Itadori.-

siguieron caminando hasta la casa del pelinegro.


-aquí esta bien-nuevamente se detuvieron en frente de la tienda de pasteles.

-claro- esta vez no pregunto nada y solo se limito a decir nos vemos luego Megumi.


...

que raro es Megumi, ¿por que no quiere que lo acompañe hasta la puerta de su casa? ¿acaso es pobre y eso es solo una fachada y en realidad vive entre cartones? ¿o acaso le da vergüenza que vea su casa?

Itadori seguía caminando y pensando una y otra y otra vez en el pelinegro de ojos azules, profundos como el mar, llenos de dudas y algo de odio al mismo tiempo, no podía para de pensar en su rostro fino y bastante delgado, en su nariz que parecía haber sido tallada por lo perfecta que era, en sus finos y gruesos labios ala vez, en su color tan rosado ya veces pálido y otras rojo intenso, en su cabello tan rebelde y oscuro, en sus manos pálidas con venas verdes como el pasto y huesos delgados marcados, no podía parar de pensar en su única y complicada existencia, no podía parar de pensar en Megumi y en que solo comió una pizza y le había dado solo tres mordidas a la segunda; si, las conto.

le parecía tan interesante y aburrido al mismo tiempo, no sabía como alguien podía ser tan silencioso y reservado, pero al mismo tiempo ser tan cotizado entre las chicas y uno que otro chico, le resultaba intrigante Megumi.

cada acción que hacia, cada palabra que decía, cada mínima cosa quería saber porque y para que.

desde el primer grado de media, el pelirosa lo había visto, quería hablarle porque lo había visto solo, pero algo en él le dijo que no, ¿no qué? ni siquiera él sabía.

lo que si sabía era que ahora quería conocer a fondo al pelinegro de ojos como el mar. quería saber por qué no quería que lo dejara en frente de su casa, por qué no tenia nada de amigos, por qué no comía nada, por qué todo el tiempo llevaba suéter aunque estuviera a veintiocho grados, era tan raro y extraño; extrañez que le resultaba atractiva a Yuji.

quería conocer a Megumi Fushiguro.


𝗴𝗹𝗶𝗺𝗽𝘀𝗲 𝗼𝗳 𝘂𝘀.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora