C.5 - T.3

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Las veces que llegaba a casa y no verla ni escuchar su voz se estaban volviendo una tortura, el estudio se había vuelto mi lugar seguro desde ese día, por mas que me divierta y anduviera feliz ella habia dejado un vacío que sería dificil de llenar...

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Las veces que llegaba a casa y no verla ni escuchar su voz se estaban volviendo una tortura, el estudio se había vuelto mi lugar seguro desde ese día, por mas que me divierta y anduviera feliz ella habia dejado un vacío que sería dificil de llenar, su unico recuerdo que a quedado en este mundo es la pequeña bebe de apenas cinco meses.

Todo esto fue tan de repente, nunca creí que llegaría ese momento en el que debía de despedirme de la persona a la cual mas adoraba y apreciaba, todo fue tan rápido, fue como si flash hubiese pasado por aquel lugar.

Dejar ir es difícil y se que lo es más cuando tienes que dejar ir a la persona con la cual creciste, pelaste y hasta amaste, nada en la vida es eterno y pude darme cuanta de aquello aquel día en el que su delgado cuerpo se encontraba sin vida en mis brazos. Las noches se volvieron eternas, las pesadillas iban y venían, aún no asimilaba su partida.

Se que dejar ir requiere coraje, por qué no solo estoy dejando ir a una persona común y corriente, estoy dejando ir a mi otra mitad, a mi sangre, mi vida sin ella era vacía, aunque esté rodeado de personas, tenga a personas que me apoyen como lo a estado haciendo mi polola últimamente, no me es suficiente como para entender o ser lo suficiente valiente para ver la realidad, por qué ella se a ido, y no volverá.

— Jere, cariño, tienes que comer — la voz de mi mamá resonó en mis odio.

Tenía razón, tenía que comer, había dejado de comer bien desde el accidente.

— Tía, no se preocupe. Valla a descansar, yo me quedaré con el.

— ¿Segura Tami?, tú también tienes que descansar.

— si, valla a descansar.

No oí más la voz de mi mamá por lo cual supuse que se fue. Sentí como el colchón de la cama se hundió ligeramente indicando que alguien se había sentado, y ese alguien era la Tamara

— por favor, tienes que comer — su tono de voz no era el mismo de siempre, estaba preocupada y todo por mi culpa.

No quería preocupar a los demás, quizás por esa razón estuve semanas encerrado en mi cuarto sin salir ni a la calle ni al estudio.

— no tengo hambre.

— no seas tonto Jeremías, tienes que comer, te hace mal no comer — mencionó en un tono bajo.

— Tami, encerio, no tengo hambre — la mire para luego suspirar.

Se veía mal, pero no en un término feo, ella siempre lucía hermosa, pero en este momento se podía apreciar como estaba bajoneada, con los ojos rojos, quizás de tanto llorar, se veía algo más delgada, mierda, ¿No a estado comiendo bien?.

— ¿Has comido? — le pregunté.

— que importa si yo comí o no, ahora importas tú — dijo ignorando la pregunta. Por favor mi vida, come, ¿Si?.

"¡No soy cuica!"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora