En cuanto Rus ha acabado con sus lecturas y ha apagado el selector, el dispositivo móvil de Violeta ha empezado a recibir mensajes. Al parecer, Martin se ha tomado muy en serio lo de recibir noticias de su mejor amiga de forma periódica y, al ver que todavía no se había comunicado, no ha parado de insistir.
Violeta le ha contestado rápidamente, poniéndole como excusa que no se ha percatado del paso del tiempo, y parece que ha conseguido apaciguar un poco su preocupación, pero no sin antes recordarle a la cantante que no volvamos muy tarde, ya que mañana la furgoneta sale muy temprano hacia la Costa Brava, donde está previsto iniciar la segunda tanda del rodaje.
Sorprendentemente, Rus, que ha estado pendiente en todo momento, no nos ha puesto ninguna pega cuando, dándome la mano, Violeta le ha pedido si podía volver con ella. Es más, nos ha dicho que es muy probable que necesite un par de días para analizar los datos de hoy, por lo que no tendremos que preocuparnos por ella. Tengo el presentimiento de que ha visto algo en sus análisis preliminares que la tiene preocupada y excitada por partes iguales.
Viendo que teníamos vía libre, Vio no se lo ha pensado dos veces y ha tirado de mí hasta que hemos estado en el exterior del parque y ha parado un vehículo negro y amarillo el cual, tras algunas indicaciones, nos ha llevado de vuelta al apartamento.
El viaje ha transcurrido en silencio, pero Violeta no ha soltado mi mano en ningún momento, lo cual me reconforta. El miedo a que me viera como una especie de monstruo se ha ido difuminando como los últimos rayos de sol del día en Barcelona, así como el temor a que Rus pudiera hacer algo drástico, puesto que su actitud hacia la humana ha sido bastante afable, pero la incertidumbre de cómo reaccionará Violeta a toda la información recibida una vez la haya procesado en condiciones es algo que me preocupa, y su silencio no ayuda.
–Estaba pensando que podríamos pedir sushi para cenar. –Es lo primero que me dice nada más cruzar la puerta del apartamento. – ¿Sabes lo que es?
–Estaba en mi material de estudio, sí. Cualquier cosa que a ti te guste, me parecerá bien.
–Vale. –Me contesta con una sonrisilla tímida y apartando su mirada de mi para dirigirla a la pantalla de su móvil. –Tardo cinco minutos.
Tal vez tarda un poco más, pero no me importa porque, de mientras, yo aprovecho para mirarla con detenimiento. Observo como sus dedos se mueven con precisión por la pantalla, mientras sus labios se entreabren ligeramente, mostrando la punta de su lengua, en un claro gesto de concentración que hace sin darse cuenta. Debería encontrar esa imagen algo adorable, pero después de la conversación que hemos tenido en la nave, mis pensamientos están más centrados en repasar mentalmente todo el material estudiado y, en concreto, en lo que esas manos y esa lengua pueden hacer en otras circunstancias.
–Listo, tenemos media hora hasta que llegue la cena. –Anuncia a la vez que levanta la vista para mirarme de nuevo y extiende la mano para tomar la mía. –Ven.
Sin oponer resistencia, la sigo hasta el sofá, donde me indica que me siente. Ella hace lo propio, pero sentándose con las piernas cruzadas y girando todo su cuerpo hacia mí.
–Tenemos un ratito para hablar antes de que llegue la comida.
–Eso suena a que tienes muchas preguntas.
–Antes de dedicarme a la música era periodista. Llevo la curiosidad en la sangre. –Violeta simplemente se encoje de hombros y sonríe. –Además, necesito distraerme con algo hasta que llegue el sushi o me lanzaré a hacer otra cosa para la que no tenemos tiempo suficiente.
Por la forma en la que me mira y su pulso acelerado, es bastante evidente a qué se refiere con esas palabras y, aunque por mis estudios sé que el acto en si puede ser bastante rápido, entiendo perfectamente que Violeta considere que no tendríamos tiempo suficiente.
–Pregunta lo que quieras. –Le digo finalmente.
–Vale, a ver... Se me han ocurrido un montón de cosas en el taxi y ahora no sé por dónde empezar... –Vio hace un gesto pensativo durante un momento, hasta que parece encontrar su primera pregunta. –Vale, la tengo, aunque si no quieres contestarla no tie...
–Violeta, suéltala.
–¿Qué edad tienes?
–Según vuestra cultura popular, ¿no está considerado de mala educación preguntarle eso a una mujer?
–Creo que, en este caso, no es aplicable.
–Podríamos estar un buen rato discutiendo sobre eso. –Le contesto con una sonrisilla. –Pero voy a ser buena. Biológicamente, mi cuerpo humano debe tener entre los veinte y los veinticinco años. Rus seguramente podría darte un número más aproximado.
–Sabes que no me refería a esa edad.
–No has especificado en ningún momento.
–Encima graciosilla la alienígena. –Me contesta con falsa indignación. –¿Cuánto hace que Rus te creó?
–¿En años de la Tierra? –Violeta asiente y me mira expectante. –Alrededor de los doscientos treinta. Es difícil calcularlo de forma exacta. El tiempo no funciona igual mientras viajas por el espacio.
–Pensaba que serían muchos más.
–Es comprensible. Con vuestra tecnología actual, el simple hecho de viajar a uno de los planetas más alejados de vuestro sistema os supone toda una vida. Vuestra comprensión de lo que llamáis "leyes de la física" es muy limitada.
–Supongo que, viniendo de alguien que puede modificar su estructura molecular a voluntad, no debería sorprenderme que incluso pudierais viajar en el tiempo.
–En realidad, viajar en el tiempo es algo implícito e inevitable cuando te mueves por el Universo.
–¿Y habéis estado en muchos sitios?
–Este es el planeta número ciento quince que visitamos. El ochenta y siete desde que no vuelvo por completo a mi estado inicial.
–No me extraña que a veces se te olviden cosas.
–Procuro mantener sólo lo más importante de cada sitio.
–¿Y a mí? ¿Me guardarás un huequito ahí arriba? –Me pregunta a la vez que posa la punta de su dedo índice en mi frente cuidadosamente.
En un acto del que hasta yo me sorprendo, le tomo la mano y la bajo hasta mi pecho, posándola sobre la zona donde el cuerpo humano guarda el corazón.
–Tú estás ya aquí, Vio.
Ambas somos conscientes de la importancia de mis palabras, del pulso acelerado de una y de la respiración entrecortada de la otra. Ninguna de las dos se mueve y el tiempo, ese tan caprichoso, parece detenerse. En cuanto una decida quitar el freno y dejarse ir, la otra la seguirá, y ya no habrá quien lo detenga.
Por suerte, o por desgracia, el repartidor ha cumplido con su tiempo estipulado y el timbre de la puerta apaga, sin ningún pudor, la chispa que estaba a punto de hacernos explotar.
*****
Este capítulo iba a ser otra cosa (por eso le he cambiado el título), pero he considerado que la otra cosa necesita un capítulo entero dedicado a elllo, así que se vendrá en el próximo. Estoy de semivacaciones, así que intentaré no tardar mucho en actualizar (aunque no prometo nada :P)
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Sin noticias de Keeks
Science FictionVioleta no sabe que la llegada de una nave espacial, que acaba de aterrizar en el parque de La Ciutadella en Barcelona, está a punto de cambiar su vida. Las dos tripulantes de la nave se preparan para empezar la misión. Rus, la científica designada...