Es entretenido observar a Kiki mientras cenamos. A cada pieza de sushi que le doy a probar, le siguen varias preguntas sobre los ingredientes y su origen antes de decidirse a llevársela a la boca. Según ella, el ikura le ha recordado a un plato típico de uno de esos remotos planetas que ha visitado antes y se ha puesto a explicarme historias de cómo conseguían el alimento y su cuidada elaboración.
A medida que las historias sobre cocina intergaláctica avanzan, la comida va desapareciendo, hasta que, sin darnos cuenta, las bandejas han quedado vacías y volvemos a estar sentadas como antes de que llegara el repartidor y la tensión vuelve a estar presente.
–La nana que me cantaste para dormir... ¿de dónde es? –Voy a intentar seguir con las preguntas porque necesito dejar de pensar en lo que realmente quiero hacer. –Dijiste que no estaba planeado.
–Y no lo estaba. Una fuerte emisión de radiación en una de las estrellas de ese sistema afectó a la nave, que acabó saliéndose de la ruta y estrellándose en un planeta para el cual no estábamos preparadas. Llegamos a aquel lugar sin tener ni un solo dato de ellos y, al final, creo que es de quienes más aprendí. –Me contesta con una sonrisa. –Además, es el primer lugar que visitamos después de que los shsuy desbloquearan sin querer mi código, así que guardo el recuerdo de ese lugar y sus gentes con cariño. Creo que ellos se dieron cuenta del cambio antes que yo misma. Sabían cosas de mí que ni siquiera yo conocía todavía, por eso no tenían miedo a pesar de haberme presentado antes ellos de golpe y con una apariencia bastante alejada de lo que ellos conocían.
–Se me hace raro imaginarte con otra cara que no sea esta. –Sin darme cuenta de ello, y como si quisiera remarcar mis palabras con el gesto, estiro ligeramente el brazo hasta que mi mano se posa sobre una de sus mejillas y la acaricia suavemente. Por un momento, me pierdo en esos ojos verdes que me cautivaron desde el primer momento. –¿Lo de que seas tan atractiva es igual siempre? ¿Es como una norma general?
–El selector suele definir una forma agradable y cercana, poco agresiva, para poder integrarme sin problemas. –Kiki se gira entonces ligeramente hacia mí y me sonríe de forma pícara. –¿Me encuentras atractiva?
–Extremadamente. Es como si esa maldita máquina tuya te hubiera diseñado específicamente para que no pudiera resistirme a ti.
–¿Tan difícil te resulta?
Si no fuera porque sé que todo esto es nuevo para ella, diría que está jugando, que sabe perfectamente lo que provoca mirándome de esa manera, acercándose un poquito más, tan lentamente que es casi imperceptible... Y no digo que, en parte, no sea así. Probablemente lo haga sin darse cuenta, de forma instintiva, pero también sé que sus palabras están llenas de pura curiosidad. Y es eso precisamente lo que hace que me dé igual si esto que sentimos es provocado por algún extraño capricho de la genética, porque estoy convencida de que su forma de ver el mundo, esas ganas con las que busca aprender de cada momento que vive, habrían hecho que me enamorara de ella incluso en circunstancias normales.
–No te imaginas lo que me está costando reprimir el impulso de sentarme encima de ti ahora mismo y besarte hasta quedarnos sin aire.
Puedo leer un ligero gesto de sorpresa en su rostro; es momentáneo, ínfimo, y pronto se ve reemplazado por algo más osado y resolutivo. Antes de darme cuenta de lo que está pasando, Chiara me ha tomado por la cintura y, sin que resultara ningún esfuerzo físico para ella, me ha sentado a horcajadas sobre su regazo.
Todo mi cuerpo se tensa de golpe y no puedo evitar que se me escape un gemido al notar su cuerpo en contacto directo con el mío.
–Nunca reprimas nada conmigo. –Me dice con un tono de voz más grave de lo habitual. –Si quieres besarme, hazlo. Si necesitas que te toque, pídemelo. Si el tiempo que tenemos juntas es limitado, quiero que lo aprovechemos al máximo.
Joder.
Si todo va a ser así de intenso, yo me muero antes de que acabe la noche.
Se supone que aquí la experimentada soy yo, que no debería ponerme nerviosa por tener las manos de una mujer en mi cintura, y que tendría que estar llevando la batuta en un momento como este, pero no puedo. Yo sólo quiero rendirme y dejar que aprenda conmigo, que explore nuevos horizontes y dé rienda suelta a todos esos conocimientos que dice haber adquirido.
–Quítate la camiseta.
Mis palabras han sonado casi como una orden, pero ella simplemente sonríe ante mi petición y no tarda en cumplirla. El sujetador deportivo que le he dejado esta mañana nunca me había parecido tan sexy.
–¿Te puedo pedir lo mismo?
Pero en vez de asentir y deshacerme de la prenda de ropa, tomo sus manos de mi cintura y las acompaño para que suban unos centímetros por debajo de mi camiseta.
–Hazlo tú.
Chiara no tarda en cumplir mis deseos, pero lo hace de una forma lenta y tortuosa.
En cuanto aparto mis manos, las suyas continúan ascendiendo lentamente por mi piel, hasta que se topan con el borde del sujetador. Se detienen ahí por unos segundos que se hacen eternos, pero pronto retoman su marcha ascendente, acariciando sutilmente el lateral de mis pechos, hasta que me obliga a levantar los brazos para deshacerse finalmente de la prenda tirándola a un lado del sofá.
Sus manos descienden lentamente por la piel desnuda de mis brazos, erizando cada milímetro a su paso, mientras sus ojos se clavan en los míos. El verde ha desaparecido casi por completo. Ver el deseo reflejado en su rostro y sentir el calor de sus manos posándose sobre el fino tejido que cubre mis pechos me abruma y me acelera el pulso. De forma inconsciente, mi cuerpo se arquea ligeramente para aumentar el contacto y no puedo evitar cerrar los ojos para intentar apaciguar la marea que amenaza con arrastrarme antes de tiempo.
La jugada me sale mal porque, entonces, los labios de Chiara posándose sobre la encendida piel de mi cuello me pillan por sorpresa y se cargan, de un plumazo, cualquier atisbo de cordura que pudiera quedar en mi mente.
*****
Sí, lo voy a cortar ahí porque creo que es necesario que la siguiente parte sea desde el punto de vista de Keeks.
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Sin noticias de Keeks
Science FictionVioleta no sabe que la llegada de una nave espacial, que acaba de aterrizar en el parque de La Ciutadella en Barcelona, está a punto de cambiar su vida. Las dos tripulantes de la nave se preparan para empezar la misión. Rus, la científica designada...