La piel de Violeta es tersa, suave, y está ligeramente salada por las pequeñas gotas de sudor que empiezan a emerger de sus poros. Recojo una de ellas con mi lengua bajo su mandíbula y, en su lugar, deposito un pequeño beso. Un simple roce que roba otro gemido de su garganta.
Su voz enciende algo dentro de mí que sólo he sentido antes con nuestro primer beso. Deseo; esa llama que, a cada caricia de las manos de Violeta sobre mi piel, va cobrando más y más fuerza.
Mi boca desciende poco a poco, hasta que mis labios se posan directamente sobre su yugular. Puedo notar la sangre bombear cada vez más rápido. Su respiración y su pulso se aceleran. Los dedos de Violeta se enredan en mi cabello y sus manos hacen presión para hacerme saber que no debo moverme de donde estoy. Sin otra opción más que fundir nuestros cuerpos aún más, incremento la presión de mis labios en su cuello y, alentada por el leve balanceo de las caderas de Vio sobre mí, abro la boca y clavo mis dientes en él.
La respuesta no se hace esperar y un gruñido animal se escapa de sus labios.
Violeta se echa hacia atrás, poniendo la distancia suficiente entre nuestros cuerpos como para poder mirarme y yo, por un momento, tengo miedo de haber hecho algo mal. Pero al levantar la vista, sólo me encuentro con sus pupilas completamente dilatadas. Antes de que pueda articular palabra, se lanza de nuevo hacia delante, capturando mis labios en un beso que, honestamente, ha tardado demasiado en llegar.
Es completamente diferente a nuestro primer beso. Su boca ha dejado de ser tímida y su lengua, osada y directa, no pide permiso esta vez. Las manos de Violeta vuelven a enredarse en mi pelo y yo no tengo otra opción más que responder con la misma intensidad.
Sin saber exactamente qué hacer con mis manos, empiezo a recorrer su espalda desnuda, sólo para detenerme en cuanto me topo con la tela del sujetador.
-Quítamelo. –Violeta susurra contra mi boca, deteniendo los besos sólo el tiempo estrictamente necesario para decir esas nueve letras.
Nunca antes he sido tan feliz acatando una orden.
En cuanto el broche se abre, llevo mis manos a sus hombros y bajo lentamente las tiras del sujetador, acariciando suavemente sus brazos mientras desciendo. Cuando la prenda desaparece, olvidada a los pies del sofá, me centro por fin en sus pechos. ¿Cómo puede el Universo haber creado algo que encaje de forma tan perfecta en las palmas de mis manos?
Fascinada ante la posibilidad de explorar nuevas zonas de su cuerpo con mi boca, no dudo en inclinarme hacia delante y empezar un camino de besos hasta perderme en el valle de sus senos. Noto como, la suavidad de su piel contrasta con la dureza de sus pezones en ese momento cuando, por fin, me atrevo a rozarlos con mis pulgares.
Me pregunto cuál será su reacción si clavo también mis dientes en ellos. La curiosidad me puede y mi boca va directa hacia su siguiente objetivo. Cuando mis dientes se cierran sobre uno de sus pezones, noto como todo el cuerpo de Violeta se tensa. Tal vez la zona es demasiado sensible, así que opto por dejar que mi lengua mitigue con su humedad cualquier dolor que pueda haber causado.
-Joder... -Es la primera palabra coherente que Violeta dice en un buen rato. Su voz suena aireada y profunda, casi sin aliento.
-¿Todo bien? –Le pregunto levantando la vista y encontrándome con sus ojos. Al fin y al cabo, tengo un poco de miedo de no estar haciendo esto bien, a pesar de que sus respuestas hasta ahora parecen ser favorables.
No me contesta con palabras; Simplemente, se inclina hacia mí y vuelve a capturar mis labios en un beso profundo que nos deja a ambas sin aire.
-Kiki... -Jadea dentro del beso. –Llévame a la cama.
Mi cuerpo obedece de inmediato a sus palabras. En segundos, me levanto del sofá con ella todavía en mi regazo y Violeta aprovecha para envolver mi cintura con sus piernas, evitando perder el contacto de nuestros cuerpos, antes de volver a fundirnos en otro beso mientras avanzamos hacia la habitación.
Estoy tan distraída con su lengua enredándose en la mía y sus manos aferrándose a mi nuca como si le fuera la vida en ello, que no calculo bien la distancia y mis piernas encuentran la cama antes de poder frenar a tiempo. La inercia nos hace caer a ambas sobre el colchón en una maraña de brazos y piernas que buscan ordenarse de nuevo, mientras nuestras carcajadas inundan el cuarto.
-No sabía que el intimar con alguien podía suponer un deporte de riesgo. –Le digo cuando, por fin, las risas cesan y volvemos a mirarnos con calma.
Vio vuelve a soltar una risita y levanta la cabeza del colchón ligeramente para buscar la punta de mi nariz con sus labios. Al ver la confusión en mi cara ante esa muestra de afecto tan simple, sonríe de nuevo pícaramente y, aprovechando que estaba despistada, nos hace girar sobre la cama, quedando de nuevo su cuerpo sobre el mío.
-Todavía llevas demasiada ropa.
Sus manos empiezan a bajar por mi abdomen, recreándose en como mi piel reacciona a su tacto, hasta que llegan al botón de los vaqueros y lo desabrochan con destreza. Violeta levanta la vista para encontrarse con mis ojos, como solicitando permiso para deshacerse de la prenda. Sin poner objeción, levanto mis caderas del colchón y la dejo hacer, observando atentamente como, poco a poco, la tela del pantalón es arrastrada hacia abajo, hasta que acaban en el suelo junto a la cama. Sus pantalones no tardan en acompañarlos. Ahora Violeta está sobre mí de nuevo, pero esta vez con sólo una diminuta pieza de ropa cubriendo su parte más íntima.
Me incorporo en la cama hasta quedar sentada sobre el colchón, lo que pone mi boca a la altura perfecta para dedicarle tiempo de nuevo a sus pechos. Mis labios capturan uno de sus pezones y mi lengua empieza a jugar con él, mientras una de mis manos acaricia su otro seno y me pierdo en los sonidos de placer que empiezan a emanar de su garganta. He leído mucho sobre adicciones humanas y creo que, sin duda, tener a Violeta así se va a convertir en la mía.
Noto sus manos buscando con urgencia la tela de la prenda que cubre mis pechos y, de inmediato, le concedo lo que ansía. En un segundo, estamos por fin en igualdad de condiciones y ahora es ella quien acaricia la piel desnuda de mis senos y me demuestra todo lo que puede llegar a sentir este cuerpo con sólo el roce de sus dedos sobre mí. Una nueva oleada de calor me impulsa a girarnos nuevamente sobre la cama. Estiro a Violeta con delicadeza sobre el colchón y empiezo mi ruta de besos de nuevo. Los minutos que mis labios han estado separados de su piel se han hecho eternos y ahora, con más territorio al descubierto, no dudan en emprender un descenso lento y tortuoso hacia zonas inexploradas. Mis manos acompañan su viaje, dejando suaves caricias que erizan el vello de la piel de Violeta a su paso. Llevan un destino en mente y una misión que cumplir; deshacerse del último obstáculo en el camino.
Mis dedos se enredan, por fin, en el elástico de sus bragas y descienden llevándose la tela con ellos. Violeta se incorpora sobre sus codos para mirarme y yo le dedico una sonrisa juguetona. Probablemente se esperaba tener que ser ella quien guiara el camino, quien marcara los pasos de este baile. Lo que ella no sabe, es que a mí siempre me han gustado los retos, el lanzarme de cabeza al vacío sólo con lo aprendido y que, cuando tengo un objetivo, nada me detiene hasta conseguirlo.
Y, ahora mismo, ese objetivo es besar cada centímetro de su piel hasta saciar mi sed.
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Mira que se me da mal escribir estas cosas pero...
Más en el próximo XD
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Sin noticias de Keeks
Science FictionVioleta no sabe que la llegada de una nave espacial, que acaba de aterrizar en el parque de La Ciutadella en Barcelona, está a punto de cambiar su vida. Las dos tripulantes de la nave se preparan para empezar la misión. Rus, la científica designada...