22. Churros con chocolate.

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Creo que puedo decir con seguridad que, en todo el tiempo que he estado viajando por el Universo, no he visto nada tan hermoso como la sonrisa de Violeta en este momento. Es una sonrisa tranquila, satisfecha, de esas que marcan su hoyuelo y cierran sus ojos en un gesto feliz. Sus labios me llaman de nuevo; me atrae hacia ella, haciendo que me incline para besarlos mientras, poco a poco, extraigo mis dedos de su intimidad. Un último pequeño espasmo sacude su cuerpo y ella deja escapar un suspiro directamente sobre mi boca.

–¿Bien?

–De matrícula de honor. –Su voz es casi un murmullo.

–Te dije que era una estudiante aplicada.

La sonrisa de Violeta se extiende a la vez que se gira ligeramente para rodear mi cintura con sus brazos y esconder su cara en mi cuello, mascullando algo indescifrable sobre mi piel. Sus movimientos son pesados y su respiración acompasada cada vez es más sutil, por lo que deduzco que debe estar a punto de quedarse dormida.

–Dame cinco minutos... y seguimos...

Pero parece que esa continuación no será esta noche, porque no han pasado ni treinta segundos y Violeta ya duerme profundamente. Supongo que toda la tensión del día, el conocer a Rus y descubrir nuestro secreto, junto con la intensidad física a la que se ha visto sometida su cuerpo durante nuestro encuentro íntimo, han acabado con sus energías por hoy, así que no le voy a reprochar el hecho de que yo vaya a quedarme a medias de la experiencia.

Da igual, habrá más oportunidades.

Todavía nos quedan dos días.

*****

Los primeros rayos de un nuevo día empiezan a iluminar la habitación.

Al contrario que la noche anterior, Violeta apenas se ha movido y sigue acurrucada contra mi pecho, profundamente dormida. Yo me he pasado las horas en vela, disfrutando de su calor y su aroma, mientras repasaba mentalmente todo lo ocurrido ayer. Con la mente despejada y la luz de un nuevo día, soy consciente de lo monumental que fue el paso que dimos. Ahora la noto más cerca, a ella más mía y yo más suya, aunque se trate de un concepto de posesión abstracto y romantizado, como si este nexo que nos une se hubiera intensificado.

Me pregunto si Rus querrá obtener más datos después de esto.

Como apenas está amaneciendo todavía, deduzco que deben ser alrededor de las siete de la mañana. Martin dijo ayer que nos pasarían a buscar sobre las ocho y media, así que todavía hay tiempo para hacer algo que se me ha ocurrido durante mi vigilia.

Con movimientos muy lentos y precisos, consigo deshacerme del abrazo de Violeta y salgo de la cama en busca del dispositivo móvil, el cual abandoné ayer en el salón. Los humanos usan lo que ellos llaman internet para informarse y aprender cosas nuevas, algo así como lo que yo hago en la nave con mi material de estudio para cada misión. Pero aquí no dispongo de los recursos del ordenador de a bordo, así que, esta vez, me toca buscar la información que necesito al estilo terrestre.

La respuesta parece bastante sencilla, así que me apresuro a recuperar la ropa de ayer y vestirme para salir.

Cojo las llaves que Vio dejó puestas en la puerta y compruebo una última vez que llevo en el bolsillo el dispositivo móvil. Rus me dijo ayer que había activado funciones que usan los humanos para hacer sus transacciones, ya que parecía que íbamos a involucrarnos en la vida local más de lo habitual, así que no tengo que preocuparme por llevar dinero encima. Con mucho cuidado, cierro la puerta lentamente tras de mí para no hacer mucho ruido y bajo las escaleras de dos en dos. Cuando salgo, las calles de Barcelona me reciben casi vacías, con un ambiente húmedo, pero ligeramente fresquito.

Sin noticias de KeeksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora