No sé en qué momento hemos acabado en el sofá del tráiler, con violeta sentada a horcajadas sobre mi regazo y perdiéndonos entre infinidad de besos y caricias.
Yo sólo quería aprovechar el descanso que tenemos para hablar de la carta, pero Vio parece tener otra idea en mente. Y no me importa, de verdad que no, porque sus labios, dejando un reguero de besos resiguiendo mi mandíbula y bajando hasta perderse en mi cuello no es algo a lo que me vaya a oponer, pero me preocupa que lo esté haciendo sólo para distraerme y que me olvide de lo otro.
–Vio... –Ella responde con otro beso sobre la piel encendida de mi clavícula. –Violeta..., íbamos a hablar.
Parece que mis palabras, por fin, la hacen entrar en razón, porque detiene el recorrido que su boca iniciaba ya en descenso por mi pecho y vuelve a mirarme.
–¿Estela te parece guapa?
¿Qué?
–¿Quién? –Creo que la confusión debe ser evidente en mi cara, porqué realmente no sé de qué me está hablando.
–Estela, la chica de maquillaje. Rubia, ojos claros, adicta al crossfit...
No sé qué es eso del crossfit, pero es que tampoco le pongo cara ahora mismo a esa persona.
–No lo sé. –Le respondo con sinceridad. –No me he fijado. ¿Lo es?
Por su sonrisa y como se lanza a mi boca para robarme otro beso, creo que debo haber contestado bien a su pregunta o, al menos, de una forma que le ha agradado, aunque todavía no sé a qué ha venido querer saber si una humana con la que apenas he intercambiado algunas palabras me parece atractiva.
Mientras sigue besándome como si quisiera devorarme entera, mordiendo, chupando y calmando después mis labios con su lengua, las manos de Violeta se introducen por debajo de mi camiseta y empiezan a subir por mi abdomen con una clara intención. No es que no quiera que continúe, porque empiezo a notar ya la misma punzada de calor y mi intimidad palpitar como ayer, antes de que Vio se quedara dormida, pero no tenemos mucho tiempo y necesito hablar sobre lo de la carta. Me preocupa que se pueda volver a repetir un ataque como el del vehículo y ella no se lo esté tomando lo suficientemente en serio. No quiero marcharme sin solucionar esto, sabiendo que su vida corre peligro.
–Violeta, para. –Le pido esta vez con más firmeza, a la vez que tomo sus manos para sacarlas de debajo de mi camiseta.
Ella se echa hacia atrás y me mira alarmada.
–¿He hecho algo que...?
–No. –Le contesto antes de que pueda entrar en pánico y piense cosas que no son. Tomo sus mejillas en mis manos y dejo un beso tierno en sus labios. –No es eso, Vivi. Me estaba encantando, pero necesito que abras esa carta.
–¿Vivi?
Una sonrisa de oreja a oreja se dibuja en su cara y el hoyuelo vuelve a la carga. Me está poniendo muy complicado el no volver a lanzarme a su boca y continuar lo que ella ha empezado.
–Creo que hemos intimado lo suficiente como para ponerte yo también un apodo cariñoso, ¿no crees? –Violeta asiente y vuelve a inclinarse hacia delante con una intención muy clara, pero yo me echo hacia atrás huyendo de sus labios. –Pero no me cambies de tema. La carta.
Con un suspiro resignado, Violeta se levanta de mi regazo y va hacia la mesa donde había dejado el sobre que le ha dado Martin esta mañana. Lo abre con rabia y desgana, destrozando el papel de una manera que casi se carga también el contenido.
–Léela tú. Va a ser lo mismo de siempre. –Dice acercándose de nuevo al sofá y tendiéndome la nota. –Una carta escrita a ordenador, en comic sans 14 y con unas faltas de ortografía que harían llorar hasta a un niño de primaria.
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Sin noticias de Keeks
Science FictionVioleta no sabe que la llegada de una nave espacial, que acaba de aterrizar en el parque de La Ciutadella en Barcelona, está a punto de cambiar su vida. Las dos tripulantes de la nave se preparan para empezar la misión. Rus, la científica designada...