14. Miedo

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Llevamos como veinte minutos caminando, pero mi mente sigue en el tráiler del set de rodaje. Más concretamente, en lo que ha pasado allí, y la mano de Chiara entrelazada fuertemente con la mía no ayuda a que lo supere.

Todavía noto el cosquilleo que han dejado sus labios sobre los míos.

Por un momento, en ese pequeño salón con ruedas donde sólo estábamos nosotras dos, he vuelto a tener trece años y he sentido de nuevo el mismo vértigo que sentí con mi primer beso.

No sé si ha sido el mejor momento, pero ver a Chiara con esa expresión de preocupación y la idea de que es posible que no nos quede mucho tiempo juntas rondando mi cabeza desde esta mañana, la parte de mi cerebro que razona las cosas antes de actuar se ha apagado por completo y las palabras han salido solas de mi boca.

Y entonces su boca ha respondido con el beso más tierno y sensual que me han regalado jamás. Sus labios han buscado los míos de forma tímida al principio, como tanteando el terreno. Pero nunca he sido la persona más paciente del mundo, así que no he tardado en atraerla hacia mí con fuerza para dejarle claro que quería más. La reacción de Kiki no se ha hecho esperar y, mientras mis manos se hundían más en su nuca y se enredaban en su pelo, sus brazos han rodeado completamente mi cuerpo y ha terminado por erradicar la poca distancia que nos separaba. Sin poder contenerme más, he sido yo quien ha pedido permiso tímidamente con mi lengua abriéndome paso entre sus labios, y ella me ha recibido con entusiasmo.

Intento recordar otros besos para compararlo, para saber si he sentido mi corazón desbocado queriendo escapar de mi pecho con el roce de otros labios antes, pero no recuerdo ninguno. Cualquier rastro de otros besos antes de hoy ha sido arrasado y desterrado por el tsunami que ha provocado la mujer que camina ahora de mi mano.

Cuando Martin ha tocado a la puerta del tráiler y nos ha interrumpido, he tenido que reaccionar rápido. Mi mente todavía estaba en una nube y mi mejor amigo ha insistido en que no se iba a quedar tranquilo hasta dejarnos en casa como ayer, pero le he argumentado que llevar guardaespaldas durante una cita romántica llamaría demasiado la atención. Tras unos segundos de confusión, y al darse cuenta del momento íntimo que acababa de invadir, ha dado su brazo a torcer. Eso sí, me ha dejado claro que, para quedarse tranquilo, quería mínimo un mensaje cada hora hasta que volvamos al apartamento. Chiara le ha asegurado que ella misma se ocupará de que cumpla mi promesa y que me llevará sana y salva a casa. Al parecer, la convicción de sus palabras ha tenido más impacto que todo lo que yo pudiera haberle dicho.

En cuanto Martin ha salido por la puerta, Kiki me ha dicho que no debería haberle mentido, pero estoy convencida de que si le hubiera dicho que en realidad íbamos a encontrarnos con la compañera de Chiara en algún lugar de la ciudad que desconocía, me habría tachado de loca y me habría llevado él mismo a cuestas hasta la puerta del apartamento de Amaia.

Por suerte, la ubicación que Rus ha dejado en el móvil de Kiki está en uno de los lugares más concurridos de la ciudad, aunque me deja con más dudas respecto a la nula orientación de mi acompañante. ¿Cómo es posible que no supiera volver al parque de La Ciutadella?

De pronto, un fuerte agarrón en mi cintura me saca de mis pensamientos. Hemos parado de caminar y Chiara me está abrazando contra su cuerpo.

-Perdón. –Dice sonriéndome mientras señala algo con la cabeza. –Esos agujeros en la calzada son muy traicioneros.

Miro hacia un lado y veo que, efectivamente, he estado a punto de acabar dentro de una zanja de las obras del ayuntamiento. ¿Quién es el capullo que deja semejante boquete abierto en mitad de la calle?

Vuelvo a mirar a Chiara, que me sonríe y afloja su abrazo ligeramente.

-Mi ángel de la guarda. –Me inclino para darle un beso en la mejilla a modo de agradecimiento. –Podría acostumbrarme a esto.

-Yo preferiría no tener que estar salvándote el cuello tan a menudo. –Me contesta con una ligera sonrisa, la primera desde que hemos salido del set. Pero pronto su rostro vuelve a estar serio y la veo tomar aire. –Vio..., si cuando estemos con Rus, en algún momento, te sientes insegura, dímelo. Y, sobre todo, si te pido que te vayas sin mí, hazlo.

-Estás empezando a asustarme.

-Créeme que es lo último que quiero. –Vuelve a suspirar. –Pero creo que va a ser algo inevitable.

-No me da miedo tu amiga.

-Pero, tal vez, te lo de yo cuando sepas la verdad.

Ahora soy yo quien toma un semblante más serio.

-¿Por qué? –Le pregunto. -¿Tienes alguna intención de hacerme daño?

-No se trata de mis acciones, Violeta. Se trata de quién soy. De dónde vengo. Se trata de esto... -Dice señalando entre nosotras. -... y de las consecuencias que pueda tener por culpa de mis orígenes.

-¿Y qué pinta tu amiga en todo esto?

-Espero que ella tenga la clave para explicar lo que está pasando.

-Pues entonces... -Le digo tomando de nuevo su mano. –Cuanto antes lleguemos, antes saldremos de dudas. Estamos a menos de diez minutos de donde marca el GPS.

***

He de decir que, a medida que nos acercamos al punto que marca el Maps, estoy cada vez más nerviosa. He estado un par de veces antes en La Ciutadella, pero nunca en la zona que hay detrás de la fuente. Es un lugar que queda bastante oculto a la vista del visitante esporádico del parque y, si no fuera todavía de día, me lo pensaría dos veces antes de meterme por esa zona. Pero ahora parece que Kiki ya se ha ubicado y es ella quien tira de mi mano para avanzar.

Hasta que se detiene frente a una frondosa mata de arbustos a los pies del monumento, se gira y toma mi cara suavemente entre sus manos.

Esta vez, sus labios se encuentran con los míos con decisión y destreza en un beso corto pero intenso. Cuando nos separamos, sus ojos verdes están ligeramente vidriosos.

-Quiero que sepas que conocerte es lo mejor que me ha pasado desde que fui consciente de mi propia existencia y que, pase lo que pase a partir de ahora, nada va a cambiar eso.

***

Se viene.

Sin noticias de KeeksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora