23. Con las ganas

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No me puedo creer que me haya traído churros con chocolate. Se ha despertado pronto, ha salido a la calle y se ha ido a buscar una churrería para traerme el desayuno a la cama, y todo porque ha buscado qué era lo que había que hacer la mañana siguiente de tener sexo con alguien.

¿Y qué hago yo? Voy y le grito por haber dejado que me quedara dormida después de darme el orgasmo más bestia que había tenido en la vida.

He tenido que explicarle que no estaba enfadada con ella, sino conmigo misma, porque quería que esa noche fuera especial para las dos.

Verte así por mí ha sido lo más especial que me ha pasado desde que me crearon. No necesito más.

Sus ojos y sus palabras me han desarmado por completo. ¿Cómo contestas a algo así?

Porque yo sí necesito más. Yo sí necesito venerar su cuerpo como ella lo hizo anoche con el mío. Yo sí necesito perderme durante horas entre la humedad de su sexo y sentir cómo se estremece cuando me introduzco en su interior. Yo sí necesito escucharla gritar mi nombre hasta quedarse sin aliento...

Pero cuando tengo la oportunidad, voy y me quedo jodidamente dormida.

-Hoy soy incapaz de descifrarte.

Martin me mira con el ceño fruncido. Se ha pasado todo el viaje hasta el Cap de Creus mirándonos de reojo y sonriendo de forma pilla. Es evidente que se ha dado cuenta de que algo ha pasado entre Kiki y yo. Al llegar al set, Raquel se la ha llevado a vestuario, mientras yo me he quedado con el resto del equipo para acabar de cerrar algunas cosas, así que ahora mi mejor amigo tiene vía libre para interrogarme.

-¿A qué te refieres? –Le pregunto confundida.

-A que, por momentos, tienes una sonrisa que no te cabe en la cara, pero luego te pones súper seria de repente, como si tuvieras ganas de matar a alguien. Deduzco que la cita ayer fue bien, si ese mordisco de vampiro que llevas en el cuello es indicativo de algo, así que ¿cuál es el problema?

Dejo ir un suspiro profundo. Algún día tendré que aprender a poner cara de póker, porque este hombre me lee como un libro abierto.

-¿Me prometes que no te vas a reír?

-Te prometo que lo puedo intentar.

Evidentemente, la carcajada que suelta en cuanto le cuento lo que pasó anoche, la escuchan hasta en Barcelona. Yo sé que no debería darle tanta importancia, pero es que me siento decepcionada conmigo misma. Él no lo sabe, pero puede que sólo me queden menos de dos días para disfrutar de Chiara y yo voy y desperdicio el tiempo de esa manera.

-Joder... -Dice todavía intentando recuperar el aire que se le escapa entre carcajada y carcajada. –Ni que fueras un tío hetero con poca estamina.

-Vale ya, ¿no?

-¿La guiri te da el orgasmo de tu vida, tú la dejas con las ganas, y ella va y te lleva churros para desayunar? –Martin toma una gran bocanada de aire, intentando recuperar la compostura, y pone sus manos en mis hombros mientras me mira ahora con seriedad. –Por favor, cásate con ella.

Las palabras de mi mejor amigo me provocan una punzada en el corazón. ¿Cómo voy a pensar en algo serio con ella cuando lo más probable es que en dos días se suba a esa estúpida nave y desaparezca de mi vida para siempre?

-Por cierto, no quería decírtelo con Chiara delante, pero recogiendo ayer el set, alguien encontró un sobre dirigido a ti en la puerta del tráiler. –Martin lleva una mano a su bolsillo trasero y saca la carta. Ya me puedo imaginar de qué se trata. –No la he abierto, pero puedo intuir que no es nada bueno. Deberíamos avisar a la policía. Una cosa era que no hicieras caso de las amenazas por no comprometer el rodaje, pero ya no son sólo amenazas.

Sin noticias de KeeksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora