Enfoque

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。 ₊°༺ ✯ ♖ C A R T E R ♖✯ ༻°₊ 。

—¿Y bien? —pregunta Andrea cuando entro al edificio, dijo que tenía que irse pero la muy chismosa se quedó para escuchar lo que pasó con Aspen. Si cierro los ojos podría jurar que regresamos al bachillerato, no lo haré porque me rehuso a caerme por las escaleras otra vez—. ¿Cómo te fue? ¿Cómo reaccionó Aspen? ¿Ya arruinaste todo?

—Me fue bien. Creo que está pensando que me dio un derrame cerebral. Y no, yo jamás arruino nada —respondo, en orden.

Andrea arquea las cejas.

—Bueno, arruinaste el contrato con Mills...

—¡Deja de decirlo!

—Es un recordatorio amigable —se excusa, sonriendo como en comercial de pasta dental.

—Tan amigable como patearme en la entrepierna —gruño. Andrea se encoge de hombros—. Lo que quería decir es que... me fue bien, logré que me comprara una dona.

Levanto mi dona para que la vea y Andrea me mira como si me hubiera preguntado cómo me llamo y yo hubiera dicho Monica Galindo.

—¿Una dona? —repite. Yo le doy un tremendo mordisco antes de que logre quitármela para examinarla como si jamás hubiera visto una, me quejo, pero sé que no me la devolverá—. Es un buen avance, estamos lejos de un anillo de compromiso pero al menos tienen la misma forma.

Mi cara se tuerce en una mueca, Andrea se ríe, quiero ahorcarla. La venderé por E-bay la semana que viene y la reemplazaré con una rusa llamada Polka.

¿Es un nombre? Me gusta. Nota mental: llamar a mi hija Polka. Segunda nota mental: agendarle terapia dos veces a la semana para que pueda lidiar con el bullying hacia su increíble nombre.

—Bueno, bueno... —dice, y suena como ese orador barato que papá a veces contrata para que imparta cursos de liderazgo en la empresa—. Tengo que irme pronto, pero te veré mañana... si sigues vivo.

—Ya te lo dije, no tengo por qué decírselo a papá hoy —insisto, sueno como el niño gordito que estaba frente a mí en la fila de McDonald's durante el almuerzo. No dejaba de insistir en que le cambiaran el juguete de su cajita feliz. Aunque en mi opinión, una princesa voladora es mucho mejor que un mísero carrito pintado con llamas—. Lo haré después de la fiesta...

—Déjame ver si entendí —me corta. Qué grosera, haré lo mismo cuando me cuente sobre el mínimo contacto que tenga con su instructor de pilates—. ¿Perdiste al mayor inversionista que existe en la Tierra, y además harás una fiesta sin permiso en la casa que era de tu abuelo para el inútil de tu novio?

—Oye —trato de advertir—. Basta de llamar así a Will y... sí, es bueno celebrar. Lidiaré con las consecuencias después.

—¿Y exactamente qué estás celebrando? ¿Tu posible reencarnación en un zapato cuando tu padre te asesine?

Quiero reírme, pero no le daré el gusto, así que me quedo con cara de Patricio Estrella cuando piensa.

Tengo que dejar de reírme de mis propios chistes.

—No, pero si creyera en eso me encantaría reencarnar en Luka —aclaro, pensando en la posibilidad de que algún día me cambien el cerebro con mi perro al estilo de Freaky Friday, sería increíble—. Todo lo que hace es comer paté de pato, usar su pequeña corbata por toda la casa y quitarme mi cama.

—Sí, y odia a Will incluso más que yo —agrega Andrea, tengo que mirarla mal otra vez, aunque sé que en realidad no le importa y puede mirarme peor si ella quiere. Ojalá no lo haga, la última vez me hizo llorar—. Tal vez por eso me cae mejor que tú.

El robo perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora